Mayas

Mayas  La cultura maya como tal, comienza a configurarse a partir de que los antiguos pobladores del Sureste mexicano y de parte de Centroamérica inventan la agricultura y comienzan a surgir los primeros asentamientos aldeanos.

Lo anterior tiene lugar a partir de que el hombre pasa de una economía parasitaria o de apropiación, a una de producción. De esta manera, éste tiene la posibilidad de desarrollar actividades que se traducen en una mayor evolución cultural, hasta alcanzar el nivel de civilización.

Sin embargo, el descubrimiento de la agricultura fue un proceso que duró miles de años, durante los cuales el hombre vivió básicamente de la caza, la pesca y la recolección. A este lapso se le llama Etapa Lítica, en virtud de que los principales vestigios arqueológicos encontrados, son artefactos de la industria del tallado de piedra.

Esta denominación fue propuesta por el prehistoriador José Luis Lorenzo, y otros investigadores la designan como período Pre-agrícola,Pre-cerámico o Etapa de los Cazadores Recolectores Nómadas.

El Continente Americano se pobló, desde hace miles de años, por una serie de grupos que en distintos tiempos y en oleadas sucesivas penetraron fundamentalmente por el estrecho de Bering, y este paso sólo era posible durante los períodos glaciales en que avanzaban los hielos, decrecía el nivel del mar y se formaba un puente entre Asia y Norteamérica.

Investigaciones recientes permiten precisar que las primeras migraciones ocurrieron hace 70,000 o 60,000 años y el poblamiento del Continente llevó milenios, pues con certeza sabemos que llegaron al extremo sur hace 12,600 años y al territorio mexicano hace 35,000 años.

 

La Etapa Lítica en México va de 35,000 a 7,000 antes del presente y se puede hacer extensiva a parte de Centroamérica. Se divide en Arqueolítico (35000 a l4000 a.C.), Cenolítico inferior (l4000 a 9000 a.C.) Cenolítico Superior (9000 a 7000 a.C.) y Protoneolítico (7000 a 4500 a.C.). En todos estos horizontes culturales podemos encontrar evidencias de ocupación humana en el territorio que ocupó la cultura maya, aproximadamente desde 11000 a.C. hasta el surgimiento de las primeras evidencias cerámicas hacia 2000 a.C. Así, en la costa de Chiapas tenemos los concheros de Chantuto; en los altos de Chiapas, a los sitios de Aguacatenango, Teopisca y San Cristóbal de Las Casas; en la depresión central de Chiapas, están los hallazgos en las cuevas de Santa Marta y los Grifos y en el noroeste de la Península de Yucatán los vestigios precerámicos de la cueva de Loltún.

En las tierras altas de Guatemala se han encontrado puntas de proyectil tipo Clovis y entre los sitios específicos con una industria lítica podemos mencionar a los tapiales y otros del Valle del Quiché.

En el centro y noroeste de Belice existen otras evidencias de la Etapa Lítica, como lo es el complejo de Richmond Hill, la punta tipo Clovis encontrada en Ladyville núm. 1, y los complejos o fases de Lowe-ha, Sand Hill, Orange Walk, Belice, Melinda y Progreso.

Los primeros pobladores poseyeron una cultura básica, en el que el conocimiento del fuego y el tallado de la piedra fue fundamental. Su organización social estuvo basada en bandas en las que la caza, la pesca y la recolección fueron las actividades principales, hasta que esta ultima fue predominando y se dieron las primeras prácticas horticolas, que desembocaron en la agricultura hacia 2500 a.C.

El maíz, frijol, amaranto, chile y calabaza, etcétera, son domesticados, se comienzan a establecer las primeras aldeas y se van conformando los rasgos característicos de la cultura maya.

 

El área maya.— Los mayas ocuparon un territorio de aproximadamente 324,000 km2, que comprenden el Sureste mexicano (Yucatán, Campeche, Quintana Roo, gran parte de Chiapas y la porción oriental de Tabasco), las naciones centroamericanas de Belice, Guatemala y la región occidental de Honduras y el Salvador.

