Antropología

Antropología  Las observaciones realizadas en Yucatán por los frailes que, desde el siglo XVI, estudiaron los ritos, costumbres y lenguas de los grupos nativos, pueden considerarse como una forma de antropología empírica; pero resultó ser también una «antropología aplicada» que buscaba, y logró modificar en gran medida, la cultura del dominado adecuándola a los fines del dominador.

Este procedimiento logró sus mayores éxitos durante los siglos XVI y XVII, destacando figuras como fray Alonso de Solana quien escribió unas Apuntaciones sobre las antigüedades mayas o yucatecas y Estudios históricos sobre los indios; fray Diego de Landa que, además de sus estudios lingüísticos, nos dejó su famosa Relación de las cosas de Yucatán; fray Bernardo de Lizana, a quien debemos su Historia de Yucatán. Devocionario de Nuestra Señora de Izamal y conquista espiritual; Pedro Sánchez de Aguilar, famoso por su Informe contra idolorum cultores; y fray Diego López de Cogolludo, conocido por su Historia de Yucatán. Muchos otros dejaron escritos relativos al comportamiento religioso y cultural de los mayas, cuyos manuscritos se perdieron en el tiempo.

Pero, una vez establecido el control español sobre los indígenas, el interés por conocer sus costumbres y tradiciones pareció diluirse. Sólo en el aspecto lingüístico se siguieron publicando obras como el Arte del idioma maya… de fray Pedro Beltrán de Santa Rosa. En lo demás, se consideraba que existía una especie de equilibrio en las relaciones indios-españoles regido por leyes y comportamientos «aceptados» por todos y la cultura indígena perdió todo interés para el español.

El indio maya no tuvo participación en los hechos que condujeron a la independencia de Yucatán. Sin embargo, en su nombre, se levantaron las voces de los sanjuanistas encabezados por el padre Vicente María Velázquez, quien exigía justicia para este pueblo. Poco se logró sin embargo y, aunque la Independencia nacional modificó radicalmente el estado jurídico del indígena, la posición predominante de las tendencias conservadoras no admitió los cambios que hubieran permitido un acercamiento entre ambas sociedades.

Durante los primeros años del siglo XIX, se produjeron algunos escritos de autores como Bartolomé Granado Baeza, Policarpo Antonio de Echánove y fray Estanislao Carrillo, relativos a los indígenas y su cultura. Sin embargo, fue a partir de la visita de los primeros viajeros extranjeros cuando el interés por la cultura maya vuelve a nacer. Frédéric de Waldeck y John L. Stephens iniciaron esta larga serie de visitantes que, hasta la fecha, encuentran en Yucatán un terreno fértil para sus investigaciones que cubren todos los aspectos de la antropología. Justo Sierra O’Reilly fue quien dio el mayor impulso a los estudios relativos a la historia y cultura yucatecas a través de sus grandes revistas Museo Yucateco (1841-1842), Registro Yucateco (1845-1846) y El Fénix (1848-1851). En ellas, publicó muchos documentos que se hubieran perdido como tantos otros, editó sus propios escritos como Los indios de Yucatán, y permitió que muchos escritores como Juan José Hernández, autor de Costumbres de las indias de Yucatán y El indio yucateco, y Gerónimo del Castillo, que entre otras obras nos dejó Carácter, costumbres y condiciones de los indios en el Departamento de Yucatán, pudieran dejar impresas sus obras.

Juan Pío Pérez fue la figura central de los estudios mayistas del siglo XIX. Su dedicación en el rescate de documentos antiguos en lengua maya, entre los que figuran el llamado en su honor Códice Pérez, el interés que despertó por los llamados Libros del Chilam Balam, los estudios que realizó del contenido de los mismos como la Cronología antigua yucateca… publicada por Stephens y reeditada después cuatro veces, su Diccionario, terminado después de su muerte por Karl Hermann Berendt, y sus numerosos escritos inéditos, hacen de este ilustre yucateco el verdadero fundador de los estudios mayistas modernos.

