Alguacil – Alguacil mayor Voz derivada del árabe al-wasir, es decir, el representante, lugarteniente o visir. En la España cristiana era el juez o justicia de una ciudad, y llevaba por insignia una vara delgada, por lo general de junco. Los alguaciles tenían a su cargo el mantenimiento del orden público, y el cuidado de la seguridad de las personas y cosas, la investigación de los delitos, la detención de los delincuentes, la ejecución de los mandatos judiciales y las rondas nocturnas en las poblaciones, autorizando con su presencia los actos de justicia. En algunas ciudades actuaban como auxiliares del corregidor, quien iba siempre acompañado de un alguacil, como símbolo de su autoridad. En las Audiencias de Indias, a imitación de las de Castilla, existía el puesto de alguacil mayor, que tenía a su cargo la ejecución de los mandamientos de aquéllas. Pero hubo también alguaciles mayores en ciudades, villas y lugares de América, que asistían a los alcaldes y tenían bajo su mando determinado número de alguaciles encargados de ejecutar sus órdenes. En Yucatán, durante la dominación española, la figura del alguacil mayor siempre estuvo presente, junto con los alcaldes, regidores y alférez mayor, en la integración del Cabildo meridano. El primer alguacil mayor de Yucatán fue el mismo Adelantado Francisco de Montejo, a quien el emperador Carlos I de España confirió el título a perpetuidad, durante las Capitulaciones para la Conquista de Yucatán, celebradas en Granada en 1526. En 1542, al ser fundada Mérida, Montejo, el Mozo, formó su primer Ayuntamiento y designó primer alguacil mayor de la ciudad a Cristóbal de San Martín, quien de inmediato propuso al Cabildo la erección de un «árbol de justicia y cuchillo» para castigo de los malhechores, y que se instaló sin pérdida de tiempo al pie de uno de los cerros urbanos de la naciente capital.