Pec, José Venancio

Pec, José Venancio  Caudillo indígena, quien actuó principalmente en la región norte de la franja selvática costera, durante la Guerra de Castas. Estuvo presente en la reunión convocada por Jacinto Pat, el 7 de agosto de 1847, en la hacienda Culumpich, tras la muerte de Manuel Antonio Ay. Asistieron también Cecilio Chí, Florentino Chan y Bonifacio Novelo, y ahí se decidió la lucha frontal y sin cuartel contra los blancos. Ante el plan de campaña emprendido por las tropas de los coroneles Méndez y Molas para acabar con la insurrección indígena en 1848, Pec participó en la cruzada contra Yaxcabá. Para ello, bajaron los caudillos orientales con 1,500 hombres, quienes unidos a los de Chikindzonot, Ekpedz, Tepich y Tihosuco, formaron un total aproximado de 5,000 guerreros, quienes tomaron parte en sangrientas batallas. Luego de que el coronel Méndez ocupara Tihosuco y los coroneles Molas, Ruz y Peniche Gutiérrez restauraran Valladolid y Espita a finales de ese año, Venancio Pec estableció su campamento en Nohyaxché, mientras que Jacinto Pat hacía el suyo en su rancho Tabi, Bonifacio Novelo en Majas y Cecilio Chí en Chanchén. Poco después de la toma de Tihosuco, fue asesinado Chí por su secretario Atanasio Flores. Al saberse la noticia, Pec, quien vivía muy cerca de Chanchén, envió 300 hombres para atrapar al asesino parapetado en el cuartel del lugar, donde fue ajusticiado.

Para abril de 1848, habían caído ante los indígenas rebeldes las principales poblaciones del estado, entre ellas Bacalar. El historiador Serapio Baqueiro destaca que la forma de claudicación fue distinta en este poblado, ya que fue desocupado mediante un tratado que se celebró entre oficiales mayas y blancos. En su Ensayo histórico sobre las revoluciones de Yucatán desde el año de 1849 hasta 1864, señala que «Pretextando que iban en busca de trabajo como todos los años lo acostumbraban, se aproximaron en número considerable deteniéndose en un lugar de sus inmediaciones. Los encabezaba Venancio Pec. Desde allí dirigieron una comunicación a las autoridades, manifestando que no tenían disgusto alguno contra los bacalareños que siempre les habían proporcionado trabajo y les habían satisfecho su valor, por lo cual no habían tenido más objeto al aproximarse, que el que les dieran cierto número de fusiles y veinticinco arrobas de pólvora que necesitaban que verificado esto, se retirarían pacíficamente respetando la población. La contestación que se les dio fue negativa». Estaba al frente de la defensa de Bacalar el capitán Irineo Pereira, vecino de esa población. La negativa hizo que las fuerzas comandadas por Pec avanzaran y se situaran frente a las fortificaciones, desde las cuales los soldados empezaron a disparar causando muchos muertos y heridos. Sin embargo, los indígenas actuaron del mismo modo que en el combate celebrado en Ticul años antes, «poniéndose boca arriba (…) y empujando enormes piedras con la punta de los pies para formar sus atrincheramientos; al fin consiguieron ponerse a cubierto de los fuegos de la artillería y levantar una línea de trincheras», desde las cuales dirigían palabras provocativas a las tropas. La fuerza y audacia con las que lucharon los soldados indígenas, aun a costa de numerosas bajas, hizo que las trincheras de la línea enemiga fueran abandonadas y las tropas que las cubrían se guarecieran en la fortaleza, «las familias empezaron a desbandarse, y los fuegos vinieron a ser más nutridos todo el día el eco del cañón y los gritos sin cesar de los sitiadores tuvieron en inaudito estruendo a la plaza, cubierta ésta por una densa capa de humo que imposibilitaba ver los objetivos». Al día siguiente, los rebeldes comandados por Pec propusieron nuevamente que les dieran los pertrechos de guerra y saldrían del lugar, sin que nadie temiera por sus intereses y vida. Los sitiados accedieron y cumplida la condición, las tropas «abrieron filas colocando a las familias, y luego emprendieron su retirada de la manera más tranquila. Los indios, en consecuencia, quedaron dueños de la villa».

Nelson Reed, en La Guerra de Castas de Yucatán, indica que después de la muerte de Cecilio Chí, una fuerte rivalidad nació entre Jacinto Pat y los caudillos de la zona sur y norte, Florentino Chan y Venancio Pec, respectivamente. A Chan y a Pec les llegó el rumor de las relaciones de Pat con el superintendente de Belice, el coronel Charles Fancourt, y ante la sombra de duda dejada por el tratado que firmó el primero en Tzucacab, donde se proclamaba la máxima autoridad indígena, en alianza iniciaron una feroz campaña contra él. El 3 de septiembre de 1849, Venancio Pec firmó una carta, junto con Chan y otros caudillos rebeldes, dirigida a los capitanes, sargentos y alcaldes, en la que se decía «Hora es ésta, en que nos es preciso hacer saber a vuestras Señorías que no es ya comandante don Jacinto Pat, por haber faltado a nuestro mandato, y por cuyo motivo en donde quiera que se le encuentre allí será asesinado». También hacían saber que Pat había hecho mucho daño a los pobres, a los capitanes y a los pueblos al establecer la pena de azotes, el servicio de semaneros, despojar a sus subordinados y fijar una contribución de guerra. En el escrito se anunciaba que a partir de ese momento no habría más mandato «que el que establezca el señor comandante general señor D. Cecilio, con el señor D. Venancio Pec y el señor D. Florentino Chan». Sorprende la mención de Cecilio Chí como si estuviera vivo, cuando ya había sido asesinado o bien en diciembre de 1848 o en mayo de 1849. Venancio Pec emprendió la persecución de Pat y el 8 de septiembre se presentó en Tabi, donde se localizaba el cuartel militar del antiguo cacique de Tihosuco, y descubrió que éste había partido rumbo a Belice con 5,000 pesos y algunos capitanes incondicionales. Pec se apoderó de varios jefes de Tabi y con ellos viajó hacia el Sur y alcanzó a Jacinto Pat en el rancho Holchén, ubicado a 80 km de Bacalar, donde lo asesinó.

El 15 de noviembre de ese año, Florentino Chan y Venancio Pec se encontraron en las playas de la Bahía de la Ascensión con el superintendente de Belice, Charles St. John Fancourt, luego que el gobierno inglés había ofrecido la intervención de las autoridades de Belice para lograr la pacificación de Yucatán. En la reunión, escuchó las quejas de ambos caudillos sobre los impuestos y atrocidades cometidos por los soldados blancos en el frente de guerra y supo que sólo aceptarían la independencia total del terreno que ocupaban. De acuerdo con los testimonios existentes, ahí Pec manifestó su disposición de quedar bajo la soberanía inglesa, e incluso, se propuso para ir a Inglaterra y hablar con la reina Victoria. La petición le fue denegada, aunque el funcionario inglés prometió transmitir a México las condiciones que exigían los indígenas rebeldes para firmar la paz.

Venancio Pec murió en combate al resistir la embestida de las fuerzas del coronel Novelo en Chan Santa Cruz, junto con Juan Bautista Yam, a fines de 1852.