Arte plumaria (Cultura maya) Aunque los historiadores e investigadores modernos no nos hablan mucho del arte plumaria entre los mayas, es indudable que estos alcanzaron un alto grado de perfección en el arte de las plumas. Sus artes plásticas nos lo demuestran en innumerables ejemplares, especialmente en las estelas del Período Clásico. Los complicados tocados y ricas telas representadas acusan un gran uso de plumas preciosas, especialmente las largas del quetzal. Sabido es que estas plumas fueron tenidas como verdaderas joyas por los antiguos pueblos de México y Centroamérica. Y es lógico suponer que siendo los mayas entre los otros pueblos de México, quienes alcanzaron mayor altura en cuanto al desarrollo de su arte, y viviendo en la región donde se producían las más ricas plumas, fueron ellos los que influyeron en el perfeccionamiento del arte plumaria.
Parece ser que al tiempo de la Conquista los mayas de Guatemala y Chiapas, especialmente los quichés, cakchiqueles, pokomanes y pokomchíes se dedicaban no tanto a manufacturar la pluma como a explotarla para surtir los centros consumidores del Noroeste, especialmente de la gran Tenochtitlán. Sin embargo, era también utilizada para los arreos de sus danzas y para la aplicación en los trajes, especialmente los femeninos. Sabemos que las aves eran cogidas con liga aplicadas a unas varitas y que éstas tenían diferente nombre según la región y el grupo lingüístico. La pluma más preciada era la del quetzal, al cual llamaba q’uq’ la mayoría de los grupos lingüísticos de Guatemala, especialmente los del quiché y los del pokom. Sin embargo, también se encuentra registrado para el ave el nombre de man q’uq’, en algunos dialectos del grupo quiché. (Conviene recordar aquí, que tanto la palabra quetzal como la palabra q’uq’, forman parte de los nombres de una misma deidad: Quetzalcoatl en México, Kukulcán en Yucatán y Gugumatz en Guatemala y que en la literatura azteca como en la mayance los respectivos vocablos tuvieron un significado marginal de «precioso» y éste es probablemente el valor real que tienen en los nombres de la citada deidad). Otra pluma tan apreciada como la del quetzal, era la del ave raxom y recibía el mismo nombre: raxom. El ave está descrita como de color azul celeste por Basseta y otros autores, pero no conocemos su nombre técnico. (El del quetzal es Pharomacrus mocinno). Refiriéndose Sahagún a los objetos que manufacturaban los plumistas en Tenochtitlán, explica que tenían dos maneras de ejercer su oficio. He aquí, según Seler, sus propias palabras: «21. Hácense las divisas que se llevan en la espalda al bailar y todos los vestidos de baile, los arreos con que se bailaba… 23. Y de modos diferentes se ejercen el oficio y la profesión de los plumistas. 24. La primera manera de trabajar consiste en fijar con engrudo las plumas sobre la capa inferior, para terminar así la obra. 25. La segunda manera consiste en ejecutar el trabajo y en darle fin con ayuda de hilo y bramante». Más adelante repite: «74. Hay otra especie de trabajo, la obra con hilo y con bramante. De este modo es como se hacen los abanicos, los de pluma de quetzal, los brazales de pluma, las divisas llevadas en la espalda y las otras, las cotas de armas amarillas, etcétera; además, las cabalgaduras, los penachos, las pelotas de plumas, las borlas, todo aquello con que se adornan y hermosean los abanicos». No sabemos si los mayas usaron del primer modo de trabajar de los mexicanos según Sahagún lo describe, es decir, el consistente en fijar con engrudo las plumas; del otro, en el que se usaba el hilo para fijarlas, hay varias alusiones en los vocabularios. La pluma más usada para aplicar en los tejidos era la del pecho de cierta clase de patos que criaban en toda el área centroamericana, desde Yucatán hasta Guatemala. Landa, refiriéndose a los mayas peninsulares dice: «Crian cierta clase de anadones blancos grandes que creo les vinieron del Perú para la pluma, y así las pelan muchas veces las barrigas, y quieren aquella pluma para las labores de sus ropas». Así como el cacao, la concha marina roja, las piedras preciosas (jade, turquesa), objetos de cobre, la manta, etcétera tuvieron función económica como unidades de trueque, las plumas ricas también las usaron como moneda, tanto para fines comerciales como para el pago de penas legales.