Alonso y Pantiga Pascual, Ángel (1776-1859) Presbítero. Diputado a Cortes y deán de la Catedral de Puebla. Existen dudas acerca del lugar de su nacimiento. Jorge Ignacio Rubio Mañé y Justo Sierra O’Reilly afirman que nació en Mérida, en tanto Luis F. Sotelo de Regil considera que fue Campeche la ciudad natal de Alonso y Pantiga, lo cual se registra igualmente en el expediente 790, abierto en 1800, del Catálogo e Índice de colegiales del Seminario Conciliar de San Ildefonso y del Colegio de San Pedro de Mérida, 1722-1860 (Joaquín Arrigunaga y Peón, t. I, p. 105, Archivador 22, Mérida, Yuc. 1975).
Alonso y Pantiga tuvo como condiscípulo a Pablo Moreno en el curso XIII de filosofía de Juan Antonio Villarejo y Guerra. Fue familiar del obispo de Yucatán Pedro Agustín de Estévez y Ugarte y, mucho después, del canónigo magistral de Puebla, Joaquín Antonio Pérez y Martínez Robles, cuando éste asumió la mitra poblana en 1815. Ordenado sacerdote, se le destinó a servir la parroquia, ahora Catedral, de Nuestra Señora de la Concepción de Campeche y la Capellanía de la milicia provincial. El influyente gremio de los comerciantes porteños lo designó para que en su representación hiciera llegar a los diputados de la Nueva España en las Cortes de Cádiz la Memoria instructiva sobre el comercio general de la provincia de Yucatán, y particular del puerto de Campeche, escrita por Pedro Manuel de Regil, síndico procurador del Ayuntamiento campechano. El estudio proponía el establecimiento del Consulado de Comercio de la Intendencia de Yucatán, que avaló en el seno de las Cortes Extraordinarias de 1811-1812, el primer diputado por Yucatán, Miguel Mariano González Lastiri. Se trataba de fomentar y proteger el movimiento marítimo y comercial de Campeche, eliminando el monopolio que ejercía Veracruz al mover mercadería destinada o proveniente de Tabasco. Pantiga cumplió el encargo y publicó la Memoria en Madrid ese mismo año. Llegada a Yucatán en marzo de 1813 la convocatoria para elegir diputados a Cortes en 1813-1814, en casa del Gobernador Artazo y Torredemer —según consigna Tomás Ávila López en sus Reminiscencias Históricas— se reunieron 19 electores para otorgar poder a favor de Ángel Alonso y Pantiga Pascual, electo por Campeche, y de José Martínez de la Pedrera, por Mérida, quienes ya se encontraban en España. También fueron electos Pedro Manuel de Regil; el cura Eusebio Villamil; Juan Rivas Vértiz, coronel de artillería; el capitán de milicias Juan Nepomuceno de Cárdenas y el teniente coronel e intendente honorario de provincia José Miguel de Quijano. De estos, sólo los tres últimos viajaron a Madrid, aunque tardíamente ya que a su llegada las Cortes ya habían sido disueltas. Pantiga contó —informa la historiógrafa estadounidense Nettie Lee Benson— entre los 20 diputados que contestaron la circular a las sesiones de 1813-1814 y recomendó cómo mejorar la suerte de la población indígena: un artificio, pues únicamente se buscaba la fórmula para sustituir las obvenciones canceladas por un nuevo tributo. Y también, con notable audacia, «propuso la erección de Media Audiencia en Yucatán a la cual se anexara la provincia de Tabasco y Presidio del Carmen, que dependía en lo eclesiástico de Yucatán y en lo gubernativo y militar de México», propuestas, ambas, que fueron rechazadas.
Alonso y Pantiga y Martínez de la Pedrera tuvieron la triste celebridad de ser firmantes del llamado Manifiesto de los persas, o sea, de los 69 destructores de la Constitución de 1812, cuando «por el bien y la felicidad de la nación», Fernando VII abjuró de ella en Valencia el 4 de mayo de 1814. Las Cortes fueron disueltas y se arrestó a regentes, ministros y diputados liberales, entre ellos el indomable representante por Coahuila Miguel Ramos Arizpe.
Se señala a Pantiga como responsable, por gestión realizada personalmente ante Fernando VII, de la Real Cédula dada en Madrid el 31 de enero de 1815, obligando nuevamente a los indios a los servicios de «fiscales de doctrina, y del que prestaban en las iglesias de sus municipios…», que por decreto de las Cortes, el 9 de noviembre de 1812, habían quedado eximidos de todo servicio personal.
Al asumir en 1815 la Mitra de Puebla Joaquín Antonio Pérez y Martínez Robles, que afiliado al absolutismo había presidido en 1814 las Cortes que fueron disueltas, Pantiga fue designado uno de sus familiares y viajó con el nuevo prelado desde Madrid hasta la Diócesis de la Angelópolis. Después, alcanzó en la catedral poblana las más altas dignidades. Obtuvo la de canónigo en 1825 y en 1831 la chantrería provisional. Muerto el obispo Pérez y Martínez Robles en 1829, por sede vacante asistió la Vicaría y Cabildo de Puebla hasta 1831. Desempeñó de nuevo funciones de vicario general y vicario capitular desde 1847, año en que falleció el obispo Francisco Pablo Vázquez, hasta 1853, al ser consagrado José María Luciano Barrera y Jiménez. Al morir éste, en 1854, el deán Alonso y Pantiga por tercera vez se hizo cargo de Vicaría y Cabildo hasta que en 1855 asumió la Mitra Pelagio de Labastida y Dávalos. (En 1832, el presbítero Ángel Alonso y Pantiga Pascual figuró entre los candidatos que el gobierno mexicano, presidido por Melchor Múzquiz, presentó a la Santa Sede para el Obispado de Yucatán, vacante desde 1827 por la muerte del obispo Estévez y Ugarte y al renunciar esa nominación quedó como único aspirante yucateco José María Guerra, quien recibió las bulas en marzo de 1833).
Pantiga combatió activa y abiertamente la desamortización de los bienes del clero y calificó de herética la Ley Lerdo, de 1856, y a tales extremos llevó sus protestas que, por orden judicial, tuvo que emprender por breve tiempo caminos de exilio. Al reasumir su deanato, su celo eclesiástico se centró en la Circular del Cabildo poblano (26 de febrero de 1857) prohibiendo a los fieles jurar la Constitución aprobada poco antes. Falleció, ya remontados los 82 años, siendo canónigo decano de la catedral de Puebla y de todo el país. Fue sepultado en la crujía central de la catedral poblana.