Peces

Peces  En las aguas de la Península de Yucatán, hay una gran cantidad y diversidad de especies, muchas de las cuales son importantes por su valor económico, rareza biológica o el papel que desempeñan en los ecosistemas. Entre las familias de peces de importancia comercial se puede mencionar en especial la de los mugílidos, en la cual están comprendidas las lisas y lisetas, del género Mugil, que son animales de fondo, en el cual hurgan para obtener pequeños animales y plantas. Otra importante familia es la de los serránidos, que comprende docenas de especies muy apreciadas por la textura y sabor de su carne, entre las que se cuentan meros, chernas, cabrillas y abadejos. La familia Carangidae, a su vez, abarca cerca de 20 especies importantes de pámpanos, jureles, esmedregales, coronados y cojinudas, en tanto que la familia Lutianidae está representada por más de una docena de especies de alto valor comercial, como son los pargos, huachinangos y otras parecidas, las cuales en su mayor parte habitan los alrededores de islas, bajos y fondos rocosos, muchas veces en las proximidades de la orilla y en los esteros.

A la familia Pomadasydae, que comprende más de una docena de especies, pertenecen los roncos, que reciben este nombre común por los sonidos que producen al frotar unos con otros sus dientes faríngeos. En su mayoría pertenecen al género Haemulon, y las especies más conocidas y abundantes en la región son probablemente H. plumieri y H. flavolineatum. Entre las especies catalogadas como de pesca deportiva, las más importantes en aguas peninsulares son el sábalo, Tarpon atlanticus; el pez vela, Istiophorus americanus, que debe su nombre común a su enorme aleta dorsal de color azul oscuro rojizo que semeja la vela de un barco; el pez espada, Xiphias gladius, de hasta 4.5 m de longitud y más de media tonelada, y el pez aguja Tetrapturus pfluegeri. Estas tres especies, así como el dorado, Coryphaena hippurus, son muy apreciados ya que dan mucha batalla al morder el anzuelo.

Hay también numerosas y variadas especies de los llamados peces de arrecife, muchos de ellos notables por sus vivos colores, que a menudo cambian con la edad y que aparentemente sirven como señal de advertencia para delimitar su territorio. Reciben nombres comunes que hacen alusión a su aspecto o coloración: damiselas, ángeles, mariposas, cardenales, isabelitas, candiles, payasos, loros, principalmente. Aunque muy pocos de ellos son explotados comercialmente, tienen importancia como atracción turística para los aficionados al buceo. Entre las familias de estos peces puede citarse a la de los pomacántidos, que comprende especies de variado tamaño, desde los pequeños querubines de 6 o 7 cm, hasta los ángeles grises, que rebasan el medio metro. También son notables las mariposas, del género Cahetodon, en cuya coloración predomina el amarillo y el negro. Son de cuerpo discoidal, comprimido lateralmente, lo cual les permite introducirse fácilmente entre las formaciones de coral para escapar de sus enemigos.

En las zonas de arrecife habitan también los cochinos, de la familia Balistidae, los cuales tienen los ojos situados muy hacia atrás, casi a la mitad del cuerpo, de modo que quedan a salvo cuando muerden y arrancan las espinas de los erizos con que se alimentan. Los peces loros de la familia Scaridae, por su parte, tienen un «pico» duro, con el cual golpean y arrancan trozos de coral que tragan para digerir las algas que contienen. Finalmente, entre, los ejemplos de peces de arrecife, se puede citar a los cirujanos o sangradores, de la familia Acanthuridae, así llamados porque a cada lado del cuerpo poseen una espina tan filosa como bisturí que puede ocasionar profundos cortes en la mano a quien los toque descuidadamente.

Entre los peces de características curiosas sobresalen los tambores, sapos, globos o puercoespines, de las familias Canthigasteridae y Diodontidae, los cuales al verse amenazados absorben una gran cantidad de agua —o de aire si están fuera de ella— que les hace hincharse hasta alcanzar el triple de tamaño para así desconcertar al enemigo. Los diodóntidos, además, tienen el cuerpo recubierto de agudas espinas. Se acostumbra venderlos como curiosidades, inflados y disecados. Son comunes también en las tiendas de curiosidades los toritos o chapines, de la familia Ostracidae, cuyo cuerpo consiste en una especie de caja ósea con agujeros para los ojos, la boca, las aletas y el ano. Los conocidos caballitos de mar pertenecen al orden de los gasterosteiformes, que incluye a otras especies caracterizadas también por tener un hocico alargado en forma de trompeta o corneta y a las cuales se denomina pez trompeta o pipas. En su mayoría, los machos de las especies de este orden tienen cerca de la cola una especie de bolsa en la cual incuban los huevos.

En aguas del Golfo son abundantes los peces voladores, de la familia Exocoetidae, que realizan largos saltos fuera del agua planeando en el aire con ayuda de sus extensas aletas pectorales y pueden alcanzar gran velocidad. Estos peces están emparentados con los llamados agujones, de la familia Belonidae, bastante conocidos, ya que nadan en la superficie y son fácilmente identificados por su largo y puntiagudo hocico.

Los lenguados, del orden de los pleuronectiformes, se distinguen por tener la simetría distorsionada debido a que viven de costado sobre el fondo. Ello hace que la boca se retuerza y un ojo se desplace hasta quedar junto al otro, del mismo lado del cuerpo. Son generalmente de forma oval o casi redonda, aplanados y con aletas que contornean gran parte del cuerpo a manera de olanes. Aunque su carne es sabrosa, casi no se aprovecha comercialmente.

Los bagres, de la familia Ariidae, se caracterizan a su vez porque los machos incuban los huevos en la boca durante nueve semanas y, una vez que nacen las crías, las conservan en la boca durante otras tres semanas hasta que pueden iniciar su vida independiente.

Entre los peces que habitan los fondos marinos, hay especies de varias familias entre las cuales pueden mencionarse Scorpenidae, Antennaridae, Synodontidae, Batrachoididae y Triglidae. En su mayoría son de aspecto particularmente extraño e incluso grotesco, como el llamado pez murciélago, Ogcocephalus radiatus, o el pez sapo, Antennarius scaber. Casi sin excepción, son voraces carnívoros. Algunos cazan al acecho, ocultos entre las hierbas o el cieno del fondo, y otros atraen a sus presas con prominencias carnosas que poseen en la cabeza y que agitan frente a la boca. Especialmente peligrosos son los peces escorpión, de la familia Scorpenidae, ya que sus duras y puntiagudas espinas pueden ocasionar heridas en extremo dolorosas.

Además de las numerosas especies marinas, en las aguas dulces y salobres de la Península existe una interesante ictiofauna. De la familia Cyprinodontidae, una de las especies más conocidas es el bolín, Fundulus grandissimus, que se pesca en las ciénagas de la zona costera. La familia Pimelodidae está particularmente representada por el bagre de agua dulce, Rhamdia guatemalensis, ampliamente distribuido en los cenotes de la Península. También hay en los cenotes varias especies de mojarras, de la familia Chichlidae, especialmente del género Cichlasoma, como la castarrica, C. urophtalmus; la paleta, C. synspilum y la garganta de fuego, así llamada por el vivo color rojo de su garganta, C. meeki. De la misma familia, pero diferente género, es la tenguayaca, Petenia splendida. Finalmente, debe anotarse la presencia en los cenotes de especies de peces ciegos, con los ojos atrofiados o carentes por entero de ellos, como es el caso de Typhliasina pearsei, que al parecer únicamente existe en las cavernas de la península yucateca.