Casas, Guillén de las

Casas, Guillén de las  Gobernador de Yucatán (1577-1582) Aun cuando su nombramiento fue dado el 16 de diciembre de 1575, no se presentó a Yucatán sino hasta 1577, cuando, después de haber vivido casi un año en la Nueva España, se embarcó rumbo a Tabasco, tomando posesión de su gobierno en Villa Victoria. Instalado en Mérida, ordenó juicio de residencia a su antecesor Velázquez de Gijón y enjuició al defensor de indios Francisco Palomino, que fue encarcelado y después puesto en libertad, gracias a la ayuda de fray Diego de Landa. Sus posturas le causaron diversos enfrentamientos con el obispo y los franciscanos debido a su empeño en la defensa de los naturales. Indignados, porque el gobernador en vez de conciliar intereses, promoviera rencillas entre encomenderos, regidores y vecinos contra los frailes, escribieron una carta al rey pidiéndole su intercesión. El rey ordenó una averiguación, pero Guillén de las Casas atendió imprudentemente el asunto, provocando tensión entre las partes; posteriormente la Audiencia de México intervino recomendando el buen trato de los indígenas. Sus actos siempre lo llevaron al enfrentamiento con los religiosos. Apoyó la producción de añil con mandamientos forzosos para proporcionar jornaleros para la siembra, cosecha y elaboración del añil, medidas que favorecían a los empresarios y comerciantes de este tinte, pero que perjudicaban al indígena que aborrecía este tipo de trabajo; embargó capitales destinados a la compra de ornamentos para las iglesias de los pueblos, alegando que no se tenía licencia para esto; negó permiso a los frailes que autorizados por sus prelados deseaban viajar a México, frustrándoles la embarcación e incluso rompiéndoles sus licencias. Estas pugnas llegaron a oídos del rey, que trató de calmar e invitar a la paz y la prudencia entre ambas partes, sin embargo, los problemas continuaron, aferrándose cada bando a sus ideas.

Durante su mandato acumuló muchos errores y era visto como un gobernante demasiado joven, afecto a los excesos en el juego, las diversiones y los galanteos. Dotó de encomiendas a personas que lo beneficiaban, sin respetar lo mandado por la Corona; nombró corregidores que no tenían sueldo y que las comunidades se veían obligadas a sostenerlos, agotando sus ya escasos recursos; en la cobranza de los derechos reales sacó provecho económico personal, promovió repartimientos entre los indios de la provincia para que hicieran cierto número de piezas de algodón, que les eran pagadas con una pequeña retribución. Aunque el rey intervenía anulando algunas de sus medidas, como la de los corregidores y la atribución de encomiendas, las distancias entre la metrópoli y la Colonia, hacían ignorar en muchas ocasiones las órdenes reales. Destaca dentro de su actuación como gobernante de Yucatán, su participación en los cálculos para medir la altura del polo en la ciudad, conocer su latitud geográfica y observar los eclipses de luna; también el fomento de la marina mercante que habría de traficar entre Campeche y Veracruz, dotándola de bergantines y otros barcos; estableció alcaldes marítimos en Río Lagartos y Hunucmá y realizó una visita por toda la provincia; intervino favorablemente en el pleito de Catalina Montejo contra el fisco real opinando que los herederos de Montejo debían gozar de la recompensa de la conquista de estas tierras ya que no se les había dado cosa alguna.

También intervino en favor de la hija de Juan Rey, primer médico que había servido en la provincia, para otorgarle una pensión anual de 100 pesos y poner en ejecución inmediata la cédula del rey Felipe II ordenando una descripción de la provincia, obra que no exenta de complicaciones y problemas fue concluida según las instrucciones. Le sucedió como gobernador de Yucatán Francisco de Solís, quien se encargó del juicio de residencia; fueron tan numerosas las quejas y acusaciones que le declararon auto de formal prisión. Una de ellas, presentada por Fernando Bracamonte, le acusaba de haber allanado su casa y estropeado a su hija, la cual, según informes de los oficiales reales, había muerto en el parto. Guillén de las Casas murió en Madrid, probablemente, entre los años 1590 y 1595.