Alpuche e Infante, José María

Alpuche e Infante, José María  (1780-1840) Nació en Campeche y falleció en la Ciudad de México. Presbítero. Senador y diputado por Tabasco. Presidente del Congreso General. Cura beneficiado de la parroquia de Cunduacán, Tabasco. Teniente vicario provincial del Obispado de Yucatán. Combativo político y apasionado federalista. Orador de gran elocuencia. Terminado en Campeche, su ciudad natal, el aprendizaje de rudimentos de gramática española y latina y de algunas ciencias, fue matriculado en el Seminario Conciliar de San Ildefonso de Mérida. Cursó la carrera sacerdotal y hacia 1810 pasó a la parroquia de la Natividad en la villa de Cunduacán, cabecera del Departamento de la Chontalpa, Tabasco, como suplente de Eduardo de Cárdenas, representante de su provincia en las Cortes Generales y Extraordinarias de Cádiz, España, en 1811. Al fallecer Cárdenas en enero de 1821, Alpuche quedó ya de cura propietario. Volcánico polemista, defendió el sistema federal en el agitado oleaje político nacional, donde su presencia fue sobresaliente a lo largo de tres décadas. Con alboroto del vecindario celebró la capitulación del gobernador Ángel del Toro ante el avance de la Onceava División del Ejército Trigarante, al mando del capitán Juan Nepomuceno Fernández, quien el 31 de agosto de 1821 hizo jurar la Independencia en Villahermosa y en toda la provincia. Mestre Ghigliazza consigna que en el Archivo General de la Nación existe un memorial escrito de puño y letra de Alpuche e Infante, dirigido a Iturbide, en el que el párroco de Cunduacán hace mención de sus servicios. Abandonó el iturbidismo al enfrentarse al jefe superior político y de las Armas de la provincia, coronel José Antonio Rincón, a quien acusó, secundado por otros cuatro sacerdotes, de infringir la Constitución por no haber mandado jurar el Plan de Casa Mata que derrocó a Iturbide. En abril de 1823 se le instruyó causa militar por el «cargo de sedición por pretender separar la provincia de Tabasco para agregarla a la de Yucatán y separarla del gobierno de México». Alpuche fue encerrado en las casas consistoriales y expulsado a Veracruz. Ayuntamiento y Diputación viendo amenazada la próxima erección de Tabasco en estado, en sesiones extraordinarias del 12 y 15 de julio, respectivamente, confirmaron que Tabasco era una entidad de la Federación y que sus límites no serían alterados.

