Castro Ruiz, Manuel

Castro Ruiz, Manuel  (n. 1918) Arzobispo de Yucatán. Nació en Morelia, Michoacán. Ingresó al Seminario de Morelia en enero de 1930, donde cursó humanidades y los dos primeros años de filosofía. En 1937 viajó a Roma para incorporarse al Colegio Pío Latino, donde terminó sus estudios de filosofía e inició los de teología. A consecuencia de la II Guerra Mundial, regresó a México en abril de 1940 para continuar su preparación académica en el campo de la teología, en el Seminario Palafoxiano de Puebla. De acuerdo con el historiador Víctor Suárez Molina, el arzobispo de Morelia, Luis María Altamirano y Bulnes, lo ordenó sacerdote en su ciudad natal, el 19 de junio de 1943. Inició su ministerio ese mismo año como secretario particular del arzobispo y como encargado del pueblo de Tzurumbenco, perteneciente a la jurisdicción de Temazcal. Posteriormente, fue designado maestro y prefecto de disciplina en el Colegio de Valladolid, donde permaneció hasta 1947, año en que se incorporó al Colegio Seminario Menor para desempeñarse como auxiliar del director espiritual y maestro, y para 1950 pasó, con los mismos cargos, al Seminario Mayor. En 1959 se hizo cargo de la rectoría del Seminario Conciliar de Morelia, hasta 1965, cuando fue nombrado por la Santa Sede, obispo auxiliar, el primero de este tipo de la Arquidiócesis de Yucatán. Fue consagrado para ocupar tal cargo por el arzobispo de Yucatán, Fernando Ruiz Solórzano, en la Catedral de Mérida, el 27 de diciembre de ese año.

Al fallecer Ruiz Solórzano, el 16 de mayo de 1969, el cabildo metropolitano lo designó vicario capitular y ecónomo de la arquidiócesis y, poco después, el 20 de septiembre, el Papa Paulo VI lo nombró tercer arzobispo de Yucatán. Tomó posesión del gobierno pastoral el 10 de diciembre de ese año y renunció el 14 de marzo de 1995, fecha en que el Papa Juan Pablo II nombró a Emilio Carlos Berlie Belaunzarán para ocupar la vacante. El 29 de abril, Berlie Belaunzarán fue consagrado y Castro Ruiz recibió el nombramiento de arzobispo emérito de Yucatán.

Durante su gestión se celebró el I Congreso Latinoamericano de Misiones, realizado en la ciudad de Tlaxcala, y se continuó con las obras misionales pontificias y con la colecta anual en favor de las misiones, impulsadas desde el arzobispado que le antecedió. También promovió la renovación pastoral de la Iglesia de Yucatán, a la luz del Concilio Vaticano II. Continuó con el proyecto del prelado Ruiz Solórzano de declarar oficialmente a la Virgen de Izamal como patrona de la Arquidiócesis de Yucatán, para lo cual emprendió previamente una campaña denominada La Cruzada de la Oración en Familia. El documento pontificio con la consagración fue leído en una multitudinaria misa el 31 de mayo de 1970, celebrada en el campo deportivo Carta Clara, con lo que la Arquidiócesis quedó bajo la protección y patrocinio de la Virgen de Izamal. También se llevó a cabo en Mérida, del 15 al 19 de enero de 1973, el Primer Encuentro de Pastoral Maya, en el que participaron sacerdotes de la Arquidiócesis de Yucatán, de la Diócesis de Campeche y de la Prelatura de Quintana Roo, con asistencia de campesinos mayas de las diversas zonas económicas de la Península. En 1975, del 30 de octubre al 3 de noviembre, el Seminario Conciliar fue sede del V Encuentro Regional de Seminarios Mayores de la República, pertenecientes a la zona del Sureste. En este año, Castro Ruiz solicitó, junto con el prelado de Chetumal y del obispo de Campeche, la traducción al maya del Ordinario de la misa, aprobada por decreto dado en Roma el 26 de noviembre de 1976. También en 1975, para una mejor organización administrativa de la Arquidiócesis, se dividió en diez decanatos o circunscripciones: cuatro urbanas asentadas en Mérida y seis foráneas. El 14 de agosto de 1978, estableció el decanato permanente, de acuerdo con los lineamientos de la Constitución Conciliar Lumen Gentium.

Fue presidente de la Comisión Episcopal de Misiones y durante su administración se inició el trabajo de misioneras y misioneros yucatecos en Angola. Le correspondió recibir, el 11 de agosto de 1993, al Papa Juan Pablo II durante su histórica visita pastoral a Yucatán, la primera en su calidad de jefe de Estado, tras el establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano.