Alvarado Rubio, Salvador

Alvarado Rubio, Salvador  (1880-1924) Jefe del Cuerpo de Ejército del Sureste. Gobernador preconstitucional y comandante militar de Yucatán designado por Venustiano Carranza. Nació en Culiacán, Sinaloa. Fue registrado en ese municipio como hijo natural por Timoteo Alvarado, de oficio tintorero. Su acta de matrimonio en Yucatán, levantada el 26 de octubre de 1916, al contraer nupcias con Laureana Dolores Manzano Mendoza, señala, en cambio, que Salvador Alvarado, de 36 años de edad, declaró ser hijo legítimo de los señores Timoteo Alvarado y Antonia Rubio de Alvarado. Los biógrafos aportan escasos datos acerca de su nacimiento y primeros años de vida. Su niñez transcurrió entre Sinaloa y Sonora. En este último estado residió un buen número de años, en un pueblo llamado Potam, donde su padre se dedicaba al comercio de pieles. Allí llegó a la adolescencia. Siendo ya un joven, se trasladó al puerto de Guaymas para trabajar en una maderería y como ayudante en una farmacia. Este último empleo lo consiguió por mediación de su amigo Adolfo de la Huerta. La amistad de ambos se mantuvo toda la vida. Hacia 1906 se fue a vivir a Cananea donde puso su propia botica y se iniciaron sus actividades políticas. Allí estuvo cerca de la famosa huelga precursora del movimiento revolucionario y parece haberse afiliado al Partido Liberal Mexicano de Ricardo Flores Magón.

Desde su adolescencia fue lector ávido de libros y revistas. Entre las obras que más contribuyeron a su formación, según él mismo lo relataba, estuvieron las de varios autores ingleses, uno de los cuales, ejerció en el joven Salvador notable influencia: Samuel Smiles, médico escocés, moralista, promotor de la autoformación. Su libro Self Help (Ayúdate a ti mismo) fue traducido a 17 idiomas y alcanzó extraordinaria popularidad. Alvarado, por otra parte, había aprendido inglés en forma autodidacta y estaba suscrito a revistas escritas en esa lengua; por medio de ellas se informaba de los acontecimientos internacionales. En el campo político y social, recibió influencias del pensamiento liberal y del anarquismo; después tomó contacto con las ideas socialistas de Saint-Simón, Henry George y los fabianos ingleses. En el terreno político, estos últimos fueron su inspiración fundamental, junto con las reflexiones que extrajo de acontecimientos desarrollados en Nueva Zelanda, que luchaba por su autonomía.

En 1909, considerando que en México nunca podrían cambiarse las cosas pacíficamente y por medio de elecciones, Alvarado pasó a la lucha armada revolucionaria. Con Juan G. Cabral, Pedro Bracamontes, Isidro Ayala y otros sonorenses, habían decidido atacar el Cuartel Federal de Cananea el 19 de julio de ese año, pero fueron descubiertos. Alvarado escapó con Cabral, dirigiéndose a los Estados Unidos de América. Vivió por breve tiempo en Mineral del Rey, Arizona, donde puso un pequeño comercio. Su inquietud política se mantuvo viva y, en noviembre de 1910, se incorporó a la lucha de Francisco I. Madero, quien el 3 de diciembre de ese mismo año lo nombró capitán primero. Desde ese momento se dedicó a la carrera de las armas. Como comandante de la Caballería Ligera Revolucionaria participó, en Sonora, en las siguientes acciones realizadas en 1911: asalto y toma de Frontera, distrito de Arizpe, el 12 de febrero; derrota de una fuerza federal en el Cajón de Rodeo, el 17 de febrero; ocupación de las plazas de Banamichi, Huepac, Arochi y Raón, del 16 al 20 de marzo; ocupación de Arizpe, el 2 de abril; combate en Bacanuchi, el 5 de abril; ocupación del Mineral de Cananea, el 13 de mayo, mediante tratados; ocupación de Naco, el 14 de mayo.

Doce días después, el 26 de mayo, en Cananea, fue ascendido a mayor. Antes, había culminado el movimiento maderista con su triunfo en Ciudad Juárez, que originó las renuncias de Porfirio Díaz y Ramón Corral a la presidencia y vicepresidencia de la República. Durante el resto de 1911 y hasta mediados de 1912, Alvarado estuvo al frente del Cuerpo Auxiliar Federal. Permaneció en el ejército fiel al gobierno maderista, enfrentando varias rebeliones. Una de ellas, la de Pascual Orozco, lo llevó al combate en las regiones media y norte de Sonora. El 9 de julio de 1912 salió para Chihuahua y el 31 de ese mismo mes libró una batalla contra los sublevados en la Hacienda de Ojitos, en la cual tuvo destacada actuación junto con Álvaro Obregón. Hacia septiembre de 1912 participó en otra importante batalla, conocida como La Cumbre, en la que derrotó a los orozquistas.

