Ancona Castillo, Eligio

Ancona Castillo, Eligio  (1835-1893) Prohombre liberal. Benemérito del estado. Gobernador de Yucatán en dos ocasiones. Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Maestro, abogado, historiador, novelista, dramaturgo, periodista. Nacido en Mérida y fallecido en la ciudad de México. El escritor Antonio Magaña Esquivel, en su estudio biográfico editado por la Secretaría de Educación Pública (1966), aclara con respecto al natalicio de Eligio Ancona: «Cuando en 1936 se efectuaron en la ciudad de Mérida y en la Ciudad de México diversos actos en homenaje a la memoria de Eligio Ancona, y se habló de que así se conmemoraba el centenario de su nacimiento, no faltó la Liga de Acción Social de la capital yucateca para rectificar en el sentido de que realmente se estaba festejando el 101 aniversario. Mientras aquí (se refiere AME a la ciudad de México), entre otras ceremonias se imponía el nombre de Eligio Ancona a la antigua calle de la Rosa, en Santa María La Ribera, la Liga de Acción Social difundía en Mérida el certificado del acta de bautismo del ilustre liberal, historiador, novelista y dramaturgo, que acababa de encontrarse en los archivos parroquiales de la Catedral yucateca.

«Sábado cinco de Dbre. de mil ochocientos treinta y cinco —reza el acta— recibió Solemte. el Sto. bmo. en esta Sta. Iglesia Catedral de San Ildefonso de la ciudad de Sn. Bernabé de Mérida, Obispado y capital de Yucatán, un niño que nació el treinta del pasado, hijo legítimo de D. Antonio Ma. Ancona y de Dña. Ma. Fernanda del Castillo, vecinos del centro; nieto por el padre de D. Juan Ramón y Dña. Ana María de Cárdenas, y por la madre de D. José Antonio y Dña. Nicolasa de Cárdenas, yo el Pbro. José Feliciano Troncoso como Teniente de Cura de dha. Iglesia hice este bmo. siendo madrina Dña. Encarnación Ancona, a quien advertí el parentesco espiritual y las obligaciones que contrajo con el ahijado y sus P.P. impúsele el nombre de Eligio Jesús, y de Abogado al S.S. José; y porque conste lo firmé. José F. Troncoso (Rúbrica)».

Con tal documento —agrega AME— quedó eliminado el error existente en relación con el año de nacimiento de Eligio Ancona. Este fue el hijo mayor; lo seguían por orden de edades: Lorenzo, Antonia y Manuela. Su padre, Antonio Ancona Cárdenas, era un modesto maestro de escuela, propietario y director de un colegio instalado en la calle 58, de quien su esposa, Fernanda Castillo Cárdenas, la madre de Eligio, fue la mejor auxiliar e impulsora.

El que habría de llegar a ser insigne historiador y gloria de las letras yucatecas, estudió en el colegio de su padre y en el Seminario Conciliar de San Ildefonso. En 1862 se graduó de abogado en la Universidad Literaria del Estado, después de haber alternado sus estudios profesionales con el ejercicio magisterial. Atendió, primero a un grupo de alumnos en la escuela de Antonio Ancona y a la muerte de éste asumió totalmente la dirección de la misma. Por aquel tiempo, otros dos jóvenes liberales, Yanuario Manzanilla y Olegario Molina, eran sus colegas, pues también dirigían un colegio.

El Escritor. Al sobrevenir el golpe de Estado de Ignacio Comonfort, Eligio Ancona y un grupo de estudiantes de derecho, con Juan Antonio Esquivel y Farfán a la cabeza juró defender la Constitución de 1857. Y cuando cumplió 25 años, en 1860, antes de graduarse, Eligio Ancona fundó en sociedad con Manuel Peniche y Pablo Oviedo el periódico La Sombra de Morelos, de abierta tendencia liberal.