La diversidad ecológica en la que se desarrolló la cultura maya es notable, ya que en el territorio que ocupó se localiza una gran variedad de climas, vegetación y precipitación pluvial en un contexto fisiográfico heterogéneo. Así en las tierras altas de Chiapas y Guatemala encontramos vegetación de coníferas, en un área volcánica; mientras que en el Petén guatemalteco, destaca la selva alta perennifolia y en la península yucateca predominó la selva mediana subcaducifolia y, en su límite norte, la selva baja caducifolia, en una llanura calcárea, sólo interrumpida por pequeñas elevaciones del terreno.

La vinculación de este mosaico ambiental y la cultura maya ha servido de base para la división del área ocupada por este grupo indígena, en dos regiones básicas, las tierras altas y las tierras bajas. Las primeras se subdividen en planicie costera, tierras altas del sur y del norte. Las últimas, en tierras bajas del sur, centro y norte.

 

Desarrollo cultural.— La historia de los mayas prehispánicos se ha dividido tradicionalmente en períodos cronológicos, que derivan de conceptos de historia del arte, en el que se destaca el lapso entre 250-900 d.C., en el que se manifiestan con mayor espectacularidad, los logros artísticos, constructivos e intelectuales de los mayas. Éste ha sido denominado Clásico y a los períodos previo y posterior, se les designa como Preclásico y Posclásico, respectivamente.

 

Preclásico.— Este período abarca desde 2000 a.C. hasta 1000 d.C. y se divide en Preclásico Temprano (2000 a.C.-1000 a.C.), Preclásico Medio t (1000 a.C.-400 a.C.), Preclásico Tardío (400 a 100 d.C.). Y Preclásico Terminal o Protoclásico (100 d. C. a 250 d.C.).

Durante este lapso las comunidades aldeanas fueron evolucionando hasta convertirse en centros administrativos y políticos de mayor complejidad. Los orígenes y desarrollo de la cultura maya Preclásica tienen lugar fundamentalmente en las tierras altas, en la costa del Pacífico y en el Petén o tierras bajas del centro.

Las primeras comunidades sedentarias de este período surgen en la costa del Pacífico, donde son abundantes los alimentos provenientes del mar y de la selva, así como minerales como la obsidiana, basalto, jadeíta y serpentina. Durante el Preclásico Temprano, el sur del área maya jugó un papel importante en las rutas de intercambio entre México y Centroamérica y también entre esta región y la costa del Golfo donde se desarrolló la cultura Olmeca. Hacia el Preclásico Medio, pobladores de filiación maya y mixe-zoque, comienzan a poblar el norte de las tierras bajas y se establecen vínculos comerciales entre esta zona y el sur del área maya.

Una de las primeras comunidades Preclásicas de las tierras bajas del norte es el sitio de Cuello, en Belice, con ocupaciones que se remontan hacia 1100 a.C. En Yucatán contamos con evidencias de este período en sitios como Komchén, Dzibilchaltún, .Loltún, Maní, Yaxúna, entre otros.

En el Petén guatemalteco, sitios como Tikal y Uaxactún, destacaron por su desarrollo evolutivo, pero en particular son relevantes los sitios del Mirador y Nakbé en el Petén guatemalteco, que presentan conjuntos arquitectónicos y escultóricos de una gran complejidad, que rivalizaban con los elementos que posteriormente serían característicos de la civilización maya Clásica. En las tierras altas del sur de Guatemala, Kaminaljuyú alcanza una gran importancia al controlar el comercio de obsidiana y jadeíta. Un poco más al Sur sitios como Abaj Takalik, el Baúl y Chalchuapa, alcanzan un desarrollo similar debido a su posición estratégica en las rutas de intercambio. Uno de los sitios más importantes de la región costera del Pacífico es Izapa, cuyos monumentos escultóricos poseen bajorrelieves con estilo muy característico, cuya presencia es notoria en este período. Hacia fines del Preclásico, se producen cambios políticos y económicos.que causan el abandono o declinación de varios de los centros dominantes, pero a la vez surgen nuevos centros de poder, lo cual es más notorio en la región costera del Pacífico y el sur de las tierras altas. Algunos fenómenos naturales como la erupción catastrófica del volcán Ilopango, en el sureste de las tierras altas, contribuyeron a esta situación.