Cuando en 1913 Madero y Pino Suárez fueron asesinados y Victoriano Huerta se apoderó de la presidencia, Alvarado, con los demás miembros del grupo Sonora, se aprestó a tomar de nuevo las armas: desconocieron a Huerta aun antes de que Carranza proclamara el Plan de Guadalupe. El 4 de marzo de 1913 Alvarado fue nombrado coronel y nueve días después participó en el combate de Santa Rosa; a fines de marzo los sonorenses, comandados por Obregón, empezaron el acoso a la ciudad de Naco, que fue tomada en abril. El 28 de mayo Alvarado fue ascendido, por Carranza, a general brigadier. En junio participó exitosamente, junto con el coronel Benjamín Hill, en otros combates y el día 27 se inició, bajo la dirección de Alvarado, el sitio de Guaymas, que duraría poco más de un año, hasta el 13 de julio de 1914. En atención a sus méritos, el 1 de agosto fue ascendido, por el primer jefe constitucionalista, a general de Brigada. Poco después, el día 8, fue aprehendido y encarcelado en Hermosillo por el gobernador Maytorena, quien desconoció la jefatura de Carranza. A petición de Obregón, la Convención de Aguascalientes ordenó que Alvarado fuese liberado y al poco tiempo, el 25 de noviembre de 1914, fue nombrado comandante militar de la ciudad de México, donde residía Carranza. Paralelamente, Alvarado desarrolló actividad como jefe militar de la Línea Veracruz-Puebla-Tlaxcala hasta el 10 de enero de 1915: en ese plazo concentró y organizó a 10,000 soldados y con ellos protegió a Carranza cuando éste se retiró hacia Veracruz acosado por fuerzas revolucionarias adversas. En Puebla, Alvarado libró combates contra villistas y zapatistas, acciones que lo consagraron en la carrera de las armas. No obstante, tuvo que abandonar la plaza de Puebla mientras Obregón, como comandante en jefe de las fuerzas constitucionalistas, desarrollaba la estrategia para recuperarla. Alvarado se concentró en San Marcos al frente de 4,000 soldados de caballería y desde allí fue al asalto de la ciudad de Puebla que pudo ser recuperada por Obregón. En esa acción, Alvarado estuvo a punto de perder la vida.

Posteriormente, el 18 de enero de 1915, Alvarado fue nombrado jefe militar del Sureste, región que comprendía los estados de Tabasco, Campeche, Chiapas y Yucatán y tuvo a su cargo sofocar la rebelión encabezada por Abel Ortiz Argumedo, quien falsamente se proclamaba defensor de la soberanía del estado, cuando en realidad sólo perseguía bastardas ambiciones personales. Por otra parte, los carrancistas y su principal financiero Luis Cabrera, vieron en Yucatán una fuente de aprovisionamiento económico, como ya lo había sido al cubrir el empréstito de ocho millones de pesos decretado por el teniente coronel Eleuterio Ávila por órdenes del primer jefe, Venustiano Carranza. Alvarado, en consecuencia, y movido impetuosamente por sus ideas de progreso y justicia social, inició un proyecto de gran magnitud y organizó política y económicamente al estado. Lo gobernó durante un período preconstitucional, desde su entrada a Mérida el 19 de marzo de 1915 hasta enero de 1918. Antes de llegar a la capital yucateca, el 14 y 15 de marzo, sus fuerzas libraron las batallas de Blanca Flor, Poc Boc y Halachó y, muy superiores en número y armamento, derrotaron a las que trataron de oponerse a su avance.