No fue ésta, empero —acota AME— su verdadera iniciación política. Pero le sirvió esta experiencia para descubrir su vocación de escritor y periodista. No habría de tardar mucho, por consiguiente, en escribir su primera novela, titulada La mestiza, que apareció editada en 1861, en la Imprenta de la Sociedad Tipográfica, calle de Las Monjas. Y casi en seguida se inició también como autor teatral. Después de La mestiza, obra en la que se «había dado a conocer como ansioso de penetrar las costumbres y las injusticias y los rasgos más característicos de ciertas capas sociales», Ancona publicó otras cinco novelas, todas ellas de tipo histórico: La cruz y la espada, (1864) editada en Mérida, en la imprenta de Leonardo Cervera; El filibustero, también impresa por Cervera ese mismo año; Los mártires del Anáhuac, (1870) en dos tomos, impresa en el taller dirigido por José Batiza en la Ciudad de México; El conde de Peñalva (1879) editada en Mérida por Manuel Heredia Argüelles y Memorias de un alférez, «su obra maestra, la más acabada, la mejor lograda de sus novelas» —a juicio de AME—, escrita en los últimos años de su existencia y que no vino a publicarse sino hasta 1904, cuando la editó José María Pino Suárez, más de diez años después del fallecimiento de Eligio. «Su éxito —subraya su biógrafo— fue inmediato, seguro. Ancona aparece provisto ya de un estilo rico de recursos narrativos y de fuerza expresiva; es la mejor organizada y resuelta…»

De los méritos de novelista de Eligio Ancona opinó el ilustre escritor tabasqueño Manuel Sánchez Mármol: «Si el sol de Yucatán caldea los cuerpos, la divina inspiración enciende al igual las almas. Hémoslo visto ya al tratar de la lírica y la dramática; mas en la novela nadie había levantado la pluma caída de la helada diestra de Justo Sierra, hasta que un modesto literato, tan modesto como lleno de mérito, vino a recogerla. Este sucesor fue Eligio Ancona, que no desdijo de su antecesor y maestro. La mestiza es un estudio modelo de la clase de aquella sociedad que allí pintó, y en La cruz y la espada, El filibustero y Los mártires del Anáhuac, trató los asuntos históricos que le sirvieron de cañamazo para bordarlas, con la circunspección propia de un juicio bien gobernado, sin por eso sacrificar los fueros de la fantasía, necesario obrero en los temas de esa índole».

Como autor teatral escribió Eligio las siguientes obras: Nuevo método para casar a una joven y La caja de hierro (1862) estrenadas en el Teatro de San Carlos por la Compañía de Manuel Martínez Casado, y Las alas de Ícaro (1880) que estrenó el actor Leopoldo Burón en el propio teatro, al que poco antes se había impuesto ya el nombre de Peón Contreras. Se le atribuye también una comedia en verso titulada Rica heredera pero ninguna noticia se tiene de esta obra.

El historiador. Obra histórica de extraordinaria trascendencia fue su Historia de Yucatán desde la época más remota hasta nuestros días. La primera edición se hizo en Mérida, en la imprenta de Manuel Heredia Argüelles, y consta de cuatro volúmenes; el primero y el segundo, vieron la luz en 1879 y el último en 1880. Nueve años después, en 1889, se hizo una segunda edición, también de cuatro volúmenes, impresa por Jaime Jesús Roviralta en Barcelona, España. Se le adicionó un prefacio del editor, Manuel Heredia Argüelles, y un ensayo biográfico del autor escrito por Francisco Sosa. Un quinto volumen, que abarca de 1857 a 1864, fue editado mucho después, en 1905, por José María Pino Suárez en la imprenta de El Peninsular, periódico del que era director. (En su Nota Introductoria a la edición conmemorativa patrocinada por la Universidad de Yucatán en 1978, el antropólogo Salvador Rodríguez Losa señala: «Nótase en la lectura de estos capítulos, los ocho de ese quinto tomo, marcada diferencia en el estilo del autor, cuando se les compara con los primeros volúmenes; falta la interpretación; las reflexiones y comentarios son pocos, puestos la mayoría de las veces, en forma de notas al pie de la página. Estas limitaciones, indudablemente se deben a que Eligio Ancona fue testigo de los hechos que narra, en algunas ocasiones protagonista de ellos, y conoció a muchos de los personajes que en ellos intervinieron»). En 1917, el gobierno del general Salvador Alvarado realizó una tercera edición, con prólogo de Álvaro Torre Díaz en el que se explica: «Debido, quizá, a sus mismos indiscutibles méritos la Historia del señor Ancona se agotó por completo desde hace muchos años; y no obstante esos méritos, no había vuelto a editarse desde hace más de cuatro lustros. Tal circunstancia la había puesto fuera del alcance de las generaciones que se levantan hoy. No es aventurado asegurar que un 90 por ciento de nuestros estudiantes la desconocen, y no por falta de voluntad.