 

El período Clásico.— Desde el tercero hasta el noveno siglo d.C., Mesoamérica vivió su edad de oro con el florecimiento de las grandes culturas, como la de Teotihuacán, en el altiplano mexicano, la de Monte Albán, en Oaxaca y la maya.

A pesar de las grandes edificaciones de carácter religioso que hicieron pensar a muchos investigadores en la existencia de una sociedad pacífica y teocrática, las investigaciones modernas nos hacen descubrir la existencia de un pueblo activo, emprendedor y guerrero. Sus logros culturales y artísticos, su organización social y su economía sufrieron, sin embargo, un violento colapso que no ha sido explicado satisfactoriamente todavía y que posiblemente está concatenado con el mismo fenómeno ocurrido en Teotihuacán. Desde entonces, la cultura maya, aunque todavía activa, recibe la influencia cada vez más intensa de las culturas del altiplano mexicano. En el altiplano guatemalteco, la próspera Kaminaljuyú decae, deteniéndose su actividad constructora y su poderío económico. A partir del final del siglo V, se nota una creciente influencia teotihuacana que termina por una dominación directa por las avanzadas mexicanas. La arquitectura caracterizada por la utilización del talud y del tablero; pero en esta nueva sociedad, el campesino maya conserva sus tradiciones mientras los dominadores, aunque fieles a los gustos de su patria lejana, adoptan poco a poco los productos y comportamientos locales, como por ejemplo, utilizar las plataformas para sus sepulturas y la alfarería de el Petén para sus ofrendas. Sin embargo, la escritura y la cuenta larga, que habían florecido en esta región, desaparecen para siempre, así como la gran escultura y la fabricación de figurillas de barro. En el Petén se construyeron una multitud de centros ceremoniales con sus plazas rodeadas de templos y palacios. Al pie de los edificios, hileras de estelas con figuras de personajes, posiblemente monarcas de estas ciudades-estados, y largas inscripciones jeroglíficas y fechas de la cuenta larga, relatan la cronología y los hechos más notables de las dinastías y los estados. En las tumbas, con ricas ofrendas, encontramos, sin embargo, al lado de la cerámica policroma maya con figuras animales y humanas, recipientes teotihuacanos cilíndricos con soportes, cántaros con picos y floreros de fabricación teotihuacana. Esta influencia, de la que poco sabemos, se nota también en la escultura. En la estela 31 de Tikal, el personaje central está rodeado por dos guerreros cuyos armamentos y atuendos son netamente teotihuacanos. En uno de los escudos aparece la figura de Tláloc, dios de la lluvia. En otras representaciones volvemos a ver a Tláloc y también a Xipe Totec, el dios mexicano de la primavera. ¿Fueron estos guerreros, mercenarios extranjeros? Kaminaljuyú fue protectorado teotihuacano totalmente dominado por estos extranjeros; sin embargo, Tikal-Uaxactún no parece haber sido subyugado por éstos. El templo teotihuacano de Tikal más bien parece indicar que en esta ciudad existía una colonia extranjera cuya influencia, sin embargo, dominaba muchos aspectos de la vida maya local. Tampoco sabemos hasta dónde se extendía esta influencia.

Durante el siglo VI, sin embargo, a finales del período Tzakol que corresponde al Clásico Temprano, en la región central de las tierras bajas parecen haberse producido algunos hechos violentos con destrucción de monumentos y posiblemente sustitución de dinastías. En el altiplano mexicano, Teotihuacán desaparecía y en la región maya, la población local, testigo del debilitamiento de estos extranjeros y de sus aliados, bien pudo sublevarse para librarse de esta presencia poco deseada. Las estelas fechadas se interrumpen y es necesario esperar unos años antes de ver renacer de nuevo al impulso constructor bajo la dirección de nuevos líderes mayas. En Yucatán se produjo una evolución similar. A partir del tercer siglo, una gran actividad constructiva se desarrolla en todos los ámbitos de la Península. Algunos de los edificios construidos entonces, superan posiblemente en volumen a los de Tikal, como en el caso de las pirámides de Izamal y de Dzilam, aunque el inicio de estas construcciones pudo verificarse durante el Preclasico Tardío, como es el caso también de Yaxuná y de Acanceh. En este último sitio, sin embargo, el templo estucado es del período Clásico Temprano, así como algunas estructuras de Oxkintok donde un dintel lleva la fecha 9.2.0.0.0. (475 d.C.). Yucatán carece todavía de estudios estratigráficos que nos permitan identificar más ampliamente los restos del primer período Clásico. El único estudio completo sigue siendo el de Dzibilchaltún donde, al lado de edificios públicos, encontramos un gran número de plataformas habitacionales. Restos de cerámicas de este período se encuentran en muy numerosos sitios del norte de Yucatán, revelando desde entonces, una fuerte densidad de población y una abundante producción agrícola. La unidad cultural del mundo maya es muy clara para este período, donde la similitud de los estilos yucatecos y de el Petén es indudable. El final del siglo VI después de nuestra Era, marca el inicio de una nueva etapa en la vida de los mayas.

