Amapola

Amapola  (Pseudobombax ellipticum) Planta perteneciente a la familia de las bombacáceas, llamada así porque las especies que la integran son de maderas suaves, denominadas maderas de balsa. La ceiba, árbol sagrado de los mayas, es pariente cercano de la amapola, así como el famoso y enorme baobab de Madagascar, los cuales comparten características con unos 52 géneros ampliamente distribuidos en las regiones tropicales de América, África y Asia. Sin embargo, fuera de Yucatán la amapola se asocia con la flor de donde se obtiene opio, que crece de una planta herbácea perteneciente a la familia de las papaveráceas. La amapola de Yucatán, crece en forma natural sólo en México, Guatemala, Belice y El Salvador. En México se encuentra en la vertiente del Golfo, desde San Luis Potosí y Tamaulipas hasta la Península de Yucatán; y en la costa del Pacífico, desde Sinaloa hasta Chiapas, donde crece mejor al nivel del mar y hasta altitudes de 500 m. La amapola es un árbol que alcanza 30 m de alto. Su tronco es recto y sus ramas horizontales y colgantes en una copa amplia. Tiene la corteza lisa y con muchas fisuras. En los árboles más viejos es parda con manchas verdosas. Sus hojas son ovaladas, anchas y muy amplias; crecen en espiral amontonadas en la punta de las ramas.

La amapola pierde sus hojas de diciembre a marzo y las hojas jóvenes son de color rojo intenso. Florece de enero a junio, al final de la época de secas, cuando las hojas viejas hace mucho que cayeron y las nuevas apenas comienzan a brotar. Entonces, la amapola se transforma para lucir sus flores de numerosos y largos filamentos en una explosión de color. Sus cinco pétalos, de 12 a 15 cm de largo, son rosados en la base y morenos en su punta redondeada. Además, son pubescentes, es decir, están cubiertos densamente por finas vellosidades. Los múltiples estambres son de color rosado intenso, coronados de polen blanco amarillento, mientras que el estilo es más largo y blanco. Las flores de la amapola son ligeramente aromáticas. Su cáliz es de forma tubular y alargado, de color verde rojizo. El fruto, verde, es una cápsula alargada de hasta 25 cm con cinco gajos o valvas y, por tanto, cinco surcos longitudinales que las separan. Las semillas están cubiertas por una fibra sedosa y cuando madura el fruto los gajos se abren para liberar los blancos copos. Solitarias, crecen junto a las cicatrices de las hojas caídas, en una base roja, larga y gruesa formada por el cáliz, que se extiende como tubo desde la rama del árbol hasta donde brota la flor. Es probable, como mencionan las fuentes de información proporcionadas por el Departamento de Recursos Naturales del Centro de Investigación Científica de Yucatán, CICY, que el cáliz de la flor de la amapola sea el que usan los indios guatemaltecos de Sololá para hacer originales pipas, aprovechando la copa como recipiente y el largo tallo rojo como conducto y que venden en los mercados de Chichicastenango. La belleza de sus flores ha hecho que se utilicen para decorar iglesias y hogares, además de que, preparada como té, sirve para aliviar la tos. Por su suavidad, la madera de la amapola es apreciada para la fabricación de chapas, aunque tiene gran inconveniente su elevado contenido de agua y resinas que dificulta el proceso. Sin embargo, como los demás miembros de su familia, es utilizada por indígenas de comunidades apartadas para la construcción de canoas, debido a su ligereza y flotabilidad, además de que tiene buenas cualidades para el torneado. La corteza tiene también uso medicinal, pues en cocimiento sirve como remedio doméstico para la tos y el resfriado. En su interesante libro El redescubrimiento de Yucatán en anécdotas sencillas, Alfredo Barrera Vásquez menciona la importancia de la fibra algodonosa que cubre la semilla dentro del fruto de la amapola, característica de los géneros de la familia de las bombacáceas y que se conoce como kapok, nombre popular de uno de los géneros, Eriodendron, que es también un tipo de ceiba. Barrera Vásquez señala que las especies más importantes por su producción de kapok son la ceiba y el pochote. Los usos del kapok son muy diversos. Localmente, la fibra algodonosa se usa para rellenar cojines y almohadas. Su principal cualidad es su flotabilidad cinco veces superior a la del corcho, propiedad que se debe al gran número de filamentos formados por una celdilla impermeable llena de aire, que permite a la semilla flotar con el viento. Para uso del hombre se aprovecha como materia prima en la fabricación de salvavidas, trajes para aviadores, aislante térmico y acústico o, incluso, para hilarlo mezclado con el lino o seda. Barrera Vásquez afirma que el cultivo de plantas que producen kapok se está extinguiendo en Centroamérica, aunque en Guatemala y El Salvador, en el tiempo en que escribió su libro, se habían sembrado unas 325,000 y 195,000 plantas, respectivamente. «A los seis años, estos árboles comienzan a producir cosecha, de modo que pronto esos dos países serán productores de esta preciosa fibra. Yucatán también puede ser productor de primera línea», apunta en asombrosa coincidencia con la necesidad actual de buscar alternativas de producción rural con especies nativas de la región, dentro de los programas de desarrollo de la zona henequenera. La rapidez de crecimiento de la amapola y, en general, de la familia a la que pertenece, la hacen una especie ideal para programas de reforestación, además de que sus llamativas flores adornan los lugares donde crece, sin olvidar la probabilidad de aprovecharla como productora de kapok.