Arrecifes En aguas de la Península yucateca se encuentran los más importantes arrecifes coralinos del continente americano, los cuales tienen gran importancia científica y económica. A lo largo de la costa de Quintana Roo y a corta distancia de ella, se extiende una cadena casi ininterrumpida de arrecifes que va desde Punta Nizuc en Cancún hasta Belice y que es la segunda del mundo en extensión, superada únicamente por la Gran Barrera Coralina de Australia. La cadena arrecifal del Caribe mexicano mide alrededor de 200 m de anchura en su porción más septentrional, y unos 2 km en el Sur. Otra importante formación coralina de la costa oriental de la Península es el llamado Banco Chinchorro, que es un arrecife anular del tipo de los atolones del Pacífico, con una gran laguna central de agua marina y pequeñas islas o cayos arenosos. En el norte de la Península, cien millas al norte de Progreso, se encuentra el arrecife de Los Alacranes, donde la acumulación de restos de coral y los movimientos de emersión de la plataforma continental de la Península han formado pequeñas islas que siguen aumentando de tamaño. Hacia el Occidente, en la Sonda de Campeche, existen también dos grupos muy importantes de arrecifes: el de Cayo Arcas y el de Triángulos.
Origen. Los arrecifes coralinos reciben este nombre porque están constituidos por formaciones de coral, que son colonias de diminutos organismos invertebrados llamados pólipos. Cada colonia tiene un soporte o esqueleto externo común formado por carbonato de calcio que los propios pólipos toman del agua y procesan. Cada uno de ellos ocupa una pequeña cavidad o cáliz en el esqueleto común y éste adopta una forma particular y característica, según la especie a que pertenece la colonia. En los arrecifes peninsulares hay alrededor de 70 especies diferentes de corales. Algunos son del tipo llamado pétreo o rígido, en tanto que otros son blandos y flexibles y semejan frondas de vegetación marina cuando se mecen al impulso del oleaje y las corrientes, como los llamados abanicos de mar. En su mayoría, los corales son de formas bellas y caprichosas, muy variadas. Las especies más conocidas son las llamadas comúnmente cuerno de ciervo o de venado, cuerno de alce y coral cerebro o cerebro de mar. El cuerno de venado, Acropora cervicornis, crece en ramificaciones delgadas y terminadas en punta, como las astas de un venado; el cuerno de alce, A. palmata, recuerda la cornamenta de este animal por sus ramas anchas y aplanadas; los corales cerebro, Monstera anulata, son globosos, redondos y con los cálices dispuestos en numerosos canales sinuosos a manera de circunvoluciones. Los corales crecen sólo en aguas tropicales y lo bastante claras para que la luz solar penetre varias decenas de metros sin atenuarse sensiblemente, ya que viven en asociación simbiótica con ciertas algas microscópicas llamadas zooxantelas. Dichas algas están contenidas en el propio cuerpo de los pólipos y para realizar la fotosíntesis aprovechan los desechos del metabolismo del animal. A la vez, le suministran el material nutritivo que producen fotosintéticamente.
Importancia. Los arrecifes coralinos se cuentan entre los ecosistemas más ricos y diversificados de la naturaleza. Se les considera el equivalente marino de la selva por la enorme cantidad y diversidad de especies que en ellos existe. Además de corales pétreos y blandos, crecen numerosas algas calcáreas y otros vegetales, como la llamada hierba tortuga Thalassia testudinum. Entre los recovecos del coral, por otro lado, encuentran refugio y alimento multitud de cangrejos, erizos, estrellas de mar, caracoles, morenas, barracudas, langostas, pulpos, gusanos tubícolas, anémonas y otros muchos peces, crustáceos, equinodermos, moluscos y celenterados. En la ictiofauna sobresalen los llamados peces de arrecife o de colores, que se distinguen por su brillante y llamativo colorido y por sus formas generalmente aplanadas, comprimidas lateralmente, como una adaptación para deslizarse por las laberínticas formaciones de coral. Algunos de estos peces se alimentan directamente del coral, como los llamados peces loro, que poseen fuertes mandíbulas córneas para arrancar trozos, pero en su mayor parte son herbívoros o depredadores de diversos animales. Por su extraordinaria riqueza biológica, los arrecifes coralinos tienen gran importancia científica. Pero además, en el aspecto económico, son valiosos desde varios puntos de vista.