En efecto, después de algunos disturbios y destrucciones ocurridos en la zona central y librados de la influencia teotihuacana, los mayas emprenden tres siglos de notable actividad económica y artística que los lleva a la máxima expresión de su cultura. Tikal-Uaxactún, que durante la primera mitad del período Clásico parecían predominar sobre los demás conjuntos urbanos, pierden su importancia relativa al ver surgir poderosas ciudades-estados en todos los ámbitos del área maya. Con frecuencia, el arte producido en estos estados adquiere particularidades que los diferencia los unos de los otros, sin por eso alejarse de un padrón general que los une. Se ha discutido mucho sobre el sentido de estas ciudades al compararlas con las urbes actuales. El sector central de las mismas se componía de un conjunto ceremonial dominado por una pirámide escalonada, arriba de la cual se erguía el templo de tamaño muy reducido. Para aumentar la altura de la construcción, se añadía una cumbrera o cresta adornada con figuras de estuco pintado. Alrededor de un sistema complejo de plazas a veces intercomunicadas, se levantaban estructuras de una sola planta sobre plataformas bajas, a las que damos el nombre de palacios. Los cuartos de estos palacios, así como los templos, se techaban con la típica falsa bóveda, hecha de hileras superpuestas que se acercaban al eje central hasta poder cubrirse el espacio con una simple losa. El interior de estas construcciones estaba revestido de una capa de estuco pintada al seco. En las plazas, largas hileras de estelas grabadas y pintadas ante las que se colocaban altares redondos cubiertos por un techo de palma, relatan acontecimientos de la vida política, militar y dinástica de los personajes representados con fechas de los hechos memorables.

La traducción de muchas de las inscripciones conservadas en estas estelas nos permiten a veces reconstruir algunos períodos de la historia de estas dinastías reinantes. El Juego de Pelota, con sus marcadores sobre el piso, aunque presente en todas las ciudades, alcanzó una mayor importancia en sitios como Copán, en el sureste del área maya. Estos centros ceremoniales no resultan de un proceso de planeación, sino más bien de los acrecentamientos progresivos de los edificios que los componen. Con frecuencia, varios de estos centros ceremoniales se intercomunicaban con calzadas o sacbés. Diseminados alrededor de estos centros se encuentran, sin orden, numerosos conjuntos de pequeñas plataformas sobre las que se construían las chozas de los campesinos, ubicadas cerca de los puntos de agua o de las tierras más favorecidas para la agricultura. Cada conjunto de 50 a 100 de estas chozas tenía un pequeño centro cívico ceremonial. La densidad de habitación disminuía a medida que se alejaban del mayor centro cívico ceremonial. En la zona central se han encontrado centenares de centros cívico ceremoniales de importancia variable, entre los que destacan de Este a Oeste, Copán, en Honduras, famoso por el templo de la Escalinata Jeroglífica, terminada en el siglo VIII, donde los 63 peldaños vienen adornados por unos 2,500 glifos que constituyen la más larga inscripción maya conocida. Sobre el río Motagua, se encuentra Quiriguá, famosa por sus bellas y monumentales estelas que rebasan a veces los 10 m de alto.

