Mundaca y Marecheaga, Fermín Antonio

Mundaca y Marecheaga, Fermín Antonio  Traficante de esclavos y mercenario. Vivió en Isla Mujeres, en las primeras décadas del siglo XIX. De nacionalidad vasca, fue propietario de la hacienda más espaciosa y lujosa de la isla. El periodista yucateco Luis Ramírez Aznar narra en un reportaje sobre Isla Mujeres que, de acuerdo con los relatos de los viejos isleños, Mundaca llegó a este sitio cuando tenía unos 50 años de edad, perseguido por navíos de guerra al ejercer el tráfico de esclavos y servir de mercenario a cualquier gobierno que le pagase sus acciones. Al momento de desembarcar en Isla Mujeres, era perseguido por haber entregado en Cuba 900 esclavos africanos a los hacendados azucareros españoles, quienes los revenderían en Kingston, Jamaica. En esta acción, estuvo a punto de perder la vida, por ello decidió asentarse de manera permanente en la isla. Con suficiente dinero, se dedicó a la agricultura en la parte sur, se dio a conocer entre los pescadores y construyó una vivienda de mampostería de dos pisos con un mirador hacia las aguas del lado poniente. La leyenda popular dice que desde ese mirador, todos los días oteaba el horizonte con catalejos, preocupado porque fuera descubierto su escondite. Tuvo su granja, aves de corral, caballos y una novia platónica, joven y bella, llamada Martiniana o Marciana Gómez, apodada «La Trigueña», que nunca le correspondió. Su granja o quinta se llamó Vista Alegre y en una de las arquerías, junto a dos bancas, se grabó el nombre de «La Trigueña». Mundaca vivió siempre solo, sin más contacto que con albañiles, agricultores y pescadores que le vendían sus productos. En lo que fue la huerta está grabada la fecha «Año de MDCCCXXVII» y debajo de esta inscripción están dos bancas de concreto, una con la leyenda: «Náutico o piloto. El fomentador Fermín Antonio de Mundaca y Marecheaga», y la otra con: «El árbol de Guernica. Estas obras las hizo el fomentador natural de la provincia de Vizcaya de la villa de Bermeo». El pozo de la granja, abandonada y derruida, tiene cuatro pequeñas escalinatas para descender hasta el nivel del agua y en el patio hay vestigios de columnas, adornos, maceteros y un estanque unido al sistema de irrigación. La tumba de Mundaca, que él mismo dispuso, está elaborada con una arquitectura similar a la de la granja; pero se encuentra vacía. Al caer enfermo, un amigo lo trasladó a Mérida y nunca más se supo de su persona en Isla Mujeres. En el mausoleo vacío se lee «Lo que soy luego serás, lo que tú eres yo fui».