Pintura mural

Pintura mural  Los vestigios pictóricos de la cultura maya constituyen una fuente muy importante para el conocimiento de diferentes aspectos de la vida pública, religiosa, política y económica de esta antigua civilización. Existen múltiples manifestaciones pictóricas de los mayas en sus códices, su cerámica, su escultura y específicamente en lo que se ha denominado propiamente como pintura mural, que se hace evidente en sus construcciones arquitectónicas. Las ciudades prehispánicas del área maya tenían una fisonomía en la que destacaban sus edificios pintados tanto al exterior como al interior. La pintura variaba desde la simple colocación de un solo tono o franjas de varios colores que acentuaban muchas veces los elementos arquitectónicos, hasta la representación de bandas o escenas con motivos abstractos, zoomorfos, antropomorfos, etcétera.

Existían colores representativos de ciertas deidades, así como de los puntos cardinales y que los edificios mayas los ostentaban como elementos distintivos. Así, el color rojo estaba asociado al Oriente, el negro al Poniente, el color amarillo al Sur y el blanco al Norte.

La ubicación de las pinturas en la fachada o en los interiores determinaba el carácter público o restringido de los motivos representados y los diversos niveles del espacio pictórico estaban vinculados a una estratificación hierática.

Los elementos arquitectónicos, como las cresterías, las bóvedas, los taludes o los marcos de las puertas, estaban asociados a una función simbólica específica.

La iconografía de las escenas pictóricas era definida y establecida por la elite gubernamental y en consecuencia obedecía a los intereses de este grupo dominante.

Para entender este simbolismo visual es indispensable conocer previamente su contexto histórico, político y religioso.

Técnicas. El soporte de la pintura mural estuvo constituido por un muro de mortero, constituyendo una superficie regular, a la cual se le aplicaba un aplanado de cal y arena muy fina. Sobre ésta se hacía un primer dibujo (por lo común en negro o rojo) y posteriormente se colocaba el color uniformemente, ocultando el trazo inicial. Finalmente, se realizaba con una línea oscura el contorno, que constituía el dibujo definitivo. En ocasiones, no se seguía estrictamente este procedimiento, que fue el sistema básico utilizado por los antiguos mayas en sus diversas etapas de desarrollo cultural.

La mayoría de los murales se pintaban cuando el aplanado ya estaba seco, técnica que se ha denominado del aplanado seco, a diferencia del auténtico fresco, la cal no absorbe los pigmentos, sino que éstos se mantienen sobre la superficie. En las últimas etapas de la historia de los mayas se observa la costumbre de cubrir una capa de pintura con otra, formando una serie de superposiciones, a diferencia de períodos anteriores.

En cuanto a los colores, los mayas utilizaron pigmentos de origen mineral y vegetal. Algunos colores eran más fáciles de obtener que otros y en este sentido existió el comercio de los más apreciados de ellos.

La gama de colores utilizada por los mayas fue extensa. Existieron diversos tonos de rojo que variaban de un púrpura opaco a un naranja brillante. Los amarillos oscilaban de entre un verde pálido a un amarillo oscuro. El café resultaba de la mezcla de amarillo y negro. Había muchos verdes, desde tono oliva hasta casi negro. No se ha encontrado un verde básico y las diferentes variantes de este color se obtenían de diversas mezclas de azul y amarillo.

Uno de los colores más complejos es el llamado azul maya, que se producía por una mezcla de arcillas (montmorilonita o atapulguita), con material vegetal.

Al parecer, no existieron diferencias significativas en las técnicas empleadas en los diversos períodos de desarrollo de la cultura maya, salvo en el tipo de pigmentos.

Las brochas o pinceles, con los que se aplicaban los colorantes, fueron delicados y finos, como se puede inferir de la excelencia de los trazos de la pintura maya. Los materiales usados para su fabricación fueron de cabello o plumas.

El pintor. En la época prehispánica, la posición del pintor en la división social del trabajo era variable.

En determinadas etapas del desarrollo cultural se requerían individuos iniciados en los conocimientos religiosos y, por ende, muy ligados a la clase sacerdotal, con conocimientos de escritura y cómputo calendárico. En otras ocasiones, las temáticas estaban más vinculadas a aspectos seculares, históricos o militares, en donde la clase noble gobernante jugaba un papel determinante. Los pintores eran especialistas de tiempo completo y no provenían del estrato plebeyo, se asociaban con otros artesanos y en los principales centros prehispánicos constituían barrios.

Antecedentes pictóricos. Las pinturas murales más antiguas del área maya se encontraron en Tikal, en el Petén Guatemalteco; datan del año 100 a.C. al final del período Preclásico o principios del Protoclásico y provienen de un pequeño templo orientado hacia el Este, denominado estructura 5D Sub 10-1a del que se conserva la fachada posterior. En ella estaban representados cuatro personajes, que parecen estar de pie, adornados de pulseras, brazaletes, orejeras, complejos tocados y máscaras de larga nariz, rodeadas de grandes volutas.

Otro ejemplo pictórico fue encontrado en la tumba l66, del mismo sitio arqueológico, techada con bóveda y ubicada en un conjunto arquitectónico en el que hay dos plataformas con escalinatas. Aunque sólo se conservan pequeños fragmentos en los que no se reconocen ni la composición ni la disposición, los diseños representan varios personajes sentados o de pie, ataviados con complicados tocados, máscaras, joyas y aun signos jeroglíficos, pues una de las figuras tiene en su tocado el glifo akbal, de carácter calendárico.

