Cordelería (Industria) Los corchaderos de henequén fueron los antecedentes inmediatos de las cordelerías, de tal manera que por mucho tiempo preservaron esa denominación. Los corchaderos iniciaron sus actividades en la primera mitad del siglo XIX y su función fue manufacturar distintas clases de sogas e hilos de henequén, así como guindaleras, cabos y jarcias para embarcaciones, que se exportaban constantemente a Veracruz y La Habana y eran de uso frecuente en Campeche y Sisal. También se elaboraban a mano sacos y costales utilizados en la propia actividad henequenera. En 1838, Francisco de Alsina, capitán de marina nacido en Cataluña y establecido en Yucatán, montó la primera cordelería en el estado con el apoyo de dos jóvenes españoles: Juan Planas y Ramón Caral, ambos expertos cordeleros. Tiempo después, los hermanos Ireneo y José Esteban Solís fundaron La Yucateca, que en sus épocas de mayor auge llegó a contar con 40 operarios. Otras cordelerías importantes fueron La Mejorada, propiedad de Manuel Medina; El Monifato, de José Matilde Pasos; La Constancia, de Leónidas Kuyoc; La Amistad, de Antonio Espejo y las propiedades de Luis Cárdenas Peón, que con los años pasaron a manos de Eduardo Bolio. Tanto La Yucateca como La Mejorada fueron compradas más tarde por Celestino Ruiz del Hoyo. A finales de los 60, el español Ramón Juanes Patrulló montó una cordelería en la Quinta Miraflores, con equipo moderno importado de Estados Unidos de América, convirtiéndose en la mejor de su época. Para 1884 ya tenía 12 máquinas de vapor y 85 aparatos para hacer jarcias y sogas de varias clases, cardadoras, hiladoras, peinadoras y otras más utilizadas por vez primera en Mérida. En 1875, además de las cordelerías establecidas en Mérida, existían otras en diversas fincas como Xcucul, Itzincab, Tedzic, Canicab y San Antonio Chich. La producción se exportaba principalmente a La Habana, el centro consumidor de mayor importancia. Fuera de este mercado, el cordelero tenía que atenerse al mercado local y a las ventas en lugares cercanos a los puertos nacionales del Golfo. Ante la grave crisis internacional en el mercado henequenero de mediados de los años 90, el gobierno del estado, encabezado por Carlos Peón, expidió el 15 de marzo de 1895 un decreto donde otorgaba una prima consistente en el 50% del costo de los telares y demás elementos de la fábrica, si el valor de ésta excedía los 30,000 pesos, misma que no pudo ser aceptada por ningún cordelero local. Al poco tiempo, el estadounidense Alfredo Heydrich presentó, a la casa comercial exportadora de henequén de Olegario Molina, un proyecto para establecer una cordelería al estilo de las que operaban en Estados Unidos de América, que produjera no sólo toda clase de hilos, cordeles y sogas, sino también y por primera vez en Yucatán, sacos, costales y otros tejidos. El proyecto fue bien acogido y el gobierno estatal expidió un decreto el 11 de junio de 1897, concediéndole a Heydrich la exención de impuestos por las manufacturas de su proyectada fábrica, así como del servicio de las armas y de tequio vecinales a los empleados y jornaleros; así nació La Industrial. En presencia del gobernador, Francisco Cantón, el 28 de marzo de 1898 se inauguraron los talleres de la cordelería. Sin embargo, en 1907, por quiebra financiera cerró sus puertas y el Banco Peninsular Mexicano, para salvarla, adquirió sus bienes al año siguiente, lo que le permitió subsistir durante medio siglo, conservando siempre su nombre original y sin cambiar de local.
En el presente siglo, las cordelerías de gran importancia fueron la de San Juan, del libanés Cabalán Macari y primera en fabricar en México el hilo para engavillar binder twine, así como la compañía Cordelera Mayapán. A partir de 1925, la industria cordelera yucateca inició un ascenso permanente en su producción que se sostuvo hasta 1960, al producir hilos y cordeles con amplio mercado nacional e internacional, lo que la convirtió en una industria moderna. En 1925 sólo procesaba el 1% de la fibra producida localmente; para 1940 se incrementó al 25.5%; en 1945, al 48.3% y en 1950 alcanzó el 51.1%. En el curso de la Segunda Guerra Mundial y en los años posteriores, el mercado principal de artículos manufacturados con henequén estuvo en Estados Unidos de América, país que adquirió la producción henequenera yucateca a muy buenos precios convenientes para resolver sus necesidades de materia prima, derivadas de la contienda bélica. Otros factores también intervinieron en el crecimiento de la industria del cordel; Henequeneros de Yucatán subsidió la expansión de la industria vendiendo la fibra a fábricas locales a precios por debajo del mercado mundial y se disminuyeron los impuestos federales y locales para las exportaciones de artículos manufacturados. Hasta 1953 la industria cordelera, integrada por un centenar de empresas instaladas principalmente en Mérida, actuó con plena independencia; pero a consecuencia de una desleal competencia entre ellas, en materia de precios en los mercados internacionales, los propietarios decidieron resolver esta situación y unirse, bajo el patrocinio del gobierno federal, en la empresa Cordeleros de México. Sin embargo, la excesiva competencia continuó, con los consiguientes precios bajos, quiebras, desocupación de trabajadores y mala calidad de los productos. Ante este panorama, el gobierno federal compró las 37 cordelerías sobrevivientes y fundó el 26 de diciembre de 1961 la empresa Cordemex. El auge mundial de las fibras sintéticas a partir de la década de los 60 llevó al derrumbe los precios en el mercado internacional y a dos consecutivas crisis severas para la cordelería yucateca, la de 1965 y la de 1976, presentándose para 1977 un descenso continuo en la producción.