Carlota Amelia

Carlota Amelia (emperatriz de México)  (1840-1927) Hija de los reyes de Bélgica, Leopoldo I y María Luisa de Orleáns. Fue esposa del archiduque Maximiliano de Habsburgo, traído a México como emperador por los conservadores. En el Palacio de Miramar, en Trieste, los monárquicos mexicanos le ofrecieron el Imperio de México; Carlota, seducida por la idea, influyó en el ánimo de Maximiliano para decidirlo a aceptar la Corona. La vida de Carlota se liga a nuestra historia cuando realiza un viaje a Yucatán, llegando el 22 de noviembre de 1865 al puerto de Sisal, a bordo del vapor Tabasco. Le dio la bienvenida el comisario imperial, José Salazar Ilarregui. Al día siguiente, después de haber pernoctado en la villa de Hunucmá, llegó a Mérida.

En la Catedral celebró un solemne tedéum el obispo Leandro Rodríguez de la Gala. La visitante se alojó en la planta alta, acondicionada de antemano, de la casa de Darío Galera, frente a la Plaza de Armas. El 24 de noviembre, acompañada del comisario imperial y de su esposa, recorrió el hospital de San Juan de Dios, el convento de las Monjas Concepcionistas y la Casa de Beneficencia. En la mañana del 25, visitó las escuelas públicas y privadas de Mérida; en la noche, en los salones del Palacio de Gobierno, se celebró un baile en su honor. El 26 en la mañana, asistió a una misa que celebró el Cabildo en la Catedral; en la tarde, dio un paseo en carruaje por la ciudad, acompañada de sus damas de honor. A la noche siguiente, para corresponder a los agasajos de que era objeto, ofreció un gran baile en el Palacio de Gobierno; ya en la mañana había visitado la Ciudadela de San Benito, donde la recibió el general Juan Espejo. Luego visitó el mercado público y varios liceos particulares. El 28 se dio en su honor una serenata en la Plaza de Armas. El 29, presenció en las galerías bajas del Palacio Municipal un lucido baile de mestizas. Al día siguiente en la mañana, visitó la cárcel pública de Mérida. El 1 de diciembre, confirió el nombramiento de Damas de Palacio a Dolores Lavalle de Ibarra de León, Julia Fajardo de Regil y Eduviges Peón de Hermida; igual nombramiento ya había sido otorgado a Julia Campillo de Salazar Ilarregui y de Chambelanes del Emperador a Arturo Peón y Joaquín González Gutiérrez. En la mañana, visitó el pueblo de Kanasín para ver una escuela rural y las manufacturas de barro que allí existían; asistió a una exposición de objetos naturales e industriales en el Palacio Municipal de Mérida. En la noche, en su honor, se efectuó una función de ópera en el Teatro San Carlos, a cargo de una compañía italiana traída expresamente para el caso. Al otro día, visitó el Seminario Conciliar de San Ildefonso y acudió a la ceremonia de bendición de las máquinas de la fábrica de tejidos La Constancia, de la que fue madrina. Más tarde, hizo los siguientes donativos de su caja particular: 2,500 pesos, para que el 1 de enero de 1866 se estableciera una escuela gratuita de niñas; 3,000 pesos para la obra de enfermería del Hospital de San Juan de Dios; 3,000 pesos para repartir entre los pobres; 1,000 pesos para la conclusión de la obra que se hacía de una verja de hierro en el atrio de la Catedral; 200 pesos para las monjas concepcionistas y 200 para la Casa de Beneficencia.

Durante su estancia expidió una serie de nombramientos y condecoraciones a personalidades de la época, que iban desde: consejeros de Estado, honorarios; oficiales de Guadalupe; caballeros de Guadalupe; medalla civil de oro y de plata; medalla militar de plata y bronce y la Cruz de San Carlos. Carlota tuvo un trágico fin, ya que se dice que el impacto de ver derrumbarse sus sueños como emperatriz de México y la muerte de su esposo le ocasionaron una crisis nerviosa que la llevó a la locura.