Artrópodos

Artrópodos  Animales invertebrados cuyos cuerpos, bilateralmente simétricos, están formados por una serie de segmentos colocados en sentido longitudinal y provistos de apéndices constituidos, a su vez, por diversas partes llamadas artejos. Esta nutrida fauna en la Península de Yucatán comprende el phylum más rico en especies, no sólo en la región sino en el mundo entero e incluye cangrejos, percebes, arañas, alacranes, escolopendras, escarabajos, mariposas, libélulas, saltamontes, hormigas, abejas, langostas de mar, etcétera, cada uno de los cuales se integran en diversas clases: crustáceos, aracnóideos, onicóforos, miriápodos e insectos. Aquí se hace sólo una somera revisión de los principales grupos de especies, para dar una idea de la abundancia y diversidad de esta fauna, en la que están incluidos insectos nocivos, peligrosos, benéficos y útiles. Conviene subrayar, sin embargo, que tales calificativos son un tanto arbitrarios y convencionales, referidos únicamente a la relación que guardan con el ser humano. Por lo demás, a menudo tienen un carácter dual por cuanto a la vez o en diferentes etapas de su vida son benéficos o perjudiciales. Así, los lepidópteros o mariposas, en general, son dañinos en su fase de larva u oruga, ya que dañan o destruyen las plantas, pero son benéficos en su fase adulta debido a la actividad polinizadora que realizan. Los mosquitos transmiten enfermedades, pero sus larvas limpian las aguas estancadas al alimentarse con la materia orgánica que tienen en suspensión. Los alacranes o escorpiones, de picadura dolorosa exterminan gran cantidad de insectos nocivos.

Por lo demás, independientemente de lo perjudiciales o positivos que resulten para el hombre, los artrópodos tienen papeles definidos en los ecosistemas. Entre los insectos considerados dañinos puede mencionarse a los mosquitos (en maya, k’oxol), de los cuales hay numerosas especies de los géneros Aedes, como A. aegypti, transmisor de la erradicada fiebre amarilla, Anopheles, como A. albimanus, vector del paludismo, el dengue y otros trastornos y Culex, de las que la más común es C. quinquefasciatus. De alacranes (en maya, sinaan), hay varias especies del género Centrurus. En general, el veneno de los alacranes peninsulares es mucho menos potente y activo que el de los de la costa del Pacífico y las regiones áridas del norte de México, aunque su picadura es dolorosa y provoca reacciones locales o generalizadas que resultan molestas y pueden llegar a ser serias. Actualmente este veneno es aprovechado para preparar medicamentos, tal es el caso de la alacranina. Es también dolorosa la picadura de los llamados ciempiés o quilópodos, que inoculan una sustancia venenosa con la cual paralizan a las lombrices, gusanos, insectos y otros invertebrados con que se alimentan y que ocasionan fuertes reacciones en el organismo humano. Los diplópodos o milpiés, que se distinguen de los ciempiés por su mayor número de patas y por tener el cuerpo redondeado y no aplanado, no pican, pero muchos segregan una sustancia de fuerte y desagradable olor que impregna persistentemente los dedos al tocarlos. Entre los insectos picadores se puede citar también a las chinches y otros heterópteros. Las chinches domésticas no sólo provocan intensa comezón con sus piquetes sino que pueden transmitir enfermedades y excretan un líquido pestilente. Estas chinches pertenecen al género Cimex y la familia de los cimícidos y todas ellas son hematófagas. A la familia de los redúvidos, más nutrida, pertenecen principalmente especies depredadoras de mayor tamaño que persiguen y cazan a sus presas y que pueden picar al hombre si son molestadas. Su piquete es particularmente doloroso.

Entre las plagas del ganado se puede citar a la garrapata y al llamado gusano barrenador, que es la larva de una mosca de gran tamaño y color azul metálico, Callitroga hominivorax, que deposita sus huevecillos en las heridas de los animales de sangre caliente. Al nacer las larvas, se alimentan con la propia carne del animal vivo, ocasionándole debilidad e incluso la muerte, cuando la infestación es muy grande. Hay igualmente numerosas especies de artrópodos que constituyen plagas agrícolas. Por ejemplo, las cigarras o chicharras de la familia de los cicádidos, que pasan la mayor parte de su vida bajo tierra y afectan a las plantas al perforar las raíces para extraer la savia. Algunas especies pueden así inclusive transmitir enfermedades vegetales, como el amarillamiento letal del cocotero.

