Cárdenas Pinelo, Augusto «Guty» (1905-1932) Nació en Mérida y murió trágicamente asesinado, en la Ciudad de México. Guty Cárdenas, como es popularmente conocido, denotó desde pequeño sus aptitudes artísticas. Ricardo Palmerín, otro gran compositor yucateco, que conoció a Guty cuando éste era niño, dado que le daba clases de guitarra a su madre y tío Fernando, pudo observar el gran interés del pequeño por la música; decía: «Este muchacho espiaba con verdadera impaciencia mi llegada; siempre estaba pendiente de mis horas de clase y resultaba más cumplido que cualquiera de estos otros discípulos que algunas veces, para disfrutar de algún descanso, pretextaban necesidad de abandonar el estudio, momento que él aprovechaba para pedirme que le cantase alguna de mis canciones, a lo que yo accedía gustoso porque veía el verdadero fervor con que las escuchaba, y sobre todo, el oído tan excelente que tenía para ejecutarlas luego». A los 17 años ingresa al Colegio Williams de México donde estudia contaduría. Durante sus tres años de estudio logra ser un alumno sobresaliente; estudia piano, aprende medianamente a tocar el saxofón; forma una orquesta con varios condiscípulos, dirigiéndola él mismo; ensayan empeñosamente llegando a amenizar los festivales y bailes del colegio, siendo clara y evidente su pasión por la música. Se gradúa con grandes honores el 15 de diciembre de 1924, sin embargo, cuando ya se preparaba para retornar a su tierra, John A. Williams, subdirector del plantel en aquel entonces, le ofrece el cargo de profesor de la clase de canto coral, emocionado acepta y durante ese año se dedica a perfeccionar sus estudios musicales.
A principios de 1926 vuelve a Mérida y se hace cargo del departamento de contabilidad de la Casa Pinelo, almacén de ropa propiedad de la familia, pero prefiere las notas musicales a los números. No pudiendo contener dentro de sí su verdadera vocación, empieza a componer canciones; la primera conocida es Un rayito de sol, con letra de Ermilo Padrón López «Chispas». De ahí en adelante se desborda la inspiración del artista y en un carnaval de Mérida, famoso en ese entonces, llegan a la ciudad Tata Nacho, el caricaturista Ernesto García Cabral, el periodista Manuel Horta y el pintor Roberto Montenegro; Guty ve la oportunidad de su vida, los busca, los invita y logra que se hospeden en la residencia familiar. Es ahí donde se hace oír por aquellos representantes de la intelectualidad y la bohemia de la época. Todos ellos ven en Guty a una revelación como guitarrista, compositor e intérprete y lo animan a hacer el viaje a la Ciudad de México donde le ofrecen orientarlo y darlo a conocer. En eso estaba cuando los periódicos traen la noticia de que José Campillo convoca al Concurso de la Canción en el Teatro Lírico. Guty decide su porvenir, sale y empaca rumbo, de nuevo, a la Ciudad de México. Se presenta al concurso del Lírico en el que obtiene el segundo lugar con la canción Nunca, letra de Ricardo López Méndez, compitiendo con Agustín Lara, Martínez Serrano, Tata Nacho, que gana el primer lugar con Menudita, Esparza Otero y todos los consagrados de entonces y ahora. La estrella de Guty continúa brillando gracias a la riqueza de su producción musical, la celebridad crece con canciones como A qué negar, Aléjate, Golondrina viajera, Quisiera, con letras de Ricardo López Méndez; Ojos Tristes, letra de Alfredo Aguilar Alfaro; Flor, de Antonio Pérez y Diego Córdova; Caminante del mayab y Yucalpetén, con letra de Antonio Médiz Bolio y otras más. Fue contratado por la Columbia para grabar discos en Nueva York de 1928 a 1931; durante esta gira canta en la Casa Blanca ante el presidente Herbert Hoover. Para dicha marca grabó numerosas canciones propias y de los más destacados compositores de su época, entre ellas Mujer, de Agustín Lara; Tierra de mis amores, de Jesús Elizarraras; Caminante de la sierra, de Joaquín Pardavé; Coconito, de Lorenzo Barcelata; Mírenme esos ojitos, de Tata Nacho y otras muchas más de su inspiración, tales como Para olvidarte, Dile a tus ojos, y también canciones de Ricardo Palmerín.
En Estados Unidos grabó además canciones, acompañado por su amigo de siempre «Chalín» Cámara, con el izamaleño Juárez García Zapata, así como las que hizo con Nancy Torres, el colombiano Jorge Añez, los cubanos Tomasita Núñez, Conchita Utrera, José Navarro y Adolfo Uretra, el puertorriqueño Fausto Delgado y el mexicano Gregorio Ayala. Hay grabaciones donde Guty canta con el Cuarteto Cárdenas; utilizó en algunos corridos compuestos por él, el seudónimo de «Yucho»; algunos de ellos fueron: Aviador Carranza, Obregón, La República de España, Corrido de Cananea y Pablo Sidar. Al retornar a México ya estaba considerado como un compositor de moda triunfante en el extranjero. La Warner lo contrató para participar en la película La dama atrevida, donde cantó Ojos tristes y Piña madura. En Los Ángeles, California, conoce a una joven estadounidense, Ann Patrick, con la que contrae matrimonio. De nuevo retorna a México y allí compone Caminante del Mayab y Yucalpetén, que marcan un nuevo estilo en sus arreglos, más ligado a los orígenes ancestrales de la antigua civilización maya, reviviendo sus melodías de carácter austero conocidas como Los Xtoles, tocados con flautas y trompetas al unísono o alternados, acompañada de percusiones que los mayas poseían, cantadas en una escala musical de sólo cinco sonidos, sin semitonos, de modo pentáfono mayor, lo que le da una extraña dulzura, austera y noble. La clave y el bolero fueron los ritmos con los que especialmente incursionó Guty Cárdenas. Su destino, al final trágico, concluyó en una reunión celebrada en el Salón Bach, en el funesto abril de 1932, cuando al calor de las copas, discute con los hermanos José y Ángel Peláez, de nacionalidad española, por cuestiones de tipo musical, que los lleva a la imprudencia de resolver las dificultades violentamente a balazos, varios de los cuales se impactaron en el cuerpo de este querido y memorable compositor yucateco. Augusto Cárdenas Pinelo fue enterrado en el Panteón Español. Posteriormente sus restos fueron exhumados el 13 de abril de 1958, velados en la Sociedad de Autores y Compositores y trasladados en avión a Mérida, Yucatán, para volverlos a sepultar en el Panteón Civil de esta ciudad.