Alcalde, Antonio (1701-1792) Obispo de Yucatán. Nació en la villa de Zigales, en Castilla la Vieja, España, y murió en Guadalajara, Jalisco. A los 17 años tomó el hábito en el convento de San Pablo, de la Orden de Santo Domingo, en Valladolid. Realizó estudios en humanidades, filosofía y ciencias eclesiásticas y se ordenó sacerdote. Fue catedrático de filosofía y teología durante 30 años y ocupó después el cargo de prior en los monasterios de Zamora y de Jesús María, en Valverde.
Carrillo y Ancona describe en su obra El Obispado de Yucatán que el fraile siempre tenía ante la vista, en su austera celda, una calavera al pie de un Jesús crucificado, y así lo observó el rey Carlos III un día de 1761 que de improviso visitó el convento. Le produjo al monarca tal impresión que, al quedar vacante la Diócesis de Yucatán, debido a la muerte de fray Ignacio de Padilla y Estrada, decidió designarlo su obispo. Cuenta la tradición que el soberano ordenó a su ministro: «Nombre V. al fraile de la calavera precisamente». El 18 de septiembre de ese año, cuando acababa de ser elegido prior del convento de Segovia, recibió la Real Cédula de su nombramiento para el Obispado de Yucatán y, considerándose indigno de tal honor, pretendió renunciar. Fue el ministro general de la Orden de Predicadores, fray Juan Tomás de Boxader, quien lo animó a aceptar. Sus bulas fueron despachadas por el Papa Clemente XIII, el 29 de enero de 1762. Recibió la consagración episcopal en Cartagena de Indias el 8 de mayo de 1763 y, el mismo año, el 1 de agosto tomó posesión de la Diócesis de Yucatán. Lo acompañaron como ayudantes y familiares los dominicos Rodrigo Alonzo y Agustín de Soto. Cuatro meses después, el 12 de diciembre, día de la fiesta de la Virgen de Guadalupe, ante la falta de dedicación ritual de la iglesia Catedral, la consagró solemnemente. En octubre de 1765, fundó en el Seminario Conciliar la cátedra de teología moral y perfeccionó los reglamentos del colegio. Visitó dos veces en seis años toda la Península de Yucatán y las provincias de Belice, Petén Itzá y Tabasco. Promovió la posesión de curatos por parte del clero regular y en tiempos en que gobernaba la Capitanía General el mariscal de campo Cristóbal de Zayas y Guzmán, con quien mantuvo excelentes relaciones, ambos dirigieron al rey una solicitud para que se suspendiera la secularización de los frailes de San Francisco y se les dejaran en propiedad los 20 curatos que todavía administraban. Recibieron respuesta favorable por medio de una Orden Real del 9 de mayo de 1766. Al año siguiente, ante la decisión de Carlos III de expulsar a los jesuitas, fray Antonio Alcalde se preocupó por aumentar las cátedras de teología moral y de filosofía en el Seminario Conciliar con la aplicación de sus propias rentas sobre el diezmo por la considerable cantidad de 4,800 pesos. Durante su administración pastoral se presentó una grave plaga de langosta en la Península. Con tal motivo, para evitar la hambruna, la imagen de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora de Izamal fue traída a Mérida en 1769, desde su santuario, en solemne procesión. En ese tiempo, se colocó en la Sala Capitular de la Catedral el retrato a pincel de esta Virgen. Su gobierno episcopal procuró fomentar la formación de los sacerdotes: ordenó 87; entre ellos, 19 fueron frailes; 22 graduantes de bachillerato de la Universidad de San Javier; dos con el título de maestro y cinco con el de doctor. Entre las obras sociales que emprendió sobresale el Hospital de San Juan de Dios, al que dotó de una enfermería para mujeres y dispuso la colocación de camas destinadas a sacerdotes pobres, mejoras que fueron posibles por una aportación de 20,000 pesos fuertes. A fines de 1770 viajó a la Ciudad de México para participar en el Concilio IV Provincial convocado por el arzobispo Francisco Antonio Lorenzana, que se inició el 13 de enero de 1771 en la Catedral Metropolitana. En esta asamblea se dejó escuchar la opinión del ilustre dominico, a la vez que éste, fiel a su generosidad, dispuso de 4,000 pesos fuertes para los gastos del Concilio. Asimismo, participó de manera fundamental en la formación del catecismo mayor. Después de siete meses de sesiones llegaron noticias procedentes de España que comunicaban cambios en la jerarquía episcopal: se consideraba el ascenso a cardenal del arzobispo de México; el traslado del obispo de Puebla, Francisco Fabián y Fuero, al Arzobispado de México, y el de Yucatán pasaba al Obispado de Nueva Galicia, con sede en Guadalajara. Luego de haber permanecido en su primera diócesis durante 10 años, se dirigió a su nuevo destino al terminar el Concilio. La Real Cédula que le nombraba titular de la Diócesis de Guadalajara fue presentada el 19 de agosto de 1771. A su muerte, el 6 de agosto de 1792, los restos de fray Antonio Alcalde fueron sepultados en el presbiterio del Santuario de Guadalupe, por él construido.