Ávila y Valdós, Eleuterio (1876-?) Gobernador preconstitucional y comandante militar del estado. Nacido en Valladolid, hizo sus estudios primarios y preparatorios, así como dos años de jurisprudencia, en Mérida. Posteriormente, en la ciudad de México, cursó la carrera de ingeniero. En 1908 tomó a su cargo las obras de la Compañía Terminal de Veracruz y en 1911 retornó a Monterrey, donde ya había trabajado varios años. Después de la traición de Victoriano Huerta y al encabezar el movimiento de restauración constitucionalista Venustiano Carranza, el ingeniero Ávila se puso a las órdenes de éste y desempeñó algunas comisiones en las ciudades de Laredo y Bronswille, incorporándose en enero de 1914 al Ejército de la Revolución, con el grado de capitán segundo y como jefe del Estado Mayor del coronel Emilio Salinas, comandante del Primer Regimiento Occidental de Coahuila. Sus méritos en campaña le valieron varios ascensos hasta alcanzar el grado de teniente coronel. Por encargo del primer jefe atendió una importante comisión cerca de Jesús Acuña, gobernador de Coahuila, y en vísperas de la entrada de Carranza a la ciudad de México fue llamado por éste para designarlo gobernador y comandante militar de Yucatán. De acuerdo con las instrucciones recibidas, el teniente coronel Ávila pasó a Córdoba, Veracruz, donde el general Jesús Carranza puso a sus órdenes una parte de las tropas del general Alberto Carrera Torres, que fueron despachadas hacia el puerto de Progreso en el barco petrolero San Bernardo. Carrera Torres viajó desde Puerto México (Coatzacoalcos), en el vapor Tehuantepec, con el gobernador Ávila, a quien acompañaban también Albino Acereto y Alonso Aznar Mendoza y el poeta Ignacio Magaloni Ibarra, nombrados secretario general de gobierno, oficial mayor y tesorero general del estado, respectivamente.
El acto más significativo de su gobierno fue la expedición del Decreto núm. 4, al cual se refiere Jaime Orosa Díaz en su Historia de Yucatán en los siguientes términos: «Después de declarar nulos todos los actos oficiales realizados en Yucatán durante la usurpación huertista, y de reorganizar la administración pública, el mayor (sic) e ingeniero Ávila dio un paso trascendental en la historia regional: la liberación de los jornaleros de las haciendas henequeneras. El histórico decreto, que fue publicado el 11 de noviembre de 1914 (Álvaro Gamboa Ricalde al reproducirlo en su obra Yucatán desde 1910 da como fecha el 11 de septiembre, dos días después de la llegada de Ávila a Mérida y también consigna esa fecha Albino Acereto en la Enciclopedia Yucatanense), nulificaba todas las deudas contraídas por los peones de las fincas henequeneras, como el primer paso para acabar con la esclavitud en que aún permanecían, no obstante los brotes de rebeldía que se habían registrado en las postrimerías de la dictadura, y las medidas tomadas en favor de los campesinos por los gobernadores maderistas Pino Suárez y Cámara Vales. Por otra parte, la conducta de las autoridades de la usurpación en el estado se había caracterizado por una estrecha alianza con los sectores representativos del porfirismo local, que provocó consiguientemente la deformación de las funciones asignadas a la Comisión Reguladora del Mercado de Henequén y el resurgimiento de la casa de Avelino Montes como factor determinante en el comercio exterior de la fibra yucateca». Y antes de reproducir algunos puntos del Decreto, subraya Orosa Díaz la especial importancia de éste «por la época en que fue promulgado y por constituir un caso extraordinario en la legislación del período preconstitucional de Carranza». Si bien el cumplimiento liberador de este ordenamiento legal de Ávila no pudo llevarse cabalmente a la práctica, sino hasta que le dio aplicación el general Salvador Alvarado, no puede menospreciarse su significación histórica como uno de los documentos fundamentales del nuevo régimen económico y social que la Revolución Constitucionalista se proponía establecer en Yucatán. Al gobernador Ávila le correspondió, en contraparte, acudir poco después al auxilio de los hacendados henequeneros mediante un empréstito de ocho millones de pesos destinados a fortalecer las precarias finanzas del carrancismo, lo cual no ha de haberse logrado sin cierto tipo de concesiones.
En su obra ya citada, Gamboa Ricalde incluye la lista de los contribuyentes y la cuota aportada por cada uno de ellos hasta reunir la suma de 6,352,500 de pesos, a la que debe agregarse la cantidad de 906,000 pesos aportados por la Jefatura de Hacienda del estado, para totalizar 7,258,500.00 pesos e incluye también una relación de las distintas situaciones de fondos que por ese mismo total se hicieron en cumplimiento de las instrucciones de Venustiano Carranza. El gobernador Ávila dictó también algunas medidas para fortalecer a la Comisión Reguladora del Mercado de Henequén, cuyos propósitos iniciales habían sido totalmente adulterados y de cuyos fondos, además, el general Prisciliano Cortés, último gobernador huertista, había sustraído dos millones de pesos para remitir al gobierno usurpador.
Durante su breve administración, cuatro meses, de septiembre de 1914 a enero de 1915, Ávila decretó algunas disposiciones para reglamentar el culto religioso, así como para dotar de becas a estudiantes de escasos recursos, y creó una Escuela de Industria y Comercio. Asimismo, dictó medidas para reducir el consumo de alcohol. Cierta desconfianza que le infundió a Venustiano Carranza el hecho de que José R. Ávila, hermano de Eleuterio, desempeñara, contra la voluntad de éste, una comisión del gobierno convencionista, presidido por el general Eulalio Gutiérrez; a la vez que determinados criterios discrepantes de los del primer jefe con respecto al traslado del Batallón Cepeda Peraza a Veracruz; y también su inconformidad con Luis Cabrera, ministro de Hacienda, a propósito de un impuesto para gravar el henequén, determinaron al teniente coronel Ávila a solicitar licencia para entrevistarse en el puerto jarocho con Carranza, quien nombró para sustituirlo interinamente al general Toribio de los Santos, pero Ávila ya no retornó al gobierno de Yucatán porque se produjo la rebelión argumedista y el nombramiento del general Salvador Alvarado para sofocarla.
Muchos años después, en 1933, en oposición al gobernador Bartolomé García Correa y a su candidato para sucederlo, César Alayola Barrera, Eleuterio Ávila figuró como precandidato, pero se retiró, como lo hizo también otro precandidato, Antonio Mediz Bolio, para unirse ambos a la campaña en favor del candidato oposicionista José Castillo Torre.