Pelota, juego de

Pelota, juego de  El juego de pelota, en náhuatl ollama, constituye para Mesoamérica una de las expresiones culturales más significativas. Se practicaba originalmente por razones de carácter religioso y mágico. El campo, en náhuatl tlachtli, puede encontrarse en muchos sitios arqueológicos, todavía en buen estado de conservación. Constituía un gran paralelogramo de dimensiones siempre diferentes, rodeado de paredes, y en sus laterales se ubicaba un disco empotrado en cada lado llamado tlachtlimalacatl, y una línea situada a la mitad del campo cruzándolo perpendicularmente. Se jugaba con una pelota de hule maciza, de 20 a 30 cm de diámetro. Los jugadores se equipaban con defensas de cuero para la rodilla y caderas, únicas partes del cuerpo permitidas para tocar la pelota, y sólo vestían un ligero pañafe, en náhuatl «maxtle», sobre las zonas verendas. El propósito u objeto del juego era doble y consistía en impulsar la pelota lo más lejos de la línea central divisoria, algo semejante al futbol y la forma más ordinaria era introducirla en los discos o argollas de piedra empotradas en los muros laterales que era lo más difícil. El jugador que lo conseguía, se apropiaba de la ropa de los espectadores, quienes la ponían a un lado del juego, para cómodamente observarlo. El juego de pelota poseía un carácter sacro, representado en casi todos los códices, con los cuatro colores cósmicos, localizados en las cuatro secciones del campo, descrito en textos como el Himno XIV, rescatados por Bernardino de Sahagún, y el cual significa el eterno juego de los astros en el universo.

La importancia de este juego puede comprobarse en los topónimos todavía presentes como Tlaxcoapan: agua del juego de pelota; Tlaxco o Taxco: en el campo del juego de pelota; Tlaxcoac: en el agua del juego; Tlachquiahbuhco: en el campo de juego dedicado a la lluvia, como dios; entre otras.

En numerosas ciudades prehispánicas existían no una sino muchas canchas o edificaciones para el juego del tlachtli, el cual alcanzó grandes dimensiones como aquel de Chichén Itzá, uno de los mayores existentes.