La llamada Guerra de Castas levantó a su vez, violentas polémicas acerca de los mayas y nos dejó algunos escritos interesantes de los intelectuales de la época. El primero fue Consideraciones sobre el origen, causas y tendencias de la sublevación indígena… (mencionado anteriormente como Los indios de Yucatán) por Justo Sierra O’Reilly, publicado en El Fénix y que abarca hasta el año de 1848. En 1865, Apolinar García y García inició la edición de su libro (sólo se imprimieron dos entregas) Historia de la Guerra de Castas de Yucatán, en el que responsabilizaba al clero de la sublevación. Inmediatamente, Crescencio Carrillo y Ancona logró detener la publicación del mencionado libro y contestó con su Observación crítico-histórica o defensa del clero yucateco publicado en 1866. El maya adquiría desde entonces una nueva importancia en los estudios históricos y antropológicos. Santiago Méndez, uno de los protagonistas de las revueltas de 1840, escribió en 1898 el relato Reports on the Maya Indians of Yucatan, incluido en la obra Indians Notes and Monographs. A Series of Publication Relating to the American Aborigenes, que aporta datos etnográficos e históricos sobre las costumbres, el idioma y la fisonomía mayas y describe prácticas y ceremonias indígenas tal como se realizaban en la primera mitad del siglo XIX.

El obispo de Yucatán Carrillo y Ancona es, quizá, la primera figura en la historia de la antropología en la Península. Entre las obras que escribió destacan Historia antigua de Yucatán (1888), y el folleto La Isla de Arenas (1866). En el campo antropológico, a él se debe la creación del primer museo, que surge de una colección personal, de 194 objetos, manuscritos y libros raros. La galería (iniciativa de Maximiliano de Habsburgo, quien dispuso se estableciera el 1 de junio de 1866) fue fundada en 1869 y en 1870 Carrillo y Ancona, quien además de historiador y anticuario destacaba como filólogo, asumió la dirección y mantuvo nexos con los incipientes antropólogos mexicanos de su tiempo, entre ellos Francisco del Paso y Troncoso. Mantuvo, además, correspondencia con Nicolás León. Otras aportaciones a la antropología yucateca durante el siglo XIX son las obras escritas por viajeros y exploradores, quienes divulgaron en Europa y los Estados Unidos de Norteamérica sus impresiones sobre la Península y los vestigios de la cultura maya. La obra de Frédéric de Waldeck se caracteriza por el menosprecio con que veía a Yucatán, ya que relata anécdotas sobre la cobardía de los criollos, la ingratitud de los indios y otros aspectos de la población regional. Por otra parte, mucho se ha dicho sobre John L. Stephens y su aportación al descubrimiento de la civilización maya, a la que defendió apasionadamente junto con Frederick Catherwood. Su obra Viaje a Yucatán a fines de 1841 y principios de 1842 fue el último fruto de sus expediciones. Sus obras son valiosas no sólo por los 44 asentamientos mayas que describe, sino porque permiten conocer las más variadas manifestaciones de la sociedad yucateca del siglo XIX. En sus narraciones menciona lo mismo las ruinas mayas, las fiestas y los diversos eventos que presenció: como el juego de la lotería, las corridas de toros y el día de todos los santos, así como el aspecto y las costumbres de Mérida, Ticul, Tekax y las rancherías y poblados que, al igual que las dos últimas ciudades mencionadas, se convirtieron en pueblos fantasmas después de las revueltas de los años cuarenta. La influencia de Waldeck y de Stephens sobre los intelectuales yucatecos de la época, se observa por las dos posiciones que adoptaron: unos escindieron a los mayas prehispánicos de los contemporáneos y otros aceptaron, aunque con reservas, la dimensión humana y civilizada de los indios. Una contribución a la discusión étnica en la Península lo constituyeron las obras que, traducidas al español, se difundieron localmente, mientras que otras, como la de Ludovic Chambon Viaje a un México pintoresco. Yucatán, Campeche y Chiapas (1892) (traducida en 1981), pasaron prácticamente inadvertidas.

