Casa de Montejo

Casa de Montejo  Nombre con el que se designa al edificio que fue construido entre 1543 y 1549 para residencia del Adelantado, Francisco de Montejo en la naciente ciudad de Mérida. Se encuentra ubicada en el costado sur de la Plaza Grande, sobre la calle 63 entre 62 y 60. Al principio, el solar ocupaba toda la manzana, pero poco a poco se fueron vendiendo partes hasta quedar reducido a lo actual. Desde el exterior, el edificio comprende una nave de una planta con cuatro ventanas y un cuerpo de dos plantas que contiene la puerta de acceso y una ventana en lo alto, enmarcadas por el soberbio frontispicio de estilo plateresco, que constituye el más importante monumento de arquitectura civil con que cuenta el país. En el interior, el edificio contó primitivamente con la nave y el cuerpo mencionados, teniendo la parte de arriba una sola recámara; había una terraza posterior y grandes patios, después se agregaron unas naves más, llegando a ser en total una docena de aposentos.

En 1896 se remozó el interior, para adaptarlo al estilo afrancesado de moda y se construyeron las cariátides que adornan las ventanas exteriores. El último agregado interior, en 1981, fue una nave moderna para complementar las oficinas del Banco que adquirió el inmueble. El frontispicio se compone de dos partes: la inferior, construida en torno de la puerta, con técnica que parece europea, y la superior, que se desarrolla alrededor del marco del balcón. Sobre un zócalo se alza el basamento del edificio, compuesto por resaltos entablerados, con sus entrantes y salientes respectivas, para dar realce a dos columnas que encuadran la portada, cuyo marco está formado por tableros esculpidos en alto relieve, con motivos renacentistas y medallones en su centro, con conchas, de las cuales salen cabezas humanas; en los ángulos, tableros con cuadros; a la derecha, el busto de una mujer con corona y a la izquierda, el de un hombre barbado con yelmo en la cabeza, suponiéndose que son del Adelantado Francisco de Montejo y de su esposa Beatriz de Herrera. La trave se forma por dos pequeños tableros a los lados de la misma, la cual es curiosa, pues representa a un hombre con traje de piel de cordero, que sostiene inclinado la base de la ménsula que forma el balcón, dando a entender que toda la obra depende de él, por lo que no es remoto suponer que sea el propio arquitecto, cuyo nombre se desconoce. Sobre la puerta hay una placa de piedra con una borrosa inscripción latina que parece decir «Amor Dei Vincit«, o sea, «el amor de Dios venció». Las columnas son corintias, pero los capiteles están decorados con cabezas de niños que tienen cuernos como si se tratase de diablitos; el friso ostenta animales fantásticos, al parecer venados, y más ángeles sobre las columnas. La ménsula está formada toda por cabezas de niños y la cornisa sigue el perímetro de la estructura, teniendo colgantes en forma de flores estilizadas. En el cuerpo alto, sobre la cornisa y el eje de las columnas, hay dos grandes capiteles que sostienen figuras de salvajes vestidos con pieles de carnero, que llevan en la mano mazas de troncos. Al eje de los tableros de la parte baja corresponden basamentos de pilastras, en cuyas caras se ven guerreros armados que tienen en una mano una alabarda, en la otra una espada y que descansan sobre cabezas de indios vencidos.

La puerta del balcón es adintelada, pero con modillones en los ángulos; su marco está construido por fajas de ornato y la más importante consiste en una fila de cabecitas de niño que alternan con ganchos incrustados en el muro. Las pilastras tienen capiteles estilizados. Arriba de la puerta se encuentra el gran escudo de los Montejo, coronado por un yelmo que cobija un águila; por todo el espacio libre entre las pilastras y el dintel, se extiende el lambrequín del escudo, formado por ramas que en vez de frutos presentan cascabeles. Sobre el segundo cuerpo existe un friso con tres bustos esculpidos; el del centro es la figura de un hombre barbado, tal vez Francisco de Montejo el Mozo, y los laterales son femeninos. El espacio del friso está formado por animales fantásticos. Sobre la cornisa hay dos leones rampantes a los lados de una lápida, con una inscripción latina compuesta de dos palabras o sílabas: «IHS. MA». y que aluden a los nombres de Jesús y María.

Historia. De Montejo el Adelantado, la casa pasó en 1553 a manos de su hijo, el Mozo, cuya esposa Andrea de Castillo la heredó en 1565 e instituyó el mayorazgo sobre la posesión, por lo que en 1585 pasó a ser propiedad de su hijo Juan de Montejo y del Castillo; en 1603, el dueño fue Juan de Montejo Maldonado; en 1643, Juan de Salazar Montejo, quien parece que se la dejó a su hermano José y éste a Josefa de Velasco, la cual se la entregó a Francisco Solís Casanova en 1716. En 1746 la recibió Bernabé de Solís Barbosa y de él pasó, en 1758, a Pantaleón de Solís; en 1785, a Juana de Solís y al año siguiente, a Juan Ramón de Ancona y Cepeda, también por mayorazgo; en 1810 la recibió Juan Ramón Ancona y Solís, quien en 1823 la dejó a su hermana María Manuela Ancona y Solís. En 1828 pasó a formar parte de los bienes de José Julián Federico Ancona y Velázquez, último de los descendientes directos del mayorazgo y quien se vio obligado a venderla en 1832. La adquirió Teodosia Robertos, para venderla a su vez a Pedro Casares y Armas y éste a Simón Peón y Cano en 1839. En 1869 la heredó Venancia Losa y Quijano, quien en 1872 se la dejó a su hijo José María Peón Losa y éste, en 1891, a María Jesús Peón Peón. En 1914 la heredó su hija María Eduvigis Peón Peón, esposa de Manuel Arrigunaga Gutiérrez, quien realizó la mayoría de las modificaciones que ahora presenta la casa, que luego fue ocupada por Alonso Arrigunaga Peón y esposa, Nelly Ancona Castellanos. La última habitante de este histórico edificio fue Valentina Arrigunaga Peón, ya que en 1981 fue adquirido por el Banco Nacional de México, para instalar ahí sus oficinas.