En el norte de El Petén guatemalteco se encuentra Tikal, el gigante de los centros ceremoniales mayas. Sus seis pirámides alcanzan alturas gigantescas como en el caso del Templo IV, con 70 m hasta la cresta del templo. Alrededor de Tikal existen numerosos centros ceremoniales como Uaxactún, Motul de San José, Topoxté, Yaxhá, Naranjo, Nakum, Xultún, entre otros, que muestran el poderío de esta provincia y de su centro rector. En la cuenca del Usumacinta existen varios conjuntos de los más notables de la cultura maya de la segunda mitad del período Clásico. Palenque es el más importante de todos, no sólo por la belleza de su arquitectura y la calidad de sus esculturas de estuco, sino también por la extraordinaria riqueza de la tumba del rey Pacal, disimulada debajo de la voluminosa estructura del Templo de las Inscripciones. Las distintas inscripciones localizadas en este conjunto han permitido reconstruir la vida dinástica de esta ciudad sobre casi toda su duración. En Palenque, la carencia de estelas se explica por la presencia de los numerosos tableros que adornan los distintos templos. El conjunto del Palacio, con su enorme torre que servía de atalaya y de observatorio astronómico, es uno de los monumentos más impresionantes de la arquitectura maya. Yaxchilán, menos notable por su arquitectura, es famoso por sus dinteles esculpidos con escenas de guerra y ceremonias, así como por sus inscripciones. Finalmente, Bonampak, aunque centro de menor importancia dependiente de Yaxchilán, es incomparable por la belleza de sus pinturas murales que describen una batalla, el suplicio de los prisioneros y los festejos del triunfo. Estas escenas vinieron a confirmar la idea de que los mayas no eran un pueblo tan pacífico, como durante tanto tiempo se creyó y que las guerras entre cacicazgos debían ser bastante frecuentes.

En la Península de Yucatán, los antiguos centros ceremoniales de Yaxuná, Acanceh, Oxkintok y Aké se siguieron desarrollando mientras otros nuevos se consolidaban en Sihunchén, Tzemé y Yaxcopoil, entre otros. En el Caribe, los pueblos costeños siguieron desempeñando sus antiguas funciones como puertos y Cobá, que algunos arqueólogos consideran como una especie de avanzada de los habitantes de el Petén, alcanza entonces su máximo desarrollo. Los sacbeob que comunican este centro con ciudades vecinas, alcanzan dimensiones extraordinarias como en el caso de aquél que corre en línea recta hasta Yaxuná, a 100 km de distancia. Dzibilchaltún alcanza entonces un poderío extraordinario. La escultura, que no alcanza en el norte de Yucatán la difusión y la fuerza que la caracteriza, en el Petén dejó, sin embargo, numerosos testimonios. Se han encontrado estelas fechadas en numerosos sitios como Cobá, Tulum, Dzibilchaltún, Oxkintok, Chichén Itzá, Xkalumkin y por el Sur, en Xtampak, Edzná y Calakmul. En las selvas de lo que actualmente constituye el sur del estado de Quintana Roo se han localizado edificios contemporáneos de la última fase de Tikal que presentan, sin embargo, una concepción arquitectónica muy distinta. En efecto, la arquitectura de esta región, que lleva el nombre de uno de sus sitios, es conocida como estilo Río Bec, caracterizado por el hecho de que las torres entre las cuales se ubica el templo, a nivel del piso, no forman edificios funcionales, sino que imitan en su apariencia las pirámides que sostienen templos con crestas en el Petén. Estas torres, simples adornos, vienen decoradas con máscaras de la serpiente celeste. Entre los sitios más importantes de esta región, además de Río Bec, mencionemos Hormiguero, Xpujil, Becan, Chicanná, Kohunlich, Payán, Pechán, entre otros. Al Noroeste, colindando con la región Puuc, se extiende lo que entonces fue la muy poblada provincia de los Chenes. Aunque mal conocida y poco explorada, esta región se presenta como intermedia en el tiempo y el estilo entre el Petén y el estilo Clásico Tardío del Puuc. Como en esta región y en el área Río Bec, la abundancia de piedra suave permitió decorar las fachadas con una multitud de elementos tallados que encajan los unos entre los otros para formar grandes elementos decorativos.

