Alux

Alux  En El libro de los seres imaginarios alude Borges a unos duendes germánicos siniestros y diminutos llamados elfos, que se dedican a robar niños y ganado y a cometer diabluras. A los elfos también se les culpa de causar la neuralgia y, durante la Edad Media, había la creencia de que suscitaban pesadillas en los durmientes al oprimirles el pecho. De parecida índole son los aluxes mayas, duendecillos traviesos y malévolos que deambulan por los bosques y penetran en las casas por las noches. A los durmientes les zamarrean las hamacas para despertarlos. Los aluxes son también causantes de enfermedades: se las producen a las personas cuando duermen, con sólo pasarles la mano suavemente por la cara. Amanecerá la víctima atormentada por incontrolables fiebres y vómitos. Los aluxes lanzan piedras y maltratan a los perros. Sólo se compadecen de quienes les regalan comida o les hacen ofrendas. A estos los protegen y cuidan sus casas y sus milpas. A quien pillen robando los frutos de los huertos ajenos le darán una paliza y, por último, acabarán pegando en los gajos los frutos arrancados por el ladrón. Los aluxes nunca duermen y si lo hacen mantienen los ojos abiertos. Un campesino maya describe a Villa Rojas (Los elegidos de Dios, 1978) lo que es un alux: «Es como un niño. Anda con alpargatas y sombrero; tiene también escopeta y perro. Este último es muy pequeño. En ocasiones, cuando un hombre va por el monte, suele oír disparos del alux y los ladridos de su perro; esto indica que está de caza. Los animales que mata son de puro aire como él y su perro». Existe la creencia de que los aluxes no son otros que los antiguos ídolos de barro esparcidos por los sitios arqueológicos que de tiempo en tiempo cobran vida para llevar al cabo sus trastadas. Los informantes de Redfield aseguran que antiguamente eran los propios hombres quienes volvían a los aluxes a la vida. Para ello, quemaban copal en uno de los mismos aluxes de barro durante nueve días y nueve noches, sin dormir para nada. Agradecidos, los aluxes guardaban las milpas de sus bienhechores y los defendían de las fieras noctívagas. Sin embargo, los actuales campesinos procuran destruir estos ídolos para evitar que ocurran supuestos desaguisados. Algunos creen que los aluxes desaparecieron para siempre cuando les cayó un rayo mientras se bañaban en la lluvia. En El folklore de Yucatán (1976) Brinton menciona al Chan Pal (niño pequeño), de tan perversa índole como los aluxes. El Chan Pal se oculta en lo más tupido del monte y a él se atribuyen las epidemias de viruelas en las poblaciones mayas. De naturaleza más complaciente que los aluxes suelen ser los brownies, laboriosos hombrecillos de color pardo que forman parte del folklore escocés, también citados por Borges en El libro de los seres imaginarios. Sobre ellos asienta: «Suelen visitar las granjas de Escocia y durante el sueño de la familia, colaboran en las tareas domésticas». En El hombre que vendió su sombra hace mención Chamisso (por boca de uno de sus personajes) de diversos objetos mágicos entre los que se cuenta un criado gnomo o antropomorfo que «es un pequeño diablo embotellado que hace todo lo que uno desea y presta todos los servicios que de él se exigen; se compra por dinero y solamente se puede vender a un precio más módico».