Caza

Caza  Actividad practicada desde los primeros tiempos del hombre, junto con la pesca y la recolección. Los indígenas americanos, antes de desarrollar altas culturas, como la mesoamericana, formaban básicamente pueblos cazadores y recolectores de vegetales. Después, la agricultura se volvió la actividad básica de sus pueblos, pero la caza continuó practicándose como un complemento necesario para la subsistencia hasta nuestros días. En el caso del pueblo maya, la cacería ha sido una de las actividades de mayor importancia económica entre la población, gracias a la cual se obtiene la mayor parte de la carne con que se alimentan los campesinos o aldeanos, por lo que es frecuente que posean una escopeta o arma para cazar.

Entre las especies, objetos de caza, se encuentran, el venado (Ceh), en tiempos pasados abundante, pero en la actualidad muy escaso y en peligro de extinción; a principios del siglo XIX su carne se exportaba salada a Cuba, lo mismo que las pieles y sandalias, empezándose, desde ahí, su depredación. Calzadilla, en sus Apuntaciones para la estadística de la Provincia de Yucatán, escritas en 1814, dice «En el año pasado… salieron por Sisal 52,236 pieles curtidas de ese animal (el venado)… no será exagerado estimar una caza de 150,000 venados anualmente…» En la Estadística de Yucatán, escrita en 1852 por José M. Regil, éste dice que, a pesar de la Guerra de Castas, se habían exportado por el solo puerto de Sisal un promedio anual de 73,232 pieles curtidas de venado o sea casi 50% más que en 1813, arrojando un mínimo de 225,000 venados cazados cada año. Existen dos especies de puercos salvajes (k’ek’en), el warri y el pecarí; el tepezcuintle (haleb); el armadillo (wech); el guajolote silvestre (kuts); el loro (t’ut’); palomas de varias clases (mucui); el hoazin o faisán hoco (k’ambul); el cojolite (kox); la perdiz (nom) y la codorniz (bech’). También las garzas, tucanes, gallinas acuáticas, patos salvajes, chachalacas, la iguana (tolok), la boa (ochkan), la víbora de cascabel, conocida por kasoni-k’ax, o sea el cazón de los bosques; las tortugas (sa-kak), el jaguar (balam), el ocelote, el mono (malax), el tapir (tsimín), la ardilla (kuuk), la rata de la caña (ch’o’), conejo (tuul), el cocodrilo o lagarto y otros animales, de acuerdo a la región en la que se habita. De ellos se utiliza su carne como alimento o como negocio vendiendo sus pieles, huesos, dientes, caparazones, plumas, etcétera.

Una de las tradiciones existentes en torno a la caza es la del venado, conocida con el nombre de costumbre del Dzon Ceh o cazador de venados, en la que se habla de la famosa «piedra de la virtud» (tzuc o tunich ceh), encontrada en el interior del llamado venado de la virtud o sip-ceh, que no es más que una formación calcárea en la vejiga del animal. Sin embargo, se dice que el cazador que mate a un venado que en su interior tenga una piedra, deberá guardarla celosamente, sin que nadie se entere de que la posee, así gozara del privilegio de obtener una caza abundante en cada una de sus correrías por el monte; su suerte durará siete años, al cabo de los cuales deberá desprenderse de ella lanzándola entre lo más espeso del monte, de no obrar así, su vida correría inminente peligro, ya que le saldría al paso el señor de los venados llevando entre la cornamenta un nido de avispas que le echará en la cara, para que el cazador no pueda defenderse de los numerosos venados que lo atacarán hasta descuartizarlo. Existen diferentes versiones en torno a esta creencia, pero en esencia es la misma. La caza en la actualidad ha degenerado en sus fines, puesto que pone en peligro de extinción a muchas especies, como por ejemplo el jaguar, tigrillo, cocodrilo, venado, etcétera, que son cazados para vender sus pieles o carne, clandestinamente, a compradores nacionales o extranjeros. Estos comerciantes sin escrúpulos, aprovechándose de la necesidad de los campesinos, fomentan la caza indebida de estas especies comprándoselas a un bajo precio, en comparación con el que obtiene en los mercados.