Manuel Barbachano y Tarrazo publicó en 1850 Artículos de costumbres y satíricos (reeditado y ampliado en 1951 con el título de Vida, usos y hábitos de Yucatán al mediar el siglo XIX) recopilación de pintorescas descripciones de la fiesta de toros, novenas, bodas, vaquerías, el mercado, costumbres indígenas y algunas tradiciones que todavía sobreviven tanto en la ciudad como en las comunidades campesinas. Entre los viajeros, expedicionarios y estudiosos que escribieron sobre Yucatán y que tenían formación científica y elaboraron los primeros trabajos sobre la cultura maya figuran el abate Charles Brasseur de Bourbourg, Daniel G. Brinton y Herbert Spencer, cuyas obras marcan la transición hacia la antropología del siglo XIX, cuando el estudio del área maya se convirtió en una especialidad de moda a nivel mundial.

Brasseur de Bourbourg visitó Yucatán en 1865, estudió la lengua maya y aportó numerosas obras, entre éstas un diccionario sobre la lengua maya y un catálogo de libros y manuscritos con cerca de 500 obras sobre Yucatán. Descubrió y además tradujo al francés los escritos de fray Diego de Landa.

Daniel G. Brinton fue importante impulsor de la antropología como especialidad. En sus obras recoge y relata ceremonias y leyendas mayas publicadas en dos ocasiones (1937 y 1976), traducidas al español bajo el título de El folklore de Yucatán. El sociólogo inglés Herbert Spencer escribió Descriptive Sociology Mexicans; Central Americans; Chibchas and Peruvians de la cual se tradujo en 1898 la parte correspondiente a Yucatán, de la que existe una edición titulada El antiguo Yucatán, que es un intento de clasificación organicista y funcional de la cultura maya agrupada en 32 temas que van desde división del trabajo, producción estética, usos, costumbres, mutilaciones dentarias y todos aquellos aspectos que, según la etnografía tradicional, conforman la cultura.

Eulogio Palma y Palma publica en Motul, en 1901, su monografía Los mayas. Disertaciones histórico-filológicas, que contiene artículos de carácter histórico, etnográfico y lingüístico. Lo mismo hacen Manuel García Rejón y otros que plasman en el papel tradiciones y leyendas mayas. Durante la primera mitad de este siglo, Antonio Mediz Bolio, Ermilo Abreu Gómez y Luis Rosado Vega lograron incorporar a la literatura yucateca las antiguas tradiciones mayas.

Con el inicio de la Revolución, brotan nuevas figuras interesadas en la cultura maya, como Santiago Pacheco Cruz, quien nos dejó numerosas obras sobre la lingüística y la etnografía, en particular de los mayas de Quintana Roo: Usos, costumbres, religión y supersticiones de los mayas, 1947. Este grupo maya, descendiente de los sublevados de la Guerra de Castas, no podía resistir más al avance arrollador de la cultura nacional. Su capital, Chan Santa Cruz, ocupada desde 1901 por las tropas federales, los dejaba aislados en su propio territorio y su incorporación a la nación resultaba ya inevitable. La incorporación cultural del indígena maya fue tema de polémicas durante este período, como lo ejemplifica la obra La maya y el problema de la cultura indígena de Oswaldo Baqueiro Anduze (1937).

Alfonso Villa Rojas, bajo los auspicios de la Carnegie Institution of Washington, realizó los primeros estudios antropológicos en Quintana Roo, dejándonos una obra tan importante como The Mayas of East-Central Quintana Roo que, hasta ahora, sirve de referencia para todos los estudios que se realizan en la región. Años antes, Villa Rojas, bajo la dirección y en colaboración con Robert Redfield, realizó su monumental estudio sobre Chan Kom, publicado en 1934. Robert Redfield reunió y publicó en 1941 sus conclusiones sobre los cuatro estudios realizados en comunidades de Yucatán, en su obra ya famosa The Folk Culture of Yucatan (traducida al español como Yucatán. Una cultura de transición, 1944). Los estudios de referencia para esta última obra, fueron las dos obras de Alfonso Villa Rojas antes citadas, las de Asael T. Hansen sobre Mérida y otras del mismo Redfield sobre el pueblo de Dzitás.

Redfield y Villa Rojas estudiaron el comportamiento cultural y social de los habitantes de Chan Kom, originarios del pueblo de Ebtún y que, por falta de tierras y otras razones, se separaron de éste.