«Ningún estudiante, tradicionalmente pobre está en condiciones de pagar por un libro, así sea de gran mérito y utilidad, el precio que llegó a pedirse en los últimos tiempos por algunos de los rarísmos ejemplares de la Historia de Eligio Ancona que aún aparecían de vez en cuando. Pues bien, esta era una razón de más para que el gobierno hiciese labor de cultura poniendo en manos de todos, la Historia de Yucatán. He allí por qué se hizo una edición modesta, que se vende al costo, y se obsequia a los estudiantes. Lejos de la mente del Ejecutivo la idea de lucro, su único objeto ha sido el apuntado ya: difundir el conocimiento de nuestra historia, poniendo al alcance de todos una de las obras de más mérito que sobre el particular se han escrito».

En 1951, el periodista y bibliófilo Gabriel Antonio Menéndez inició la publicación de la Historia de Ancona en su Colección Editorial Yucatanense Club del Libro e imprimió, con los números 28 y 29 de dicha colección, el primer volumen de esta obra, reproduciendo fielmente el primer tomo de la segunda edición llamada de «Barcelona» aludiendo al lugar de su impresión. «Por error —advierte SRL en la ya citada nota— se dice en la portada que se trata de la tercera edición, ya que en todo caso habría de ser la cuarta. La edición quedó inconclusa». Y agrega: «Esta cuarta edición que hoy ve la luz bajo los auspicios de la Universidad de Yucatán, es copia facsimilar de la edición príncipe de 1878, edicionada con el quinto tomo publicado en 1905, del que hablamos antes. Se conmemora así el centenario de la aparición de la obra, y se pone en manos de los lectores una auténtica joya de la bibliografía yucateca que es prácticamente desconocida por la presente generación, pues sus tres ediciones anteriores están totalmente agotadas, y apenas si pueden conseguirse algunos ejemplares en la bibliotecas públicas y en algunas privadas, sometidas a los estragos de la acción del tiempo. La Universidad de Yucatán sirve así a la cultura y al pueblo». (En 1881, Eligio Ancona publicó un Compendio de Historia de la Península de Yucatán que fue declarado libro de texto y alcanzó varias ediciones, pero como ya se dijo es la Historia de Yucatán su obra de mayor trascendencia). El mérito principal que se atribuye a Ancona como autor de esta obra monumental reside, según opinión del bibliógrafo Gabriel Ferrer de Mendiolea, en haber sido el primer historiador que «hilvanó todas las diversas partes de nuestra historia en una sola obra». Esta Historia de Yucatán, en cuyo curso campea invariablemente el criterio liberal de su autor, llenó en su momento un vacío y hoy sigue constituyendo, con las obras que nos legaron otros eminentes historiadores, una de las fuentes imprescindibles para la investigación de los hechos fundamentales de la vida peninsular.

El hombre público. La actuación política de Eligio Ancona, en la que dio sus primeros pasos, como ya se vio, al defender la Constitución de 1857 contra el golpe jefaturado por el presidente Comonfort, pasó a primer plano y adquirió notable relevancia al enfrentarse a la intervención francesa y al Imperio de Maximiliano, que se iniciaron cuando Eligio Ancona ejercía el cargo de regidor en el Ayuntamiento de Mérida. Conozcamos esta importante etapa de su combativa vida pública en el relato de Magaña Esquivel: «Sus convicciones liberales eran firmes, definitivas. Adquirió una imprenta y en ella comenzó a publicar La Píldora, a cuya cuenta deben abonarse las primeras críticas serias y formales contra la nueva administración gubernamental. Yanuario Manzanilla, que seguía siendo su amigo y colega en profesión y en política, habla en sus Recuerdos de la campaña de los republicanos contra el Imperio, de aquel periódico de Ancona y de lo que vino después y como consecuencia de la campaña crítica. La Píldora, dice, recibió la primera amonestación, después de la segunda, con la multa respectiva, y se dio la coincidencia de que en el número en que escribí un artículo denominado ‘La democracia en ambos mundos’, fue suprimida del estadio de la prensa».

