Aguadas Constituyen un importante grupo de depósitos acuíferos naturales, a superficie y poco profundos, cuyo espejo se encuentra en exposición a cielo abierto.
Su utilización como fuentes de abastecimiento de agua para consumo humano ha sido poco a poco abandonada y actualmente, salvo excepciones localizadas en sitios todavía privados de otro tipo de suministros, su aprovechamiento es como abrevaderos para animales y, especialmente, para asegurar la supervivencia de los hatos de ganado bovino bajo pastoreo, sistema que caracterizó a la ganadería yucateca desde los tiempos de la Colonia.
Aunque existen opiniones en el sentido de que puede tratarse de antiguas depresiones del fondo del mar, cuando éste cubría la mayor parte de la Península, la teoría más generalizada en cuanto al origen de las aguadas es la que lo atribuye a la dinámica kárstica del sistema hidrológico peninsular y particularmente asociado con la formación y evolución de los cenotes. Existe, además, una tendencia a utilizar indistintamente los términos aguada y cenote para denominar a los cuerpos de agua con exposición a cielo abierto, lo cual ha generado algunas confusiones al respecto, aunque en realidad el término aguada se aplica más a los acuíferos superficiales cuyo espejo de agua se despliega sobre los tendidos declives de incipientes depresiones, mientras que el de cenote está referido comúnmente a los cuerpos de agua confinados en recintos claramente definidos por la verticalidad de sus paredes. Hay quienes, al respecto, consideran que las aguadas son formaciones naturales que corresponden a la fase senil o tardía del proceso de evolución kárstica de algunos cenotes, cuyas bóvedas se han desplomado completamente y sus paredes han sufrido derrumbes y erosión, hasta formar declives cada vez más tendidos, pero que por su profundidad alcanzan a mantener sus fondos por abajo del nivel superior de circulación de las aguas freáticas. No obstante, existen también opiniones que, sin dejar de considerarlas como formaciones naturales, sostienen que las aguadas son el resultado de un proceso kárstico diferente al que dio origen a los cenotes. Según estas consideraciones, las aguadas constituyen concavidades del terreno formadas por disolución del sustrato calcáreo, desde su superficie hacia abajo, a partir de depresiones preexistentes debidas a ligeros plegamientos de la corteza terrestre, lo cual posibilita la captación de las aguas pluviales a través de escurrimientos superficiales. Esto significa que el agua que almacenan las aguadas es más bien estancada, lo que conlleva una importante y más real diferencia con los cenotes. Existen también diversos receptáculos construidos por los mayas prehispánicos, mediante el acondicionamiento de terrenos bajos, con el propósito de colectar y conservar el agua de las lluvias, a los cuales se les conoce igualmente con el nombre de aguadas, o de aguadas superficiales, para precisar su origen.
Este tipo de obras hidráulicas abunda en lugares donde no hay cenotes, donde el agua subterránea se encuentra a grandes profundidades o donde no es potable por su excesiva concentración de sales. Aprovechando las partes bajas del terreno se construían anchos bordos para delimitar los embalses, dejando varios conductos para canalizar el agua pluvial hacia ellos. Así, las aguadas se llenaban durante la temporada de lluvias, pudiendo conservarla todo el año, como todavía se observa en algunas de ellas localizadas en la porción sur del estado de Yucatán.
Durante la época de seca, aunque las aguadas no contengan agua en la superficie, es posible obtenerla de pozos perforados en sus fondos. Entre las aguadas más conocidas de este tipo en la zona de la sierrita y áreas circunvecinas se encuentran la de X’potoit y la de San Francisco. Otro tipo de aguadas artificiales lo constituyen las formadas en un área baja rodeada por montículos de tierra, cuyo fondo se encuentra recubierto con grandes piedras labradas. En el centro de la aguada aparece una serie de agujeros o bocas que comunican depósitos subterráneos con forma de campana, de 2 a 3 m de diámetro y de 6 a 8 m de profundidad, revestidos interiormente con placas rectangulares de piedra caliza labrada, para evitar infiltraciones hacia el subsuelo. Cada una de las bocas se encuentra tapada con una piedra circular que permite el paso del agua hacia estos depósitos, cuando el área que comprende la aguada comienza a recibir las aguas llovedizas, las cuales siguen fluyendo hasta formar un depósito superficial de poco más o menos 3 m de profundidad. Cuando llega la época seca y se abate el volumen de la aguada, a veces hasta secarse, las cisternas contienen suficiente agua para satisfacer las necesidades de los habitantes de los diversos asentamientos circunvecinos, como sucede en la aguada artificial localizada en las cercanías de Noh-Halal, antiguo pueblo de Yucatán, muy próximo al sitio llamado Put, punto de convergencia de las actuales tres entidades peninsulares. Durante su grandiosa aventura, el célebre viajero norteamericano John. L. Stephens conoció y describió esta pintoresca aguada, como la calificó durante su visita en los años 1841-1842. En su relato señala que en el fondo de algunas de las cisternas construidas en el área central de la aguada, existe otro depósito similar, pero de menor diámetro. Asimismo, señala que alrededor de las aguadas se encontraban cisternas de otro tipo o casimbas, que no son sino agujeros de poco diámetro, en los que se acumulaba el agua por vía de las filtraciones, sirviendo también como medios de aprovisionamiento de agua, tal como sucede hasta la fecha en la propia aguada de Noh-Halal o en las de otras regiones del estado como Huntochac, Yaxhachén, San Pedro X’cuncat y algunas otras más.