Estos trabajos, realizados con métodos científicos modernos de investigación, marcaron definitivamente la investigación antropológica en Yucatán y los investigadores que en los años sucesivos trabajaron en la Península (Fernando Cámara Barbachano entre otros), ya pertenecen a una nueva generación de científicos que coloca los estudios regionales a la altura de la investigación científica mundial.

En los años sesenta se inicia una nueva época para la investigación social, que en un alto porcentaje se realiza bajo los auspicios de diversas instituciones, a diferencia de otras épocas en que eran las fundaciones estadounidenses las que financiaban los trabajos dado que, al igual que los nacionales, los extranjeros también han sido atraídos por el Sureste por diversos motivos e intereses, ya sea para la elaboración de una tesis profesional o la preparación de un programa de desarrollo local o regional. Los recursos nacionales han permitido el desarrollo de la antropología social en Yucatán. Las instituciones que han promovido las labores de investigación han sido el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a través de su Centro Regional del Sureste (ahora dividido en tres), el Instituto Nacional Indigenista (INI), a través de sus centros coordinadores, y la Universidad Autónoma de Yucatán por medio de la Facultad de Ciencias Antropológicas, del Centro de Investigaciones Regionales Dr. Hideyo Noguchi, y del Centro de Investigaciones Regionales (ahora Departamento de Estudios de Cultura Regional, perteneciente al mencionado Centro de Investigaciones). El CRS del INAH, fundado en 1970, comenzó a fomentar las investigaciones al consolidar su Departamento de Antropología Social en 1977. El INI, además de integrar a las comunidades indígenas al desarrollo nacional, también apoya financieramente en la formación de investigadores yucatecos y la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY, fundada a iniciativa del maestro Alfredo Barrera Vásquez, ha formado ya a más de 10 generaciones de antropólogos, auspiciado numerosas investigaciones y establecido convenios con otras universidades. En tiempo reciente, el Departamento de Estudios de Cultura Regional inició investigaciones y promueve a sus alumnos para la obtención de posgrados. Otras instituciones patrocinadoras, eventualmente, de algunas investigaciones en la Península han sido la SPP, el Instituto Nacional sobre Recursos Bióticos (Inireb) (actualmente inexistente), el Colegio de Posgraduados de la UACH y el CIQRO, así como las universidades extranjeras de Laval y Calgary, en Canadá, y las de Cornell, John Hopkins y Harvard, en los Estados Unidos de América. La antropología que nació y creció en México a la sombra de las instituciones, en la Península se dio a conocer por medio del estudio de Tusik-Chan Kom-Dzitás-Mérida (1940), de Robert Redfield y Alfonso Villa Rojas.

Regiones socioeconómicas. En 1977, en lo que sería la sección de Antropología Social en el Centro Regional del INAH se planteó que para identificar los problemas regionales básicos y establecer prioridades de investigación era necesario conocer los acontecimientos socioeconómicos más relevantes y evaluar críticamente la investigación antropológica en el Sureste. En 1979 se inició el proyecto «Regiones socioeconómicas» que definió las siguientes: henequenera, de producción de autoconsumo, de producciones frutícola y hortícola del Sur y ganaderas oriental y de la costa.

El plan se centró en la región sur de Yucatán, una de las menos estudiadas pero que registraba acelerado proceso de cambio tanto en los patrones productivos como de acumulación de capital, características ocupacionales y procesos de intercambio y destino de la producción, creado por el apoyo estatal que permitió el desarrollo de un polo agrícola de riego que se pretendía extender a vastas zonas de la Península, sin que hubiera un estudio fundamentado sobre las implicaciones socioeconómicas de dichos planes. A partir de entonces la investigación se conceptuó como la descripción y clasificación de las formas completas de integración sociocultural distintas e intermedias de los niveles nacional, local y comunal y como resultado de un proceso que comprendió tanto las relaciones de los hombres con el medio ambiente como las de los hombres entre sí. El tema central lo constituyó el análisis de la evolución histórica de la configuración regional. Posteriormente se consideraron las etapas de penetración del proceso de acumulación capitalista en la agricultura de la zona y la manera como se interiorizó en las formas y unidades de producción correspondientes. Tales etapas eran: 1. El desarrollo de la hacienda en la primera mitad del siglo XIX y principios del XX; 2. El desarrollo de la economía campesina entre 1915 y 1950, y 3. El desarrollo de la economía comercial de riego y los planes de desarrollo estatal. Estas investigaciones estuvieron a cargo de Margarita Rosales González, Carmen Morales Valderrama y Lourdes Rejón.

Los análisis subsiguientes dieron como resultado la delimitación geográfica actual de la región Sur, dentro de un nuevo tipo de desarrollo apoyado o iniciado por el capital estatal. Simultáneamente se trabajaron dos análisis: uno sobre la clasificación de las unidades de producción o tipos de empresa que había en la región según su especialización productiva y a las características de acumulación que predominaban, y el otro sobre las características que asumía la ocupación de los campesinos ante este nuevo proceso de acumulación que afectó a la zona citrícola, tratando de medir las repercusiones que esto tuvo para el ingreso de la unidad doméstica y las fuentes de subsistencia en general de la unidad económica campesina.

Asimismo, se estudiaron casos de unidades de producción y ciclos de actividades asociadas, que contribuyeron en aspectos clave del desarrollo de la región. Para entender las formas de financiamiento se tomó como ejemplo uno de los pozos del Plan Chac y se realizó una observación y registro del mercado de Oxkutzcab. Respecto de la determinación de las etapas de desarrollo del campesino y de la hacienda se realizaron subproyectos. La recopilación de información oral se centró en la reconstrucción de un estudio: la hacienda Tabi. Los resultados esclarecen algunos aspectos de la evolución de esa zona, tales como el papel de la hacienda diversificada del siglo XIX así como el modelo de desarrollo capitalista que dominó en la región sur de Yucatán durante la etapa porfiriana. Respecto de la segunda etapa de desarrollo —el de la economía campesina hasta 1960— se trabajó preferentemente con recopilación de historias orales y documentos sobre dotaciones de tierras e inicios del riego y de cultivo de cítricos. Se elaboraron varios estudios para ilustrar los procesos de acumulación de la pequeña burguesía local, que señalaron que el trabajo de la economía campesina de Oxkutzcab, particularmente en la primera mitad del siglo, definió las condiciones ambientales históricas y socioeconómicas que hicieron posible que los campesinos intensificaran sus sistemas de cultivo de manera independiente y previa a los proyectos estatales.

Economía campesina y dinámica de la milpa. En 1977/1978, en Valladolid, Arturo Warman coordinó un análisis de los cambios sufridos en la economía campesina de la zona maicera de Yucatán y publicó una apreciación global del conjunto de cambios operados en la economía maicera señalando cuáles han sido las estrategias de la sobrevivencia de los campesinos mayas. Este primer acercamiento a la economía campesina milpera renovó el interés por estudiar a fondo el campo yucateco. Con el apoyo de la SPP, la SARH y el Colegio de Posgraduados de la Universidad Autónoma de Chapingo, en 1979 surgió el proyecto «Dinámica de la milpa», con sede en Yaxcabá, que coordinó Efraín Hernández Xolocotzi. Su objetivo fue analizar los trabajos relacionados con la producción maicera y que en conjunto integran el complejo milpa.

Los avances de la investigación se publicaron en memoria del Seminario de Producción Agrícola de Yucatán, celebrado en Mérida del 7 al 10 de mayo de 1980. Paralelamente, Peter Ewell de la Universidad de Cornell, analizó en el sur del estado las alternativas complementarias de la economía campesina a través de la fruticultura. Deborah Merrill estudió en Chan kom (1979) la apicultura en la misma dimensión. El alemán Berndt Neugenbauer trabajó en Oxkutzcab en los sistemas complementarios milpero, ganadero y forestal mediante la participación activa de campesinos de la región.