Inmediatamente después de establecerse en Mérida, Alvarado inició su obra de reorganización política y económica. Convirtió a la Comisión Reguladora del Mercado del Henequén en un poderoso instrumento estatal para reencauzar la producción y la comercialización de la fibra. Al mismo tiempo, promovió la organización de los trabajadores en sindicatos. Los salarios fueron incrementados considerablemente. Llevando a la práctica el Decreto núm. 4 de Eleuterio Ávila, expedido el 4 de septiembre de 1914 y que había quedado sin real cumplimiento, liberó de la servidumbre por deudas a los peones del campo y configuró con ellos otra fuerza social fundamental para el apoyo de su gobierno. También liberó a los trabajadores domésticos y, para dirimir los conflictos laborales, estableció las Juntas de Conciliación y Arbitraje que consituyen un antecedente preconstitucional en nuestro Derecho del Trabajo. Además, desarrolló una gran obra educativa y cultural. Realizó una intensa campaña de moralización, incluyendo el combate y la reglamentación de la prostitución, así como la lucha contra el alcoholismo. Impulsó el feminismo auspiciando dos congresos. Promovió la pedagogía activa (racionalista) vinculada al trabajo y la producción. Estimuló las manifestaciones anticlericales y lesivas acciones gubernamentales contra el culto católico y la jerarquía eclesiástica, según era sello común en el radicalismo de la época. Para la difusión de las nuevas ideas, organizó un equipo dirigente compuesto por comandantes militares y por propagandistas, quienes recorrían la entidad y explicaban en lengua maya el sentido de las transformaciones que realizaba el gobierno. Para fundar el diario La Voz de la Revolución incautó la maquinaria e instalaciones de La Revista de Yucatán. En el medio obrero contó con el apoyo de activistas de la Casa del Obrero Mundial. Entre sus partidarios más destacados, estuvo Felipe Carrillo Puerto, quien se dedicó a organizar las Ligas de Resistencia, en las que participaron los trabajadores del campo y de la ciudad. En materia económica, Alvarado logró incrementar varias veces los precios del henequén. Consiguió así cuantiosos recursos para el financiamiento del constitucionalismo y para el desarrollo de su obra social y estatal.

En 1916, con el apoyo de Alvarado, se fundó el Partido Socialista Obrero, cuya base fundamental fueron los trabajadores ferrocarrileros, entre los que se distinguieron líderes como Carlos Castro Morales y Héctor Victoria; reforzaron al Partido, germen del Partido Socialista del Sureste, grupos de artesanos, profesores y periodistas. La obra educativa de Alvarado fue muy amplia, sobre todo en los niveles de primaria, secundaria y capacitación técnica. Desde su primer año de gobierno, construyó muchas escuelas y reforzó las existentes, aumentando el número de alumnos en más de un 100% y de profesores contratados en un 68%. La atención se centró en las escuelas rurales: desde los primeros meses de su administración, se fundaron 600 y se instó a los hacendados a cubrir los sueldos de los maestros y los gastos de equipo y mantenimiento. Promovió las escuelas mixtas que, en 1916, llegaron a 303. Durante su gobierno, se incrementaron de 12 a 96 las escuelas nocturnas y el 30% del total del gasto público se destinó a la educación. Promovió la realización de congresos pedagógicos y la instalación de bibliotecas. En su obra educativa destacan: la Escuela de Agricultura, que fundó el 1 de noviembre de 1915 (planteó que Yucatán debía salir del monocultivo para lograr la autosuficiencia e independencia económica); la Escuela de Bellas Artes, que estableció en enero de 1916; y la Ciudad Escolar de los Mayas, ambicioso proyecto que buscaba formar maestros para el medio rural y que empezó a funcionar en abril de 1917 en un local de Itzimná (desafortunadamente, tuvo que cerrarse unos meses después por temor a que se convirtieran en epidemia los casos de enfermedades estomacales que atacaron a varios alumnos).

Los textos de Alvarado, en los que planteó sus experiencias en Yucatán, son los titulados Carta al pueblo de Yucatán, Mi sueño (ambos publicados en 1916) y Mi actuación revolucionaria en Yucatán (1918). También son muy importantes para completar su visión de estadista, los muy numerosos decretos que expidió como gobernador preconstitucional, entre las que destacan las leyes llamadas Cinco Hermanas: de Hacienda publicada el 4 de diciembre de 1915; agraria, el 9 de diciembre de 1915; del catastro, el 4 de enero de 1916 y la Ley Orgánica de los Municipios, el 17 de enero de 1918. Al no ser nativo de Yucatán ni tener una residencia de cinco años en la entidad, requisitos que establecía la Constitución Política Federal, recién aprobada, para los aspirantes a la gubernatura, no pudo participar como candidato en las elecciones y el 1 de febrero de 1918 tuvo que dejar el poder en manos del líder ferrocarrilero Carlos Castro Morales, que fue así el primer gobernador constitucional. Alvarado viajó a la ciudad de México, donde permaneció por algún tiempo.