Pesca. Son zonas de alta productividad biológica y en ellas se encuentran poblaciones importantes de especies de alto valor comercial, como langosta, caracol y los llamados pescados finos del tipo del mero, el pargo y el huachinango. Gran parte de la producción pesquera de Quintana Roo se obtiene en las zonas arrecifales y sus alrededores. También son zonas pesqueras muy importantes los arrecifes de la Sonda de Campeche y el de Los Alacranes. Por último, debe señalarse que el Banco Chinchorro es una de las dos áreas, en todo el Caribe, donde aún existen poblaciones importantes de caracol rosado Strombus gigas, especie que ya ha sido diezmada por la sobreexplotación en casi todo el resto de la región.
Protección. Los arrecifes de barrera, que se extienden paralelamente al litoral, son fundamentales para mantener la estabilidad de la línea costera, ya que actúan como rompeolas naturales que amortiguan el oleaje e impiden que erosione las playas. Esto es particularmente importante en el caso de Quintana Roo, donde la costa es baja y arenosa y está expuesta al embate frontal de los huracanes. La protección que brindan los arrecifes quedó de manifiesto durante el huracán Gilberto, en 1988. En esa ocasión las playas de aquellos lugares donde existen arrecifes, como Puerto Morelos, no sólo se conservaron sino que se ensancharon con depósitos de arena dejados por la marejada. En cambio, las playas situadas frente a mar abierto, como las del borde oriental de la isla de Cancún, prácticamente desaparecieron en unas horas.
Sustancias químicas. Los corales del Golfo y el Caribe son fuente potencial de sustancias químicas de alto valor para la industria farmacéutica. El caso más conocido es el de las prostaglandinas, que se extraen del coral blando Plexaura homomalla y que tienen numerosas aplicaciones médicas, pero las investigaciones científicas indican que de muchas otras especies se podría igualmente obtener compuestos útiles.
Turismo. Los arrecifes constituyen una gran atracción por la belleza de las formaciones coralinas y la gran cantidad de peces de vivos colores que habitan en ellas. El desarrollo turístico de la costa mexicana del Caribe se fincó inicialmente en visitantes deseosos de practicar el buceo recreativo en los arrecifes de Cozumel. Otra aportación, aunque indirecta, de los arrecifes a la actividad turística es la formación de playas con arena muy blanca y fina, de carbonato de calcio, procedente de restos de coral y de algas calcáreas que crecen asociadas a él.
Mar patrimonial. Las islas de origen coralino de Arcas, Triángulos, Los Alacranes y Arenas, ubicadas a gran distancia de la costa, permiten ampliar considerablemente la zona económica exclusiva o mar patrimonial de México, ya que conforme el derecho internacional dicha zona consiste en una franja marina de 200 millas de ancho, medidas desde la costa de cualquier porción del territorio nacional permanentemente emergido, como tales islas. Esto tiene un interés especial en el caso de la plataforma continental de la Península, ya que está considerada una de las zonas pesqueras más ricas del mundo y además contiene los enormes yacimientos de petróleo y gas de la Sonda de Campeche.
Situación actual. Los arrecifes coralinos (incluidos los de México) están catalogados por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza entre los ecosistemas más expuestos al deterioro y necesidades de protección, ya que son extremadamente vulnerables y tienen una capacidad de recuperación muy baja. Los pólipos son muy sensibles a la contaminación del agua y también mueren fácilmente, o se retrasa considerablemente su crecimiento, cuando son pisados o manoseados, o simplemente si se depositan sobre ellos sedimentos levantados por las aletas de los buzos. También los afectan las ondas de presión de las embarcaciones que pasan a gran velocidad. Estudios hechos a fines de la década de los 80 en los arrecifes de las zonas turísticas del norte de Quintana Roo revelaron un grave deterioro en muchos de ellos, como resultado de la acción humana. Tal situación es preocupante, ya que los daños observados ocurrieron en plazo muy breve, no más de 10 o 15 años, pero tardarán quizá siglos en restañarse, ya que los corales crecen sólo unos milímetros por año. Entre los que han sido afectados o destruidos hay algunos que tenían miles de años de edad. Por ello, los biólogos insisten en que deben establecerse normas muy estrictas para evitar que la actividad turística dañe los arrecifes coralinos y estos sigan erosionándose paulatinamente.