Ay, Manuel Antonio

Ay, Manuel Antonio  (1819-1847) Personaje principal del primer capítulo de la llamada Guerra de Castas. Nació en el pueblo de Chichimilá cerca de Valladolid. Siendo todavía niño se dedicó a las faenas agrícolas; y ya desde joven, se distinguió como hombre activo y capaz de adoptar decisiones. En 1840 comenzó a participar en las luchas de los bandos políticos en pugna; teniendo un grado militar encabezó un grupo armado que transportó víveres de Valladolid a Campeche y en 1846, con el grado de sargento, participó con sus hombres en el asalto al pueblo de Chemax. Posiblemente como resultado de estas acciones fue designado cacique de Chichimilá; en enero de 1847 participó en el sitio de Valladolid bajo las órdenes del militar Antonio Trujeque. Poco después, en el rancho Xihum, distante unos 100 km de Chichimilá, se reunió con otros caciques, entre ellos Cecilio Chí, Jacinto Pat, Venancio Pec y Bonifacio Novelo, para acordar los planes para una sublevación. Se comenzó a hacer acopio de armas traídas de Belice y de víveres, en la hacienda Culumpich, propiedad de Jacinto Pat cercana a Tepich y Tihosuco. El 17 de julio de 1847 fue denunciado este movimiento al jefe político de Valladolid. Al día siguiente, 18 de julio, Manuel Antonio Ay concurrió a la casa-cantina de Antonio Rejón, juez de paz de Chichimilá, quien extrajo del sombrero de Ay una carta dirigida a éste por el otro jefe Cecilio Chí desde Tepich, que decía: «Muy señor mi amigo: hagame usted favor de decirme gatos (cuantos) pueblos hay avisados para el caso, para que usté me diga gando (cuando) item quiero que usté me diga si es mejoro (mejor) mi intento es atracar a Tihosuco para que tengamos toda provisión: hasi aguardo la respuesta para mi gobierno, me dice usté o me señala usté el día en que usté ha de venir aquí conmigo porque acá me están siguiendo el bulto, por eso se lo digo a usté, me arusté (hará usted) el favor de avisarme dos o tres días antes, no deje usté de contestarme, no soy más que su amigo que lo estima-Cecilio Chí.» Esa misma tarde, esta misiva comprometedora fue entregada en Valladolid al coronel José Eulogio Rosado, quien inmediatamente dirigió un oficio a Valentín Barrera, capitán de una compañía del batallón ligero, para que asociado al escribano Manuel Rosado instruyera el proceso correspondiente, contra Manuel Antonio Ay, a quien había mandado ya a buscar con fuerza armada a Chichimilá y mandó practicar un registro en su casa, encontrándose una carta dirigida a Bonifacio Novelo, una lista con los nombres de varios indígenas de Chichimilá y otros documentos relativos a la conspiración. Con todas estas pruebas y las declaraciones de él y de varias personas, se formó el expediente entre los días del 21 al 25 de julio, enviándosele al comandante militar quien en uso de las facultades de que el gobierno lo había investido, pronunció su fallo condenándolo a la pena de muerte. Esa tarde, ya conocido el fallo y estando Ay en capilla, a petición de él se hizo pasar a su hijo, de unos 13 años, se despidió de éste y le entregó su sombrero, sus alpargatas y su pañuelo para que conservara como recuerdo. Al día siguiente, 26 de julio de 1847, a las cinco de la tarde, fue fusilado en el atrio de la iglesia de Santa Ana en Valladolid, ante numerosas personas, sobre todo indígenas, y todas las tropas de la guarnición que fueron movilizadas para impedir cualquier acción de rescate. El cadáver fue colocado en un ataúd y cargado en hombros y bajo la custodia de un pelotón de caballería, conducido al pueblo de Chichimilá; ahí se le dejó en el local oficial y permaneció toda la noche, siendo inhumado al día siguiente.