El presidente Carranza lo nombró jefe de las operaciones militares en el Sureste, por lo que durante varios meses de 1918 estuvo cumpliendo esa tarea y residió en los estados de Veracruz y Oaxaca. En diciembre concluyó su misión y regresó a la Ciudad de México. Allí se dedicó a analizar exhaustivamente la problemática nacional y redactó su libro más amplio, La reconstrucción de México, publicado en tres tomos (Editorial J. Ballescá y Sucs., México, 1919), en el que hizo una revisión detallada de la realidad económica, social, cultural y política de la nación, incluyendo un diagnóstico y propuestas de solución. Observadores de aquel tiempo lo interpretaron como un programa de gobierno, previo a un posible anuncio de su candidatura presidencial, porque Alvarado volcó en él sus concepciones fundamentales y sus propuestas como estadista: después de la violencia generada por la Revolución había que construir un Estado moderno, promotor de la economía y de la organización social; un Estado educador, eficiente y honesto. Ese mismo año, 1919, Alvarado fundó el periódico El Heraldo de México, cuyo Consejo presidió y en el que empezó a ejercer el periodismo político. Desde sus páginas invitó a los generales y líderes revolucionarios a que celebraran una gran convención de unidad, en la que se eligiera a un candidato que no fuera general. Así descartaba a Pablo González, Álvaro Obregón y a él mismo, para dar paso a la candidatura de Adolfo de la Huerta. En esa época lanzó al Partido Liberal Democrático (PLD) como instrumento de la acción política a la que se consagró, pidiendo al mismo tiempo su retiro del ejército.

En 1920 se inició la campaña presidencial con las candidaturas del general Pablo González, de Ignacio Bonillas (civil respaldado por Carranza) y del general Álvaro Obregón que acabó siendo apoyado por Alvarado y muchos otros jefes revolucionarios. Para dar su versión de los hechos, fijar su posición contra la represión carrancista y combatir la dictadura de Bonillas a la que faltaba apoyo popular, Alvarado publicó el libro La traición de Carranza (Nueva York, 1920) y fue apresado pero logró escapar, sumándose al Plan de Agua Prieta, el cual exigía que Carranza abandonara la Presidencia de la República y reconocía a De la Huerta como jefe supremo del Ejército Liberal Constitucionalista. Al triunfar los partidarios de este Plan, se convocaron elecciones y De la Huerta fue designado presidente interino, por el Congreso de la Unión, el 24 de mayo de 1920. Alvarado fue su secretario de Hacienda del 3 de junio al 20 de noviembre de 1920, lapso en el que inició una reorganización a fondo de la dependencia a su cargo. En 1921 dio algunos pasos encaminados a promover su candidatura al gobierno del estado. Se formó con ese propósito el Partido Socialista Mexicano, pero para esas fechas Felipe Carrillo Puerto, candidato del Partido Socialista del Sureste, tenía una fuerza en auge incontenible y ejercía un completo control de la situación política en Yucatán. Alvarado, Enrique Recio y sus pocos seguidores fueron expulsados del PSE y el divisionario sinaloense, atento a tales circunstancias, desistió de presentar su candidatura frente a la de Carrillo Puerto.

Alvarado vivió un tiempo en los Estados Unidos de América. A su retorno empeoraron sus relaciones con Obregón, del que se convirtió en severo crítico. En 1923 culminó el conflicto que había de desembocar en el enfrentamiento armado de obregonistas y delahuertistas. Alvarado se contaba entre estos últimos. El 9 de junio de 1924 perdió la vida en una emboscada que le tendieron en el rancho El Hormiguero en el estado de Chiapas, destacamentos comandados por Federico Aparicio.

En septiembre de 1980, en ocasión de conmemorarse el centenario del natalicio del general Alvarado, y a iniciativa del gobernador del estado, Francisco Luna Kan, la XLVIII Legislatura local aprobó un Decreto que a la letra dice:

Artículo Primero: se declara Benemérito del estado al general Salvador Alvarado.

Artículo segundo: se acuerda que su nombre sea inscrito en el Salón de Sesiones del Congreso del Estado, a fin de perpetuar la memoria de tan esclarecido militar y estadista. También a iniciativa de Luna Kan, 1980 fue declarado oficialmente Año de Salvador Alvarado, según Decreto de fecha 31 de enero del propio año.