Cacicazgos

Cacicazgos  De Ka-sik, palabra arauac empleada en las Antillas para designar al mandatario de un pueblo. El uso de esta palabra se generalizó entre los españoles para referirse a la máxima autoridad indígena de una región, a la cual las autoridades locales estaban subordinadas. Contrariamente a lo que ocurrió en la conquista del altiplano mexicano, donde al enfrentarse y destruir una estructura administrativa centralizada no quedó ninguna forma de organización que pudiera oponerse al conquistador, en Yucatán la resistencia parecía renovarse continuamente sin que ninguna victoria resultara definitiva. Esto se debió a la existencia de varias provincias o cacicazgos y, a veces, a alianzas entre poblados dentro de los mismos. Cada cacicazgo formaba una unidad económica, territorial, religiosa y militar autónoma, responsable de sus propias decisiones y, cuando al término de una campaña alguno se sometía al conquistador, el cacicazgo vecino podía adoptar la conducta que en ese momento mejor le conviniera. Los españoles pronto los identificaron e implementaron su política de alianzas y contra-alianzas para lograr el propósito de dividir para vencer. Tanto los cronistas como los historiadores citan un número distinto de cacicazgos. Montejo enumera los siete mayores; Diego de Landa, 15; Molina Solís, 19 y Ralph L. Roys, 17. Más recientemente, M.S. Edmonson, apoyándose en una cita del Chilam Balam donde al referirse a Yucatán le llama Tzol Petén —que se traduce por «tierra o país ordenado»—, supone que el número de cacicazgos correspondía al de los uinales del año solar, o sea a 18. Ordenado, en efecto, no sólo puede tener un significado territorial, administrativo o económico, sino y sobre todo religioso. El cacicazgo se llamaba Cuchcabal (jurisdicción) y era gobernado por el halach uinic, hombre verdadero. Los poblados de la jurisdicción estaban a cargo de un batab. Sin embargo, no todos los cacicazgos dependían de un halach uinic, como en Cehpech, Maní o Sotuta. En otros casos, parece haber habido un simple acuerdo entre los batabes de los principales pueblos, como es el caso de Ah Canul, donde la mayoría pertenecía al linaje de los canules. En la provincia de Cupul, por ejemplo, el batab de un pueblo podía oponerse al de otro pueblo para tratar de someterlo a su mando. Finalmente, en otros casos, resulta hasta difícil hablar de organización o de provincia, ya que los poblados, solos o en grupo, parecían resistirse a ser incorporados a alguna provincia vecina. En la provincia de Chakán, los pueblos de Dzibikal, Umán y Caucel recibieron amistosamente a los españoles, mientras que otros resistieron enérgicamente. Caucel está considerado entre los pueblos de Chakán sólo por no haber pertenecido a Ah Canul ni a Cehpech. En el cacicazgo de Chikin-chel, Chauaca y Sinsimato se hacían la guerra entre sí y ambos eran adversarios de Aké. Según R.L. Roys, existían las siguientes provincias o cacicazgos. Ah Canul: formando dos unidades, una en el Norte, otra en el Sur, Chakán, Cehpech, Hocabá, Maní o Tutul Xiu, Ah Kin Chel, Sotuta, Chikinchel o Chauaca, Tases. Cupul: formado por dos unidades, una en el Norte, otra en el Sur, Cochuah, Ecab, Cozumel, Uaymil y Chetumal, Chanputún, Canpech.

Molina Solís menciona una provincia de Zipatán, en el norte de Ah Canul; sin embargo, este término no define una región sino el hecho de que su población pagaba sus tributos. Asimismo, menciona Tixchel y Acalán, que en realidad fueron pobladas, poco antes de la llegada de los españoles, por colonos chontales venidos del Usumacinta. La escasa presencia de vestigios arqueológicos en esta región no indica una ocupación prolongada y numerosa de la misma, sino más bien un despoblado que marcaba el límite meridional de la península yucateca. Tampoco nadie menciona la región de los cehaches, que al oriente de Acalán, marcaba los límites entre Yucatán y el Petén, ocupado entonces por los itzaes de Tayasal. Del lado del Caribe, la provincia de Chetumal, considerada dentro de Yucatán, se extendía hasta Lamanay por el río Nuevo, hoy en territorio de Belice. Edmonson agrega una provincia de Chablé, entre Ecab y Uaymil y Grant Jones sostiene la existencia de la provincia de Dzuluinicob en el actual Belice, cuya capital era Tipú. Estas dudas y suposiciones muestran que nuestro conocimiento de la historia indígena en el momento de la Conquista es todavía incompleto, en particular para las regiones periféricas, menos conocidas por los españoles y más apartadas de los grandes centros de población maya.