A la familia de los cercópidos pertenecen los llamados salivazos, que se alimentan succionando los jugos de las plantas y que reciben su nombre común porque para protegerse de los depredadores segregan una masa de espuma que los cubre enteramente. Por contraste con las muchas especies que son plagas de la agricultura y la vegetación natural, otras son activas depredadoras de todo tipo de artrópodos y contribuyen a mantener bajo control las especies nocivas. Tal es el caso, como ejemplo notable, de las llamadas mariquitas o catarinas, que son pequeños escarabajos devoradores de pulgones. Hay muchas especies de ellas y un criterio usado por los entomólogos para clasificarlas es el número y distribución de sus características manchas redondas. En cuanto a los escarabajos en general, que están incluidos en el extenso orden de los coleópteros, constituyen probablemente el mayor grupo de insectos y artrópodos de la Península. Los hay de una enorme diversidad de tipos, tamaños y costumbres y ocupan muy variados hábitats. Algunos son dañinos, como los gorgojos, ya que atacan a los granos durante el cultivo y el almacenamiento. Otros, en cambio, rinden importantes beneficios indirectos, como los sepultureros y los coprófagos o peloteros (en maya, x’cuclin). Estos últimos se alimentan con estiércol de animales silvestres o domésticos, el cual transportan haciéndolo rodar y formando una bola en el proceso, para después enterrarlos y utilizarlos como alimento del propio escarabajo o de las crías que nacerán de los huevos que ahí deposite. Esta actividad de los peloteros es muy benéfica en las zonas ganaderas, ya que impide acumulaciones de excremento en las cuales prosperarían moscas, inclusive la del llamado gusano barrenador del ganado. Los sepultureros, por su parte, se denominan así porque entierran cadáveres de artrópodos y pequeños vertebrados para utilizarlos como alimento en forma similar a los coprófagos, y con ello contribuyen a la recirculación de materia orgánica en los ecosistemas.

El orden de los coleópteros comprende especies muy llamativas por sus grandes dimensiones y el peculiar aspecto que les dan ciertas prominencias frontales a manera de cuernos o espolones o bien por sus enormes mandíbulas. Entre los géneros de gran tamaño existentes en la Península se puede mencionar Dynastes, Megasoma y Golofa, que llegan a superar los 6 o 7 cm de longitud. Al orden Coleoptera pertenecen también muchos de los abundantes insectos acuáticos que se encuentran en los cenotes, aguadas y zonas inundadas costeras de la Península. Son muy conocidos, por ejemplo, los girínidos, a los que a veces se llama cucarachas de agua, que se mueven con gran rapidez sobre la superficie, dando vueltas continuamente e impulsados por sus patas medias y posteriores transformadas en aletas. Los ditíscidos tienen igualmente las patas traseras modificadas con cerdas que les permiten «remar» y se sumergen en busca de larvas, pececillos y otros animales a los que persiguen y atrapan. Otros insectos acuáticos pertenecen al orden de los heterópteros y son también abundantes. Entre ellos se puede citar a los népidos o escorpiones de agua, que poseen un fuerte aguijón con el que inoculan un veneno paralizante en sus víctimas. Los belostomátidos se reconocen fácilmente por su cuerpo ancho y aplanado, su gran tamaño y la gran agilidad con que nadan en persecución de renacuajos, larvas de insectos y otros pequeños animales, a los que también paralizan inyectándoles veneno. A diferencia de los anteriores, los insectos de las familias Gerridae, Velidae e Hidrometridae, no se sumergen sino que viven esencialmente en la superficie del agua, aprovechando la tensión superficial del líquido y la acción hidrófuga de los pelillos que les recubren las patas y de las secreciones oleosas que producen. Los animales de estas familias se caracterizan por ser generalmente de cuerpo y patas alargadas y delgados. Todos son carnívoros y se alimentan de una variedad de invertebrados.

También son de vida acuática en su fase de larvas las libelúlas (en maya, turix o tulix), que pertenecen al orden de los odonatos y de las cuales hay numerosas especies en la Península. Tanto de larvas como de adultos, son voraces depredadores, generalmente diurnos con extraordinaria habilidad. Igualmente se distinguen por su vocación los mántidos (en maya, ts’awayak), que reciben el nombre vulgar de mantis religiosa. Ello se debe a la peculiar postura que adoptan, como si oraran con las manos juntas y que se debe a la adaptación estructural que han sufrido sus patas delanteras para atrapar a sus presas y resultan ya inútiles para caminar. Existen numerosas especies de los géneros Tespinae, Mantinae y Angelinae entre otros, algunas de las cuales alcanzan gran tamaño y son por lo común de color verde o pardo para confundirse con la vegetación, ya que cazan al acecho y no vuelan. Tampoco vuelan los fásmidos llamados insectos palo o palitos caminantes, de cuerpo y patas notablemente alargados, aunque algunas especies tienen órganos de vuelo bien desarrollados. Por su aspecto y su color se mimetizan con la vegetación y parecen ramitas, de modo que engañan a posibles depredadores y víctimas. Los anteriores ejemplos dan idea de la gran diversidad de la fauna de artrópodos de la Península, que incluye también numerosas especies de avispas, abejorros, avispones, cucarachas, incluso algunas de gran tamaño, abejas silvestres, opilones o segadores, que son artrópodos de larguísimas patas parecidos a las arañas, cochinillas, arañas, ácaros, tisanuros o lepismas, destructoras de libros, grillos, luciérnagas, moscas y otros muchos.