Alpuche y Gorozica, Wenceslao (1804-1841) Poeta y hombre público. Nació en Tihosuco y falleció en Tekax. Quedó huérfano de padre en días de su infancia y al contraer su madre segundas nupcias, Wenceslao fue enviado a Mérida para que iniciara sus estudios. En el Seminario Conciliar de San Ildefonso se distinguió por su inteligencia y dedicación. Con José Martín Espinosa aprendió matemáticas y demostró por ellas especial aptitud. Al mismo tiempo se hizo presente su vocación por la literatura, a la que José Esquivel Pren, en su Historia de la Literatura en Yucatán, y confirmando lo ya expresado por Francisco Sosa en la biografía de Alpuche, se refiere en los siguientes términos: «Sus primeras lecturas literarias fueron las comedias de Calderón, Lope y Moreto y se propuso imitarlos. Una pieza teatral, no sabemos si comedia o drama, fue la que inició su carrera. Los anónimos amigos del poeta que, a su muerte, publicaron la única colección de sus poesías, en la breve noticia biográfica y observaciones que preceden este libro, insinúan que aquella comedia o aquel drama, obra primigenia de Alpuche, no le acreditaba favorablemente y añaden que por más esfuerzos hechos para adquirir ese primer y único ensayo dramático, no se ha conseguido y sus diligencias han sido inútiles; concluyen que Alpuche no estaría muy satisfecho de una producción que no conservaba en su poder, que nunca habló bien de ella y que después no intentó ocuparse de nuevo en composiciones de esa especie… En seguida —continúa JEP— el poeta se dedicó a la lectura de las poesías de Manuel José Quintana, Montiano, Luzán, Jovellanos, Moratín y Meléndez, procurando huir, sin embargo, de los amaneramientos de Cienfuegos que tantos prosélitos hizo, como el gongorismo en su tiempo. Empapado en estas lecturas, la obra literaria de Alpuche refleja indistintamente la técnica de unos y otros». Terminados sus estudios, Alpuche y Gorozica se dio a conocer como poeta en las páginas de los periódicos de la época. Participó muy pronto en la actividad política y fue diputado al Congreso local primeramente y, más tarde, al Congreso de la Unión, por lo que viajó a la Ciudad de México, donde tuvo oportunidad de entablar relaciones con destacados literatos del momento, como José Joaquín Pesado, Manuel Carpio, el poeta cubano José María Heredia y otros, de quienes recibió estímulos, pero no influencias de tipo literario. En poesía, Alpuche prefirió como modelos a los españoles Manuel José Quintana y, en algunos rasgos, a fray Luis de León. Son dos los géneros que constituyen su obra poética: el patriótico y el amatorio o erótico. He aquí los títulos de sus poemas Grito de Dolores, A Hidalgo, La Independencia, Al suplicio de Morelos y Moctezuma que corresponden al primer género; y Heloísa, La perfidia, A una mejicana, Chapultepec, A una joven y A Clemencia correspondientes al segundo. Según la opinión de algunos críticos fueron dos poemas los que consagraron el crédito literario de Alpuche: La fama y La vuelta a la patria. La primera edición de los versos de Alpuche fue realizada, en 1842, después de la muerte del poeta, por un grupo de sus amigos de la ciudad de Mérida. Aunque durante su vida nunca reunió sus composiciones en un volumen —acota a propósito JEP—, y con anterioridad a ese volumen póstumo ya se habían publicado dos libros de versos de poetas yucatecos, Wenceslao Alpuche sigue en orden cronológico a Quintana Roo, porque comenzó a escribir y aun a publicar sus producciones en periódicos de la Ciudad de México, con antelación a los jóvenes que en Mérida cultivaron el verso casi contemporáneamente. Por su parte, Francisco Sosa, en su Ensayo biográfico y crítico de Wenceslao Alpuche (1873), afirma que éste «es acreedor al aprecio y al respeto de los mexicanos, no tan sólo por el claro ingenio y brillantes dotes que la naturaleza hubo de colocar en él, sino también, y acción tan meritoria demanda justo premio, porque supo y quiso emplear esas dotes en cantos hermosos a la libertad y a los héroes que nos la legaron. Patrióticas y sublimes son sus odas —dice—, llenas de entonación robusta y de varonil energía, respiran el fuego sagrado que animara a los nobles caudillos de que hicieron independiente y libre a la patria de Cuauhtémoc, cuyos manes imploraban tantos años hacía, inmortal venganza. De aquel género son, en su mayor parte, las obras de nuestro autor, título sobrado para que con justicia se le dé el nombre de poeta nacional, y con brillantísimos caracteres le pongamos entre los de esos a quienes las venideras generaciones guardarán consideración profunda y merecido respeto». Aunque al eminente polígrafo español Marcelino Menéndez y Pelayo no le merece elogios la poesía de Alpuche, ello se atribuye, en primer lugar, a que el ilustre letrado desconocía, según él mismo confesó, su obra completa, y porque la que pudo apreciar, de marcado acento cívico, es deprimente de España en su función de conquistadora y colonizadora de México. Obviamente, el encendido patriotismo de Alpuche hería el patriotismo, a la defensiva, de Marcelino Menéndez. Sus versos tuvieron una segunda edición, en el año 1887, en la imprenta Hidalgo de Mérida, bajo la responsabilidad de Pastor Urcelay. Alpuche no cultivó específicamente el género fabulístico, pero sí fue autor de la primera fábula escrita en Yucatán en los tiempos en que en España destacaban en este género Iriarte y Samaniego; sólo que la fábula escrita por Alpuche no es de tipo moralizante, sino esencialmente política. Los restos de Wenceslao Alpuche y Gorozica, fallecido en Tekax cuando no cumplía aún 37 años de edad, reposan en la cima del cerro de San Diego en esa ciudad del sur del estado, región a la que se había retirado el poeta, amante del campo, para dedicarse a la agricultura.