Paludismo

Paludismo  Enfermedad transmisible ocasionada por un parásito unicelular del género Plasmodium que puede ser inoculado al hombre por la picadura de un mosquito del género Anopheles que esté infectado. El único reservorio es el hombre parasitado. Se le conoce también con los nombres de: malaria, pues se creía que la causa era el mal aire o enfermedad de los pantanos, así como fiebre intermitente y fiebre perniciosa. Clínicamente la enfermedad se caracteriza por fiebres intermitentes, anemia y esplenomegalia, con tendencia a las recaídas y a la cronicidad. Cuando se rompen los eritrocitos parasitados sobreviene el acceso febril, con escalofrío y sudoración profusa. Existen cuatro variedades de Plasmodium, de las cuales se han encontrado en Yucatán tres: Vivax, Falciparum y Malariae. Las dos primeras tienen características semejantes en su sintomatología, con acceso cada 48 horas y tiempo de incubación de 12 a 14 días; en cambio, el P. malariae tiene 30 días de incubación, los accesos se presentan cada 72 horas, con más severidad, pues puede incluir vómitos, confusión mental y delirio, pudiendo haber una forma cerebral con coma y muerte. Desde remota antigüedad esta enfermedad existía en el Viejo Mundo, siendo más conocida su existencia en la cuenca mediterránea. No existía en América, donde fue introducida por los colonizadores europeos.

Las investigaciones de Bustamante han aclarado que después de penetrada a Veracruz a fines del siglo XVI, la enfermedad se desplazó por la costa, invadió Tabasco y luego el sur de la Península de Yucatán, mencionándose por primera vez en 1692. En 1733, en el rancho Las Víboras, cerca de Chunhuhub y Chetumal, murió de paludismo el gobernador y capitán general, mariscal don Antonio de Figueroa, según notificó el médico inglés que lo atendió. En los últimos meses de 1779, el brigadier Roberto Rivas Betancourt efectuó su célebre expedición a Belice, pero en Bacalar su ejército sufrió una terrible epidemia de paludismo. En 1798, otra expedición, la del mariscal Arturo O’Neill, fue un fracaso por las fiebres palúdicas que diezmaron al ejército; el mismo mariscal la padeció, pero se repuso. Se citan otros brotes en 1826 y 1857. En 1876, en la Escuela de Medicina, Benito Cruces presentó la primera tesis con este tema para examen de grado, titulada Las fiebres intermitentes. Dos años después, en 1878 la revista La Emulación, núm. 7, órgano de la Sociedad Médico-Farmacéutica, publicó las primeras estadísticas de defunciones por esta causa, correspondientes a 1877; en 1888 el Hospital O’Horán reportó 129 ingresos por paludismo; en 1895, se notificaron 2,459 casos, con 284 defunciones; en 1905, hubo en Mérida 59 defunciones por paludismo. Las defunciones en el estado por esta causa, mantenían un promedio de 800 muertes anuales. En 1927, se trajo al profesor Carlos O. Hoffmann para estudiar la epidemia en el puerto de Progreso; tomó muchas muestras de agua con gusarapos, provenientes de las casas, charcos y ciénaga y encontró larvas de Culex en el 46%, de Aedes en el 47% y de Anopheles en el 4%; clasificó los Plasmodios encontrados en frotis sanguíneos, obtuvo 62% para P. falciparum; el 31% para P. vivax y 7% para P. malariae, y reportó que en 1927, la infección fue sencilla en el 88% de los casos y doble en el 12%. Esta proporción se modificó en 1928, pues el 60% fue sencilla y 40% doble. En esos años, se reportaba un promedio de 2,200 casos mensuales para toda la entidad. En 1929, se nombró delegado de Salubridad Federal en Yucatán al doctor Alvar Carrillo Gil, quien inició la primera campaña antipalúdica en coordinación con el Departamento de Sanidad del estado, el cual realizaba la campaña antilarvaria antiaédica en su programa de consolidación de la lucha contra la fiebre amarilla, erradicada desde 1920. Esta campaña antipalúdica no tuvo resultado, pues en los 30 se registró un promedio de 1,000 muertos anuales por lo que se intensificó la lucha a partir de 1940, lográndose bajar el número de fallecidos a un promedio de 370 durante esa decena. En los 50, el promedio anual de defunciones había bajado a 250; aunque el de enfermos reportados era de 15,000 anuales.

Conviene indicar que la disminución de muertes se debió a dos factores: que en esa época ya había más médicos en instituciones de atención médica en el campo y a que se contaba con mejores medicamentos para el tratamiento, pues antes sólo se poseía la quinina. Previa cuidadosa planeación, en 1957 comenzaron los trabajos de la Comisión Nacional de Erradicación del Paludismo, (CNEP), que incluía el rociado intradomiciliario con DDT, un sistema de vigilancia epidemiológica y administración de medicamentos a los enfermos. La campaña continuó en forma intensa los siguientes años y así, en 1972 se notificaron 16 casos, en 1976 solamente uno, y en 1977 ninguno, por lo que se declaró la erradicación en Yucatán. En 1991, con motivo de la fiesta de Tizimín, hubo un brote con 26 casos, de los cuales 14 fueron de enfermos foráneos que habían concurrido. En 1993 se informó que en Yucatán se habían registrado 10 casos; en Campeche 250; en Quintana Roo 222 y en Belice 830.