En octubre de 1823 se produjeron disturbios con la participación directa de Alpuche, por la elección de diputados locales y representantes al Congreso General. Al llegar en junio de 1824 el coronel José Antonio Facio como nuevo comandante general para restablecer el orden subvertido, emprendió con el coronel Francisco Hernández una verdadera cacería de Alpuche, conceptuado «el más temible de los rebeldes». El cura de Cunduacán, ya senador electo, se refugió en Tehuantepec y en Oaxaca. En pleno auge de las sociedades secretas, en 1825, Alpuche fue de los más señalados partidarios de la masonería yorkina, abandonando las logias del rito escocés. En el Congreso, además de discutir leyes y reglamentos, protagonizó violentos y espectaculares episodios. Por otra parte, el 1 de junio de 1825 dirigió una carta al recién electo gobernador de Yucatán, José Tiburcio López Constante, apremiándole a defender la soberanía de los estados y a combatir la tiranía de los comandantes militares. Con Gómez Farías, Zavala, Francisco García y Vasconcelos, presentó un trascendental proyecto de ley defendiendo la soberanía nacional y rechazando de España o de cualquier otra potencia, proposiciones que no estuvieran fundadas en el reconocimiento de la Independencia de México. En el Senado presentó también, en abril de 1826, una iniciativa pidiendo la destitución de los españoles que desempeñaban puestos en el gobierno federal. Un año después, inculpó de traición al ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos, Miguel Ramos Arizpe, por haber nombrado juez en Veracruz a un español. En la misma Cámara apoyó la Ley de Expulsión de españoles el 20 de diciembre de 1827. En las elecciones para la presidencia de la República, cuando el engranaje oficial se movía a favor del general Manuel Gómez Pedraza, ministro de la Guerra, Alpuche fue uno de los inspiradores del golpe de La Acordada, dirigido por Zavala, Lobato y el coronel Santiago García, para invalidar la elección de Pedraza y declarar triunfante a Vicente Guerrero. En 1830 editó el folleto: «Manifiesto que el diputado por el estado de Tabasco, José María Alpuche e Infante hace de su conducta pública en la Cámara en la elección de presidente, celebrada en favor de Vicente Guerrero». Cuando el golpe militar de Bustamante amenazaba disolver el Congreso y las legislaturas de los estados, Alpuche, respaldado por otros 25 legisladores, remitió una petición al general Mier y Terán, acompañándola de una carta privada, invitándolo a oponerse a la usurpación que Bustamante hacía de los poderes públicos con la fuerza que Guerrero le había confiado para el servicio nacional. El general Mier, entonces jefe de la Comisión de Límites con Estados Unidos y al mando de fuerzas militares en Matamoros, Tamaulipas y Galveston, Texas resentido de antiguos ataques del cura de Cunduacán, envió los escritos al gobierno protestando su adhesión a éste y su aversión a la persona de Alpuche. Esta denuncia ocasionó su arresto. Se le recluyó en las antiguas cárceles de la Inquisición, se le despojó de todos sus papeles y el Ministerio de Guerra lo puso a disposición de la Cámara de Senadores, que se constituyó en Gran Jurado, sentenciándolo al destierro por seis años. Embarcó para Nueva Orleáns y pasó a Texas. Al extenderse la rebelión de Santa Anna en Veracruz contra el centralismo, en los primeros días de agosto de 1832 Alpuche desembarcó en el puerto jarocho con Zavala, Salgado y Zerecero. Al triunfo federalista, durante el gobierno del presidente en ejercicio Valentín Gómez Farías, Alpuche pasó a Cunduacán a preparar su candidatura y en 1833 volvió al Senado representando nuevamente a Tabasco. Después, desavenido con Santa Anna, comenzó a combatir sus extravíos políticos y pidió enjuiciarlo por arrojar al país al seno de la dictadura militar. El 30 de abril de 1834 Santa Anna clausuró el Senado y ordenó la aprehensión de Alpuche. Conducido a Veracruz, se le tuvo preso en un calabozo de San Juan de Ulúa. No es posible determinar cuánto duró su internamiento, pues ese mismo año visitó por última vez su antigua parroquia de Cunduacán y se embarcó después para La Habana, pero al llegar, el 22 de junio de 1835, fue detenido y encerrado en El Morro, por sospecharse que era enviado de Santa Anna para subvertir el orden en Cuba. Cumplidos 47 días de prisión, fue expulsado de la isla. El 9 de agosto ya estaba en Nueva Orleáns y fue uno de los que suscribieron el Plan para dar libertad verdadera a los Estados Unidos Mexicanos, restablecer la Constitución de 1824, desconocer a Santa Anna y revolucionar Texas.

En febrero de 1838 procedente de Nueva Orleáns llegó a la capital Gómez Farías y se difundió el rumor de que el gobierno sería derribado por un complot del que era cabeza visible con Alpuche, quien también había regresado. Considerados sediciosos, el 7 de septiembre se ordenó detener a Valentín, Alpuche, Francisco M. Olaguíbel, Juan Zalaeta, Joaquín Cardoso, general Ignacio Basadre y el periodista Vicente Envides, acusados de intentos federalistas para enterrar la Constitución de 1836 y volver a la de 1824. Desahogado el proceso se liberó a los consignados, menos a Gómez Farías y a Alpuche. Llevados de una cárcel a otra, los trasladaron finalmente a La Perpetua hasta que el 13 de diciembre un motín popular derribó las puertas de la prisión y rescató a los dos prominentes federalistas. En abril de 1839, Santa Anna hizo detener de nuevo al cura de Cunduacán, por ser uno de sus detractores más peligrosos e insistentes y fue confinado en el convento de Tepotzotlán. En febrero de 1840 se le da por cárcel el convento de Santo Domingo de la capital. Custodiado por los padres dominicos, Alpuche sólo fue espectador de la revolución del general José Urrea y de Gómez Farías, que estalló el 15 de julio y por doce días conmocionó a la capital. La apasionada defensa de sus ideas y sus actitudes no pocas veces desconcertantes, así como la violencia de su temperamento, condujeron a Alpuche e Infante a una accidentada trayectoria de enfrentamientos, destierros y encarcelamientos, a la vez que en ocasiones se precipitaba en la vorágine de incalificables e injuriosas ofensas como las contenidas en sus ataques al obispo José María Guerra. Sin tregua combatió a sus enemigos políticos en la tribuna y en la prensa y fueron abundantes sus colaboraciones en El Águila Mexicana, El Demócrata, El Atleta, ElCorreo de la Federación, LaColumna de la Constitución Federal de la República Mexicana, La Oposición y otros periódicos de la época. Fue socio activo de la Academia de San Juan de Letrán. Terminó su existencia recluido en el convento de Santo Domingo de la Ciudad de México.