En los Chenes, cuya arquitectura resulta más modesta que en las regiones vecinas, desaparecen las grandes torres decorativas, pero la decoración de las fachadas se sobrecarga, transformándolas en inmensas máscaras que las cubren totalmente dejando la puerta de entrada entre las fauces del monstruo celeste. Algunos de los sitios notables de este estilo son Dzibilnocac, Santa Rosa Xtampak, Tohcob, Nohcacab, Tabasqueño y Hochob. El estilo más notable de la arquitectura maya de Yucatán es sin duda el Puuc. La perfección de sus acabados y la extraordinaria complicación de los mosaicos de piedra que cubren la parte superior de las fachadas, dan a sus edificios una calidad superior a la de el Petén. Aunque persisten dudas sobre el fechamiento, el tamaño de los edificios y la disposición de los mismos en vastos espacios, que revelan un plan de conjunto, indican una larga ocupación de los sitios, que se remonta al Preclásico Superior y se prolonga hasta el Clásico Tardío, o sea hasta el inicio de la influencia mexicana en Yucatán.

Al parecer, las ciudades de la región Puuc, siguieron todavía ocupadas mientras que en el resto del área maya, desde el Usumacinta hasta el Motagua, pasando por el Petén, ocurría el colapso y el abandono de los centros ceremoniales. Si los toltecas llegaron a Yucatán a finales del siglo X, es probable que los sitios Puuc, como Uxmal, Kabah, Sayil, Xlapak, Labná, siguieran todavía habitados y que las últimas edificaciones fueran contemporáneas de la llegada de los extranjeros a finales del período Floreciente Puro.

 

El colapso.— Las poderosas y bien organizadas ciudades mayas del período Clásico fueron repentinamente abandonadas en el siglo IX. Huellas de destrucción e incendios han sido observadas en varios lugares. La actividad constructiva se detuvo, no se registran más fechas en las estelas y otros monumentos y la cuenta larga se interrumpe definitivamente. Las ciudades estados se desmoronan y la región central de el Petén es abandonada. Múltiples hipótesis han sido formuladas para explicar este colapso: enfermedades, sequías, agotamiento de los suelos, invasiones extranjeras, sublevaciones, entre otras, sin que ninguna pueda ser demostrada; pero las consecuencias fueron dramáticas, ya que la vieja cultura maya nunca se recuperó. Es probable que las causas fueran múltiples y que junto a un deterioro de las condiciones económicas hayan actuado factores externos como las invasiones. Así, en Seibal y en Altar de Sacrificio aparecen estelas con representaciones de personajes extraños a los mayas, con detalles en sus indumentarias y máscaras de Tláloc. Estas invasiones bien pudieron provocar movimientos de descontento y sublevaciones que culminaron con la eliminación de la clase dirigente portadora de la más alta cultura maya. Esta caída fue el preludio de movimientos de pueblos que por grupos sucesivos invadieron el área maya. Sólo en Yucatán estos extranjeros, mezclados con la población local de la que tomaron gran parte de su cultura, prolongaron, por algún tiempo más, formas culturales mixtas que caracterizaron el período llamado Posclásico. En el altiplano guatemalteco, que no perteneció al área maya durante el período Clásico, grupos extraños se asentaron y se mezclaron con la población local formando los grupos quichés, cakchikel, tzutuhil y pokomán, cuyo poderío fue destruido por los españoles.

 

