Aurora Yucateca (La) Fábrica de hilados y tejidos de algodón fundada en 1833 por Pedro Sainz de Baranda, teniendo como socio a John L. Macgregor, escocés radicado en Yucatán. Se escogió Valladolid para instalar la fábrica, ya que era la zona productora y sus habitantes estaban familiarizados con el cultivo. El gobernador del estado en esa época era Tiburcio López Constante, quien otorgó muchas facilidades para su establecimiento. La maquinaria fue traída de Nueva York y desembarcada en Sisal, donde se montó en carros especiales para su transporte hasta Valladolid. Se había escogido ahí un terreno amplio que miraba a la plaza de la Candelaria, de 50 por 70 m, rodeado de una barda de 3 m de alto. La fábrica tenía buena apariencia; comprendía una serie de edificios agrupados en torno de un patio central; en la parte más cercana a la plaza había cuatro almacenes y en el otro extremo del patio estaban los talleres de mantenimiento, con herrería y carpintería; el edificio principal era de dos pisos, de 30 m de largo y 17 m de ancho, con enrejados metálicos en los arcos que permitían la entrada de luz y una buena ventilación, albergando las plantas de alijar, cardar, hilar y tejer. Contiguo a este edificio estaba la casa de las calderas de alta presión y la máquina de vapor que movía un motor de 15 caballos de fuerza. Cabe hacer notar que fue la primera fábrica de hilados y tejidos completamente mecanizada que en el país usó fuerza de vapor. Los obreros eran 43, pero entre ellos y otras gentes empleadas en los talleres y otros menesteres hizo que de la fábrica dependieran unas 17 familias de la localidad. El algodón lo surtían los agricultores independientes de toda la región, a quienes se les compraba a razón de 20 a 30 centavos el kg, sin despepitar. Además, se contrató con 64 familias campesinas el aprovisionamiento de leña para sus calderas, pagándoles el precio normal de 6 centavos la carga.
La fábrica producía diariamente unos 400 m de manta mediana y 40 kg de hilo. Entre 1840 y 1842 la producción fue de 180,000 m de manta y 3,100 kg de hilo; como la manta se vendía a 20 centavos el metro, la venta por este concepto totalizaba 36,000 pesos. En marzo de 1844, se habían elaborado en total 13,256 piezas de manta que representaban 356,000 m y 7,500 kg de hilo, con un consumo de 300 t de algodón.
Es justo hacer notar que a los obreros se les pagaba por pieza hecha y ganaban de este modo el doble de la paga común del trabajador agrícola y del artesano. Las dificultades para vender la producción estribaban, desde el principio, en que la manta inglesa era más barata, a 15 centavos el metro, y por Belice se introducía de contrabando a Yucatán, pero se agudizaron en 1843 cuando en Veracruz y Tampico se consideraron extranjeras ya que las autoridades rehusaban creer que en Yucatán se pudiesen producir tales mantas, a pesar del sello de fábrica, y les parecía que eran inglesas, sólo que remarcadas, para eludir el pago de impuestos. La situación empeoró en 1844 cuando de plano esta mercancía fue eliminada de la lista de artículos introducibles sin pago de impuestos. Se consideró en esa época que los problemas anteriores dimanaron, por una parte, de las dificultades políticas entre los gobiernos de Yucatán y México y por otra a la presión de las fábricas mexicanas.
En diciembre de 1845 falleció Pedro Sainz de Baranda, quedando la dirección de la fábrica en manos de MacGregor; siguió trabajando hasta 1847 en que estalló la Guerra de Castas y los sublevados asaltaron Valladolid; la fábrica sirvió como fortaleza para resistir los asaltos, pero al fin fue incendiada; sus ruinas permanecieron muchos años.