Amibiasis

Amibiasis  Término que engloba algunos cuadros clínicos debidos a una misma causa: la presencia y acción de la amiba histolítica. Los cuadros reciben variados nombres: disentería, hepatitis amibiana, absceso hepático amibiano, amibiasis pulmonar, cerebral, dérmica, etcétera. La amiba existe en la Península desde hace muchísimos años: los mayas padecieron las enfermedades que ocasiona, según se deduce de algunas fuentes, tales como los libros diversos de Chilam Balam, relaciones de frailes e historiadores, recetarios y formularios, etcétera. Los conquistadores conocían la enfermedad por haberla en España y los médicos que trabajaron en América la identificaron bien. Dice el historiador Molina Solís que entre las enfermedades endémicas del siglo XVI estaba la disentería, lo cual se confirma al mencionar las enfermedades prevalecientes en los siglos posteriores.

En el siglo XIX alcanzó cierta popularidad un escrito llamado Libro del Judío, de Giovanni Francesco Mayoli, en el que se explicaba el tratamiento de muchas enfermedades por medio de yerbas. Por ejemplo: Rabo de mico-neemax. «Un gajo de esta planta hecho en infusión para tomar a tragos durante el día, cura las blanduras y la disentería, pujos, y darse lavativos del sancocho es muy bueno, lo mismo frita en aceite verde para untarse en la barriga, quita los dolores». Obsérvese que se mencionan los principales síntomas de la amibiasis intestinal aguda: blandura (diarrea mucosa); disentería (diarrea sanguinolenta); pujos (tenesmo) y dolores (cólicos o espasmos del intestino). Semejante es esta otra: Buul beech. «Da fruto muy parecido al frijol; 12 gramos en infusión para beberla endulzada cura las cámaras de sangre».

Para tener idea de su incidencia y mortalidad, se consignan algunos datos de distintas épocas. En 1888, con el diagnóstico de disentería, ingresaron al Hospital O’Horán 26 enfermos, siendo 14 hombres y 12 mujeres. Para agosto de 1897, entre las causas de defunción de todo el estado, se anotó la disentería con 14 fallecidos. En Mérida, en 1905 se registraron 55 defunciones por disentería y en 1906 fueron 72. La mortalidad estatal en el período de 1920 a 1924 fue de 759 defunciones anuales, con tasa promedio de 173 por 100,000 habitantes; en el período de 1933 a 1937 el promedio anual fue de 799 y la tasa subió a 213; en 1939 fueron 362 defunciones y tasa de 87.

En 1951, el fichero del Hospital 20 de Noviembre tenía registrados 24 casos de amibiasis y 84 de disentería; en 1955, la estadística estatal señalaba 162 enfermos internados y 46,590 atendidos en consulta externa; en 1972 hubo 10,227 enfermos; en 1974, 15,292; en 1977, 19,357. En agosto de 1991 el sistema municipal de Salud de Mérida reportó haber atendido 418 casos de amibiasis.

Esta muestra estadística prueba que sigue habiendo muchos casos de amibiasis, a pesar de las dotaciones de agua potable a un número cada vez mayor de poblaciones, y es que la enfermedad se transmite no sólo por el agua sino también por verduras y hortalizas que se consumen crudas y sin lavar, así como por la suciedad en las manos de portadores de quistes de amibas.

las tesis de grado, presentadas sobre este padecimiento en la Escuela de Medicina hasta 1950, son diversas: La disentería, 1876, Ramón Cisneros; Hepatitis y abscesos del hígado, 1886, José Eligio Esquivel Rendón; La disentería, 1888, José Catarino Rendón; Hepatitis supurada, 1892, Arturo Erosa Casares; Absceso del hígado, 1901, Clodomiro González Ortiz; La disentería endémica en Yucatán, 1909, Rafael Colomé Trujillo; Apuntes etiológicos sobre la disentería en el Estado, 1911, Abelardo Lara Negrón; Abscesos tropicales del hígado, 1911, Leonardo Quijano; La emetinoterapia en la disentería amibiana, 1914, Gonzalo Marcín; Tratamiento de los abscesos hepáticos, 1924, Saturnino Borges Vargas; Absceso hepático (formas atípicas, diagnósticos y tratamiento quirúrgico), 1925, Andrés Peniche Cantón; Tratamiento de la amibiasis con yatrén 105’, 1928, Perfecto A. Álvarez Tejero; Tratamiento de la disentería amibiana por arsenicales pentavalentes, 1942, Óscar Cervera Pérez. La mortalidad ha disminuido por las facilidades de atención médica y por haber medicamentos más efectivos, pero sigue constituyendo un problema de salud pública, ya que las condiciones ambientales poco han mejorado y la educación higiénica de los habitantes, especialmente los del campo, es muy precaria todavía.