Innovaciones tecnológicas. Dos líneas de trabajo se desprenden del primer esfuerzo institucional de investigación regional y del redescubrimiento de la dinámica milpera: 1. La organización de un seminario sobre regionalización para confrontar ideas y experiencias entre los investigadores de la Península y, 2. La necesidad de analizar lo que ha ocurrido con los «beneficiarios» del desarrollo al recibir la tecnología generada por los investigadores y planificadores. Ante esta inquietud se integró el taller de Investigaciones sobre Tecnología Agropecuaria y Sociedad que se propuso estudiar los problemas en este campo mediante el proyecto «Impactosocioeconómico de la innovación tecnológica en el cultivo de la milpa en Yucatán, que se inició en 1983 con la participación del CAEUX/-CIAPY/INIA/SAS/CRY/INAH. Para conocer las condiciones de la producción milpera que propiciaron la adopción o el rechazo de las innovaciones promovidas se manejaron las hipótesis A: que había diferencia de acuerdo con el momento de integración capitalista de cada comunidad y B: que el programa sería adoptado de acuerdo con los tipos de unidades de producción existentes en cada población.

La sección de Antropología Física del CRY del INAH evaluó las repercusiones de las innovaciones tecnológicas y se desarrollaron dos subproyectos: «Patrones alimenticios de Ichmul, Yucatán: sus determinantes socieconómicas», para conocer las características de la alimentación poblacional y predecir un mejoramiento de la misma mediante mayores ingresos con el incremento de la producción y establecer, mediante el rescate etnográfico, una estrategia de apoyo a la alimentación al utilizar los recursos de la milpa; el otro, «Evaluación de las repercusiones de la innovación tecnológica en el cultivo de la milpa en Yucatán», coordinado por Carmen Morales Valderrama sobre la Estructura Corporal, demostraron la forma como ha cambiado el sistema de milpa así como el medio ecológico que lo posibilitó, con relación a la forma de penetración del sistema capitalista en las comunidades. Como parte del proyecto «regiones» se estudió la producción y reproducción de la ganadería ejidal en el municipio de Panabá (1985), que constó de dos etapas: definir los modos de desarrollo de la ganadería de la entidad y profundizar en el estudio de la ganadería ejidal a través de las unidades de producción.

Problemática henequenera. Los estudios realizados en este aspecto han sido, entre otros, los siguientes: El grupo doméstico en una localidad henequenera de Yucatán, realizado por Juan Jesús Arias (1972), quien trató de identificar en Baca los problemas que aquejan a la zona henequenera y que mantienen deficientes las condiciones de vida de los campesinos, así como el papel que juegan las agencias gubernamentales. Posteriormente, con sede en Motul y coordinado por Patricia de Leonardo, el CISINAH trabajó en la historia económica de la zona henequenera (1977), en que se abordaron la intervención del Estado en la industria henequenera y la población y las fuentes de ocupación (Dzemul); los parcelarios y los ejidatarios (Telchac Pueblo); la proletarización henequenera (Kiní y Ucí); la depuración ejidal y las vías de diversificación (Dzidzantún y Telchac Pueblo), que dio como resultado la tesis Henequén y población en Yucatán: Dzemul a manera de ejemplo (1979). En 1978 Ana Paula de Teresa investigó sobre Cordemex; Ricardo Garibay laboró en Dzidzantún acerca de los proyectos de diversificación productiva a través del fomento de hortalizas; Deborah Arriaga W., estudió la explotación de la mujer y María Dolores Barrios, la pesca. Existe larga serie de investigaciones que se centran en dos inquietudes fundamentales: la acción estatal en la búsqueda de solución a la problemática henequenera y las posibles alternativas de diversificación. Gustavo Abud Pavía abordó la reforma agraria (1982); Jorge Pacheco la economía de subsistencia de una comunidad henequenera en extinción (1984); José Antonio Lugo la ganadería como posible factor de cambio en una ex hacienda henequenera (1984); Silvia Mena la migración de un ejido henequenero (1985); Lucía Mantilla las unidades agrícolas e industriales de la mujer (1986); Gabriela Vargas la reproducción de la fuerza de trabajo (1986) e Iván Vallado algunos movimientos campesinos.