Las figuras sedentes repiten un esquema de representación que consiste de un trazo elíptico, para mostrar de perfil la posición de las piernas cruzadas, a la manera oriental. Estos trazos se continuaron tanto en los Códices como en las vasijas pintadas en el Clásico y, junto con los elementos simbólicos, la sofisticación de los adornos y el vestuario de los personajes del templete dejan ver que en esta época ya estaban fijados algunos rasgos de la concepción religiosa del pueblo maya, que tendrían continuidad en el siguiente período.

En 1937, arqueólogos de la Carnegie lnstitution of Washington encontraron en la estructura B-XIII de Uaxactún vestigios pictóricos de un mural, en color negro, rojo, naranja, amarillo y gris, de 3 m de altura con veintiséis figuras humanas, dispuestas en dos paneles, con bandas de jeroglíficos intercalados. Un fragmento mural del Clásico Temprano que fue encontrado en un templo enterrado en la acrópolis de Copán, el cual contiene inscripciones jeroglíficas y motivos similares ha sido hallado en Palenque, en un templo del Clásico Tardío y donde también se encontró recientemente (1999), asociada a la estructura XIX, una tumba real con paredes pintadas con diversos motivos. También en Yaxchilán, en las paredes del altar de la estructura 33, se observan trazos de figuras y volutas en rojo y azul. Pero los más espectaculares e informativos murales del período Clásico Tardío son los de Bonampak, Chiapas, descubiertos en 1946, los cuales cubren tres cuartos abovedados de un solo edificio.

Las escenas registran eventos históricos alrededor de la entronización de un heredero al trono de Bonampak. Así el cuarto 1 nos refiere los preparativos de los músicos, dirigentes, visitantes y la elite. El cuarto 2 narra pictóricamente la toma de cautivos de algún centro vecino y su enjuiciamiento y, por último, el cuarto 3 muestra la culminación de los eventos anteriores en una danza ritual en los peldaños de una pirámide.

Una serie de jeroglíficos consignan los nombres y títulos de los participantes y explican las escenas, en un estilo narrativo, e incluso los rostros de los participantes pueden ser reconocidos en diferentes partes del mural. Los primeros planos y las superposiciones dan el efecto de profundidad y los tocados de los personajes son proporcionalmente mayores al tamaño de los personajes.

En las tierras bajas del Norte, con frecuencia los edificios de la elite tienen pintadas las piedras centrales de cierre de bóvedas de las cámaras, representándose escenas de dioses, acompañados de textos jeroglíficos, manifestándose esta práctica durante el Clásico Tardío y Clásico Terminal (600 a 1000 d.C.).

De estas pinturas tenemos múltiples ejemplos en sitios como Dzibilnocac, Xnucbec y Santa Rosa Xtampak en Campeche, Xkichmool, Kom, Kewik, Uxmal, Sacnicté, Ekbalam y Chichén Itzá en Yucatán. En la misma región se han encontrado murales del mismo período en sitios como Mulchic, Chacmultún, Chacbolay, Dzulá, Xkichmool y Ekbalam, en Yucatán, Tancah, Cobá y Xelhá, en Quintana Roo .

En cuanto al contenido de estas manifestaciones pictóricas, se reflejan como valores dominantes los religiosos y los militares y esporádicamente, los seculares.

Las pinturas del Templo de los Guerreros, Templo de los Jaguares y Las Monjas de Chichén Itzá, corresponden al Clásico Terminal y al Postclásico Temprano (1000 a 1250 d.C.), época de lo que se ha denominado como influencia Tolteca, Mexicana o maya Putún.

En el Templo de los Jaguares, la escena representada se refiere a un poblado maya costero, donde se observan la típica vivienda maya de techo de palma, construcciones más elaboradas de techo plano, enmarcadas con una serpiente emplumada, así como tres canoas de pescadores en el mar. Otro mural del Templo de los Jaguares muestra el ataque a una población, por guerreros precedidos por una deidad patrona de carácter serpentino.

Un mural del Templo de los Guerreros tiene otra escena de batalla, así como la toma de cautivos y la representación de un templo ubicado en el agua, con representaciones asociadas, de peces, caracoles, un cangrejo y un jaguar.

Durante el Postclásico Tardío (1250-1550 d.C.) hubo manifestaciones pictóricas estilísticamente vinculadas con el Códice de Madrid o Trocortesiano, como los fragmentos de pintura mural hallados en la Estructura 44 de Tancah y la Estructura 1, del grupo Las Pinturas de Cobá, hallados en Quintana Roo.

Otra influencia que se halla presente en arte pictórico de este período, es la del arte mixteco, como se puede observar en los murales de la Estructura 16 de Tulum, Q. Roo, Santa Rita, Corozal, en Belice, Iximché y Utatlán en Guatemala, los cuales representan escenas mitológicas y ceremoniales. En Mayapán, Yucatán, también han sido encontradas pinturas en la Estructura Q 80 o Templo de los Nichos Pintados y en la Q 161 o Sala de los Frescos, con motivos similares a la tradición predominante en esta época. El auge del comercio durante este período favoreció el intercambio cultural y las influencias pictóricas de varias regiones de Mesoamérica con el área maya, que ya hemos indicado anteriormente. Debemos señalar que gran parte de los conocimientos pictóricos de los mayas fueron aprovechados por los conquistadores hispanos en el arte religioso, que acompañó a los grandes conventos e iglesias de la época colonial.