El Posclásico.— Este período de la historia se caracteriza por la presencia en toda la región de una marcada influencia de la cultura del altiplano mexicano. Sin embargo, la abundante información que de él tenemos, tanto en las fuentes indígenas como españolas, nos permiten considerarlo como un período histórico. La primera etapa del Posclásico o Floreciente Modificado se caracteriza por la aparente presencia de grupos toltecas originarios del valle de Tula, que se asentaron en varias regiones y dominaron a las poblaciones locales imponiendo sus cultos y sus expresiones artísticas. En Yucatán, Los Libros del Chilam Balam relatan que en un Katún 4 Ahau, un personaje llamado Kukulcán se asentó en Chichén Itzá, que al parecer se llamaba entonces Uucil-abnal. Ahí construyeron una nueva capital que en muchos aspectos reproduce en mayor escala la Tula que habían abandonado. En Chichén Itzá asistimos, a una cierta mezcla de elementos mayas y toltecas. Las representaciones de los caballeros de las órdenes militares de las águilas y el jaguar se mezclan con personajes con vestimentas tradicionales mayas, los dioses astrales mexicanos con los dioses tradicionales mayas. Es probable que esta hibridación se haya también dado a nivel de la sociedad misma, donde sacerdotes y viejas familias reinantes mayas se hayan asociado con los recién llegados quienes, poco a poco, adoptaron la lengua y muchas de las costumbres de sus nuevos súbditos. Mucho tiempo después, algunas familias reinantes legitimizaban sus posiciones privilegiadas presumiendo ascendencia tolteca. El Castillo de Chichén Itzá es también una síntesis: sobre una base piramidal, con una escalera de cada lado, se levanta un templo con bóveda maya. En el interior, una estructura anterior conserva intacto el templo con un trono en forma de jaguar pintado de rojo con ojos de jade y una figura de Chacmool, típica de la cultura tolteca. En el interior del Templo de los Guerreros se encontró una construcción anterior conocida con el nombre de Templo del Chacmool, en el que se conservan muchos restos de pinturas murales. En las bancas están representadas figuras de guerreros toltecas similares a las encontradas en el interior del Castillo y, al lado, nobles mayas sentados en tronos de jaguar con cetros de maniquí al estilo maya. La presencia en dos costados del Templo de los Guerreros, de columnas cuadradas con figuras en relieve de guerreros armados, recuerda el carácter violento de la presencia tolteca en Yucatán, confirmado por las escenas de batallas pintadas en el interior del Templo de los Jaguares.

Una de las características de la religión de los toltecas fue la intensidad con que practicaban los sacrificios humanos. La plataforma conocida como Tzompantli, hecha con piedras en forma de calaveras humanas, recuerda un rito similar que practicaron más tarde los aztecas y que describieron los cronistas españoles. Ubicado cerca del Juego de Pelota, el más bello edificio de este género, tenía probablemente un vínculo estrecho con éste. En los relieves del Juego de Pelota están representadas escenas de sacrificios de un jugador que debieron realizarse en parte en el Tzompantli. Pero fue el Cenote Sagrado el que conservó mejor el recuerdo de esta tradición. Contenía restos de numerosos esqueletos, así como una gran cantidad de objetos sacrificados, notables por la belleza de su hechura y la calidad de sus materiales. Esta tradición de sacrificar personas y objetos en el cenote prosiguió mucho después de la dominación tolteca. Cerca del conjunto de edificios que acabamos de mencionar, se encuentran otros de tradición Puuc, algunos de los cuales fueron edificados o remodelados durante el período Tolteca. En la mayoría de estos edificios, la presencia del talud y del tablero, de columnas y otros elementos, algunos de los cuales se conservaron más tarde en la arquitectura, marcarán la influencia que la cultura mexicana tuvo en Yucatán.

En los límites del área maya, fronterizos con los náhuatl de la costa del Golfo, residían poblaciones que, aunque pertenecientes al tronco maya, habían recibido fuertes influencias mexicanas. Al terminar el Clásico se produjeron muchos movimientos de población. Los toltecas sólo fueron un ejemplo de las mismas. Empujados, invadidos, en busca de territorios más generosos o aprovechando debilidades y oportunidades, muchos grupos menores imitaron los grandes movimientos y emprendieron sus propias migraciones. Tal fue el caso de estos pobladores conocidos en Yucatán como los itzaes y que algunos investigadores identifican con los putunes o chontales de Tabasco. Se asentaron primero en Chakanputún o Champotón, de donde fueron expulsados a finales del siglo XIII; emprendieron un largo recorrido por los ríos y las selvas cruzando hasta la costa del Caribe, pasando por el lago de el Petén Itzá. Es probable que, encontrándose con poblaciones todavía numerosas en las selvas, establecieran relaciones comerciales con ellas y, prosiguiendo su andar por la región oriental de la Península, acabaron por asentarse en el segundo cuarto del siglo XIII, en Chichén Itzá, despoblada o casi en esta época, dándole entonces el nombre que lleva actualmente. Estos nuevos conquistadores, presumían descender también de Kukulcán, y tenían un santuario dedicado a Ixchel en la isla de Cozumel.