Antropología urbana. Para rescatar el material de estudio sobre Mérida, recopilado por investigaciones de Asael T. Hansen (1935), y darle continuidad a los trabajos de Robert Redfield, Juan Ramón Bastarrachea Manzano registró los cambios de la última década, que dieron origen a la publicación Mérida, de capital colonial a naciente metrópoli en 1935, editada por el INAH (1985) y a otros trabajos. El propio INAH fue sede ese mismo año del proyecto «Los hogares de las trabajadoras de la industria del vestido en Yucatán», coordinado por Florencia Peña, aunque años antes Virginia Molina coordinó a estudiantes de la UADY y la UAM-I en Valladolid en un proyecto que resultó en la tesis La organización social de un barrio urbano en Valladolid, Yucatán, de María del Carmen González Bolio. Otros se ocuparon de fenómenos como la marginación, migración y «el trabajo entre lugar».

Antropología, industria y obreros. En este renglón pueden agruparse desde los trabajos de Richard A. Thompson (1974), quien realizó en Ticul un análisis de la pequeña industria zapatera, hasta la tesis de Lizbeth Tzuc Canché, sobre el mismo tema (1987), pero como parte de los trabajos que desde hace años realiza el Departamento de Estudios sobre Cultura Regional. Otros estudios efectuados han sido sobre la industrialización y el movimiento obrero en la siderurgia yucateca, de Leticia Paredes Guerrero y Georgina Rosado Rosado; y el de la cultura obrera, a cargo de Luis A. Várguez Pasos y de la industria maquiladora, de Beatriz Castilla Ramos y Arcadio Sabido. Las artesanías han sido el tema más abordado: Alice Littlefield investigó en Tixkokob sobre las hamacas (1976); Elba Durán y Laura Donnadieu en Temozón sobre economía campesina.

Antropología y medicina. En 1978, con el apoyo del CIESAS se emprende en Ticul un proyecto en esta rama en coordinación con la Escuela de Salud Pública de la SSA, bajo la dirección de Eduardo L. Menéndez y con la participación de Marta Ramírez y Violeta Guzmán, con descripción y análisis de la estructura social y económica de Yucatán relacionada con las instancias de salud-enfermedad, así como las instituciones que ofrecen servicios en esta área. Existen también trabajos sobre la medicina tradicional yucateca, entre ellos los de Elena Gottdiener (1976), Miguel A. Güémez (1984), José A. Fuentes (1984), e Indalecio Cardeña Vázquez (1986).

Los mayas y el cambio social. En 1977-1978, como prolongación de los estudios de Robert Redfield, los investigadores Alfonso Villa Rojas y Mary Elmendorff analizaron, el primero, los rasgos de identidad étnica que han persistido en Chan Kom pese a la modernización, y la segunda el comportamiento de las mujeres mayas en torno a las relaciones sexuales, el nacimiento de los niños, etcétera. De sus publicaciones, editadas en inglés, sólo La mujer maya y el cambio fue traducida al español (1973). Como ayudante trabajó Hilaria Maas Collí, quien en 1983 estudió la transmisión cultural en Chemax. Otras investigaciones han sido: Los procesos de colonización inducida en Quintana Roo, de Odile Fort (1977); El rol del trabajo infantil en la economía campesina de Chan Kom (1979) y el proceso de producción melífera, de Deborah Merril; el cambio de algunas comunidades mayas a través de la organización de su producción (1982), de Marie France Labrecque e Iván Bretón; el mercado y los patrones de dependencia de Dzidzantún (1987), de Denise Fay Brown; los procesos de cambio a través del desarrollo de la horticultura comercial y de los procesos políticos electorales, de Guadalupe Cámara González y Magnolia Rosado el primer análisis, y de Efraín Poot Capetillo, el segundo (1985/1986).

Ganadería, bosques, pesca y turismo. La modernización de la producción en la Península de Yucatán durante los últimos años registra una tendencia hacia la especialización laboral.