«No se desalentaron por esto los republicanos, reanuda el hilo AME. Había puntos importantes en qué poner los ojos y dirigir la acción. Poco tiempo soportaron el silencio. Pronto, en la misma imprenta de Eligio Ancona, comenzó a publicarse otro periódico que idearon Manzanilla y él con idéntica línea política liberal. Lo llamaron Yucatán, así de sencillo y elocuente. Su primer número apareció el 7 de septiembre de 1866…» Prosigue el biógrafo citando de nuevo a Manzanilla: «El primer número debía ser redactado por Eligio Ancona y por mí, y así fue en efecto». Contra ellos dos, por consiguiente, se dirigió la acusación de las autoridades imperiales y la noche de ese mismo día en que apareció Yucatán fue aprehendido Ancona en la Plaza de Armas —la Plaza Grande para decirlo a la yucateca— cuando se encaminaba al teatro. A Manzanilla lo apresaron pocas horas después.

«La acusación era grave. Eran reos de un delito político contra el Imperio, sin derecho a defensa ni apelación. Muy secretamente, en la madrugada del siguiente día, Ancona y Manzanilla fueron enviados al puerto de Sisal para luego ser embarcados, con otros presos del interior del país que habían sido confinados a la Península, a la entonces nada turística isla de Cozumel». Restaurada la República, Eligio Ancona ocupó primero, la Secretaría General de gobierno y en el desempeño de ese cargo le cupo el honor de suscribir el 18 de julio de 1867, con Manuel Cepeda Peraza, gobernador provisional del estado, de quien era uno de sus principales colaboradores, el Decreto de Erección del Instituto Literario del Estado, cuyo primer director fue Olegario Molina Solís. En esa misma época fundó el periódico la razón del pueblo. Eligio Ancona, después, en 1868, fue gobernador interino, nombrado por Benito Juárez para restablecer el orden constitucional en la entidad; y en 1875 después de otro breve interinato, resultó electo gobernador para el ejercicio que concluiría en 1878, pero en 1876, al triunfar el Plan de Tuxtepec, Eligio Ancona, fiel al presidente Lerdo de Tejada, renunció al cargo y entregó el poder a Guillermo Palomino, jefe de las Armas. Ese mismo año había contraído matrimonio con Manuela Albertos Zavalegui. En su sobresaliente trayectoria de hombre público, apegada con inquebrantable fidelidad a sus convicciones liberales y que se caracterizó por un vigoroso aliento progresista, Eligio Ancona fue también diputado al Congreso de la Unión y no obstante que en 1876 se retiró a la vida privada, después de varios años fue llamado de nuevo al servicio público por el secretario de Justicia e Instrucción Pública, Joaquín Baranda, en reconocimiento de sus altos méritos como jurisconsulto, nombrándosele magistrado de Circuito y posteriormente magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cargo que desempeñaba al fallecer en la ciudad de México el 3 de abril de 1893. El periódico El Nacional de la ciudad de México, el día 5, daba cuenta del súbito fallecimiento de Eligio Ancona y de los honores que se le rindieron al ser inhumado en la Rotonda de los Hombres Ilustres. «Aún El Monitor Republicano, de Vicente García Torres —comenta AME—, que se distinguía por sus ataques a todos los que intervenían en el régimen de Porfirio Díaz, dedicó un elogioso comentario a Ancona, exaltando sus méritos, los contornos de su personalidad como escritor y jurisconsulto, su prestigio intelectual».

En Mérida fueron también unánimes las expresiones de dolor y luto. Dos años después de su muerte la Legislatura local lo declaró Benemérito del estado y acordó colocar su nombre, en letras de oro, en uno de los muros de su salón de sesiones y, además, autorizó una partida especial de 2,000 pesos para erigir en su memoria un monumento en la Rotonda donde sus restos fueron sepultados. En el año de 1947, el gobierno de José González Beytia convocó a un concurso en ocasión de cumplirse el primer centenario de la sublevación indígena llamada Guerra de Castas, destinado a premiar el trabajo de investigación histórica que en términos más certeros interpretara ese sangriento episodio histórico, y el premio recibió el nombre de Premio Eligio Ancona. Posteriormente, en 1960 el gobernador Agustín Franco Aguilar instituyó laMedalla Eligio Ancona, para ser conferida anualmente a un yucateco distinguido en las artes, las ciencias y la cultura en general, según laudo expedido por la Universidad de Yucatán. En el cruce de las avenidas Reforma y Cupules, en Mérida, rinde homenaje a la memoria de Eligio Ancona un busto de bronce, original del escultor Enrique Gottdiener.