Poco después, fundaron Mayapán mientras su poderío se extendía con la ayuda de mercenarios mexicanos llamados canules. Finalmente, impusieron el predominio de esta ciudad sobre toda la Península, sometiendo a las poblaciones locales al pago de tributos. El odio que se les tuvo entonces perduró en la tradición y en los documentos escritos, como los Chilam Balam; se refieren a ellos como los «tramposos y bribones», «la gente sin padre y sin madre», los «extranjeros». Sus múltiples arbitrariedades provocaron finalmente la sublevación de los mayas, encabezados por los Xiu, familia extranjera también, llegada a Yucatán después que los itzaes, quienes los llamaban advenedizos. Mayapán trató de imitar a la gran Chichén Itzá, pero nunca alcanzó el esplendor de la misma.

La inseguridad reinante en Yucatán los obligó a rodear su capital de una larga muralla para protegerse y a emplear mercenarios extranjeros. La abundancia de representaciones de dioses extranjeros como Quetzalcóatl, Xipe Totec y el Dios Viejo del Fuego demuestra que no sólo la influencia mexicana predominaba en Yucatán, sino también que una parte de la población era posiblemente de este origen. En un Katún 8 Ahau (1441-1461), la dinastía dominante de los Cocom fue masacrada en su capital durante una sublevación que, a la larga, crearía un estado de inseguridad debido a la irreconciliable enemistad entre los Cocom y los Xiu que debilitaría las defensas mayas ante la llegada de los conquistadores españoles. Expulsados de Chichén Itzá, los itzaes reiniciaron su peregrinación hacia el Petén y establecieron su nuevo asiento en una isla del lago Petén Itzá, donde construyeron Tayasal que Cortés visitó en 1524 (donde lo recibió el rey Canek) y fue destruida por los españoles en 1697. Los sobrevivientes de la rama de los Cocom se establecieron en Tibolón donde uno de sus descendientes, Nachí Cocom, encabezó una férrea resistencia contra la invasión española, mientras que los Xiu, establecidos en Maní, se aliaban con los hispanos.

Después de la caída de Mayapán, se conformaron en la Península alrededor de 16 «provincias» o «estados independientes» que presentaban tres formas de organización territorial; en una de éstas, era gobernada por un «halach uinic» (hombre verdadero), quién tenía el título de ahau y al mismo tiempo era batab o caudillo político administrativo de la capital de la provincia.

Otra forma de organización, consistió en que los batabes o gobernantes locales que se interrelacionaban por un mismo linaje, y en tercer término existió una entidad territorial, que consistía en grupos de poblados aliados, que se unían para fines de defensa.

En la región central de la zona maya existieron, en tiempos de la Conquista, por una parte regiones bien pobladas, con organización política centralizada, tales como Potonchan, Naco, Nito, Acalán, Tayasal y por otra parte regiones escasamente pobladas.

En las tierras altas de la zona maya, los españoles hallaron en 1542 tres estados políticoguerreros principales: el Quiché, con centro político en Utatlan; el Cakchiquel, con cabecera en Iximché, y el Tzutujil, con su centro fortaleza en Atitlán.

Debemos de indicar que, a diferencia del período Clásico, la sociedad del Posclásico maya no estaba orientada a la construcción fabril de templos, palacios, obras hidraúlicas, caminos (sacbeoob), erección de estelas y otras obras de gran envergadura. El interés y la actividad de la clase dominante, en este período, se orientaron hacia el comercio y el control de rutas de intercambio, marítimas y fluviales.

En la arquitectura del Posclásico, se introducen nuevos elementos, tales como el techo plano, las columnas en el interior de las construcciones y en general hay una mayor secularización de los espacios constructivos.

En síntesis, el Posclásico no es un período decadente, sino representa una etapa cualitativamente distinta de desarrollo y evolución del pueblo maya, en la cual se intensificaron las rutas comerciales y proliferaron los puertos de intercambio. En la cúspide de la escala social, predominaron los funcionarios mercaderes, quienes obtenían, a través del tributo, los bienes necesarios para sus actividades.