Cosmogonía Los mayas concebían el cielo formado por 13 compartimientos donde residían los respectivos dioses. En ciertos casos, estos compartimientos se presentaban bajo la forma de 13 niveles superpuestos, pero en otros, podían ser siete niveles que subían en el Este y al alcanzar el séptimo nivel, bajaban hacia el Oeste, coincidiendo el nivel uno con el 13, el dos con el 12, el tres con el 11, hasta llegar al séptimo, el más alto de todos, donde vivía el pájaro Muan. El cielo era cargado por los cuatro Bacabeob, colocados en los cuatro extremos del mundo y a cada extremo o punto cardinal correspondía un color determinado: rojo-este, blanco-norte, negro-oeste, amarillo-sur.
Además, se consideraba que el centro del mundo era una especie de punto cardinal al que correspondía el color verde. En cada uno de los cuatro lados del mundo, crecía una ceiba o Yaxché, así como en el centro. La ceiba, que se sembraba en el centro de cada pueblo, era el árbol sagrado, símbolo de la abundancia y del que provino el primer alimento de la humanidad. Los 13 dioses del cielo y del día, llamados Oxlahuntikú, sostenían un combate permanente con los nueve dioses del inframundo, los Bolontikú, símbolos de la noche. El inframundo podía concebirse en nueve niveles sucesivos o, como en el caso de los cielos, en cinco niveles descendentes y cuatro ascendentes, siendo el más bajo el quinto nivel. Poco sabemos del inframundo maya, pero los aztecas, que tenían una concepción cosmogónica similar, creían que Mictlantecutli, el más poderoso dios infernal y su pareja, residían en el quinto. Los dioses del inframundo tenían un aspecto terrible, relacionado con el dolor y la muerte. Así, para los mayas como para los aztecas, los números 19, nueve, siete, cinco y cuatro era números sagrados. Trece y nueve son 22, número que correspondía a las horas del día. Poco sabemos de la forma que los mayas daban al mundo. Pensaban que era un inmenso cocodrilo que flotaba sobre las aguas. Estos monstruos, con forma de cocodrilo o de iguana, eran comunes en la mitología maya, como en el caso de la Vía Láctea, que ellos veían con la forma de iguana. El cielo, asimismo, era una gran serpiente sobre cuyo cuerpo estaban el sol, la luna, Venus y demás cuerpos celestes. Para los aztecas, el mundo había sido creado cinco veces y destruido cuatro, la primera por los jaguares, luego por los huracanes, las lluvias de fuego y finalmente, por las inundaciones. La destrucción del mundo actual deberá efectuarse por temblores de tierra. Disponemos de pocas fuentes sobre las creencias mayas al respecto, que aparentemente discrepan un poco con las aztecas. Según el Popol Vuh, por ejemplo, el mundo había sido destruido tres veces y estaríamos en la cuarta creación. Tampoco hay mucho acuerdo sobre la duración de cada mundo, sin embargo, era siempre un múltiplo de 52 años vagos. Para los mayas, cada mundo parece haber tenido una duración de 13 baktunes, un poco menos de 5 200 años. Así, como lo sugiere J. Eric S. Thompson, nuestro mundo empezó 3,114 años antes de nuestra Era y desaparecerá el 11 de enero del año 2013.