En Yucatán la ganadería ha venido desplazando tanto al henequén como a la milpa tradicional. Entre las investigaciones realizadas al respecto figuran las de Elio Alcalá e Iván Bretón sobre los pescadores y su organización en Chabihau (1972/1973); los proyectos arqueológicos turísticos de Cobá, Tulum, Cancún, etcétera, y su impacto en la medida en que aumentaron las carreteras y la derrama económica; lo que sucede en los bosques a partir de la llegada de las compañías chicleras y madereras, de Herman Konrad, de la Universidad de Calgary; las condiciones laborales de los pescadores de camarón, a partir de un proyecto del CISINAH, en Campeche, de Roberto Melville y en el que participaron Luis Manuel Sandoval y Elsa Peña, quien estudió la colectivización ejidal en Hool. Roberto Rodríguez elaboró una topología de los pescadores de la Laguna de Términos (1984), con la colaboración de Jorge Angulo Barredo, de la UADY, quien trabajó en Sabancuy. José Luis Domínguez coordinó en la UADY a antropólogos y veterinarios para procurar el desarrollo de la ganadería yucateca e identificar las zonas potenciales, aunque el proyecto se suspendió. Con apoyo del Fideicomiso Henequenero se efectuaron muestreos técnicos y observaciones sociológicas acerca del comportamiento de cinco unidades ganaderas ejidales representativas de la zona henequenera en el municipio de Abalá, con la participación del propio Domínguez, Miguel Mañaná, Carlos Franco y Marco Tamayo.

Religión, educación e identidad cultural. Los campesinos mayas, con su economía de subsistencia, han logrado sobrevivir a los procesos de modernización y, en ocasiones, han hecho funcionales actividades que atentaban contra sus hábitos, tradiciones e identidad. El tema religioso adquiere capital importancia si se le considera de reivindicación étnica que viene a reforzar sus estrategias de sobrevivencia. Patricia Fortuny trabajó en torno al papel que han jugado las iglesias en la conformación cultural de la Península. Basadas en la tesis de Beatriz Cáceres M. y la propia Fortuny (1977), Rebeca Inclán coordinó en 1979 a un equipo de antropólogos del Departamento de Estudios Étnicos del INAH que investigó acerca de los libaneses, considerados minoría étnica, asimilados por la población yucateca; María Teresa Cuevas Seba y Miguel Mañaná profundizaron, posteriormente, en el proceso de asimilación de tal minoría étnica.

Otras investigaciones han sido Los rituales funerarios de los campesinos de Maní (1984), de Emilia Echeverría León; El ritual de lluvia de los mayas, de María Odile Marion. En la antropología educativa figuran La cultura rural en Yucatán (1982), de Beatriz Zavala, quien compara la relación entre la identidad cultural y la educación formal entre una colonia de Mérida y Xocén y Cuzamá; Ideología y transmisión cultural en los niños de preescolar, de Nancy Villanueva (1986-1987), sobre los juegos de los niños. Puede decirse que los trabajos de investigación más interesantes que se han presentado en los últimos 20 años acerca de cultura e identidad en la Península de Yucatán han sido los de Miguel Bartolomé y Alicia Barabas, relacionados con la Guerra de Castas y su continuidad en la resistencia de los mayas contemporáneos de Quintana Roo, y el de Paul Sullivan acerca de la comprensión de los elementos culturales fundamentales derivados de la propia cosmovisión maya. Durante 1973-1974 los dos primeros, investigadores argentinos especializados en movimientos mesiánicos y conflictos interétnicos, estuvieron en las comunidades mayas donde habitan los descendientes de los Cruzoob.

En 1974 Barabas publicó Profetismo, mileniarismo y mesianismo en las insurrecciones mayas de Yucatán y Bartolomé analizó, desde Tixcacal Guardia, la iglesia maya de Quintana Roo, su vigencia y características organizativas. Las obras fueron editadas conjuntamente por el INAH en 1977. Paul Sullivan, de la Universidad John Hopkins, estudió, en la comunidad de Señor, los conflictos políticos y los cambios económicos y sociales más recientes y se adentró en la cosmovisión maya. Otros estudios de investigadores extranjeros han sido El análisis del mito del caballo, del francés Michel Boccara, quien en 1978 estuvo en Tabi, municipio de Sotuta. Teresa Federico Arreola y María Ramos González (1977/1982), respectivamente, realizaron investigaciones etnológicas y sobre la formación de antropólogos en Yucatán.