Cano y Cano, Juan Crisóstomo (1815-1847) Ingeniero militar nacido en Mérida el 26 de enero y muerto heroicamente en la Ciudad de México, el 13 de septiembre. A los 13 años de edad fue enviado a un colegio neoyorquino dirigido por el francés Peugnet, ex oficial del ejército napoleónico. Tres años después, pasó al Colegio de Round Hill. Fue condiscípulo de Lorenzo de Zavala, en cuya casa conoció al general Anastasio Bustamante, quien lo ayudaría más adelante a ingresar al Ejército Mexicano. En 1832 regresó a Mérida y obtuvo autorización de su padre para cursar la carrera de ingeniería militar en la Escuela Central de París. Concluyó esos estudios en 1837, después de un brillante examen que le valió la felicitación del ministro del rey Luis Felipe, quien le ofreció el cargo de oficial de ingenieros en la Legión Extranjera, oferta que declinó. Se embarcó para Yucatán cuando la Península se hallaba en pleno descontento respecto del régimen centralista que imperaba en la nación desde 1836. Sin embargo, a Cano lo que le preocupaba era la guerra que se había iniciado entre México y Francia. Por eso dejó Yucatán y se dirigió a Veracruz. Al saber que Santa Anna estaba negociando la paz, se fue a la capital, donde sustentó examen para su ingreso en el Cuerpo Nacional de Ingenieros y lo aprobó con honores. Combatió a los federalistas y marchó con Arista rumbo a Tampico con el propósito de tomar la plaza en poder de aquéllos, lo cual pudo lograrse por lo que la reputación de Cano se acrecentó. En 1840 salió de la capital para sofocar un levantamiento federalista en Pinal de Amoles, Querétaro. Al pronunciarse Paredes y Arrillaga contra Bustamante en Guadalajara, el teniente coronel Nicolás Enciso, superior de Cano, denunció a éste como conspirador. En su expediente militar aparece que prestó servicios a la causa federalista en la ex Acordada, durante la revuelta que permitió a Santa Anna imponer su Plan de Tacubaya y ser nombrado presidente provisional de la República.
Juan Crisóstomo dirigió poco después las obras del camino de Acapulco. Aunque no se sabe por qué, llegó a ser expulsado del territorio nacional por orden del supremo gobierno y se refugió en La Habana. En junio de 1844 terminó voluntariamente su destierro y salió hacia Veracruz, donde fue apresado; sin embargo, el propio Santa Anna dispuso su libertad. Cano se puso al servicio del nuevo gobierno y dirigió las fortificaciones de la Ciudad de México. Tiempo después, Santa Anna fue desplazado de la presidencia. En enero de 1846 triunfó una nueva revuelta acaudillada por el general Paredes, quien convocó a los representantes de los departamentos para elegir a un nuevo presidente de la República; correspondió a Cano y al obispo Manuel José Pardío representar a Yucatán en dicha junta, la cual nombró por unanimidad a Paredes como presidente interino. Entonces, Juan Crisóstomo fue comisionado para tratar de obtener la reincorporación de Yucatán a la Nación, pero sus gestiones fueron infructuosas. Sin embargo, al poco tiempo se restableció el sistema federal en México y Yucatán abandonó su actitud separatista. En enero de 1847, ya habiéndose iniciado para entonces la guerra con los Estados Unidos, se le ordenó a Cano volver a su antiguo empleo de teniente coronel de ingenieros. Cano fue enviado a la Huasteca para fortificar Cerro Gordo. Tal como había previsto, los invasores se apoderaron de la Atalaya y la derrota fue inevitable. Cumplió con proteger la retirada de las 23 piezas grandes de artillería, a pesar de que el enemigo envió una Compañía de Caballería a capturarlas. De vuelta a la capital, le encargaron la fortificación de Peñón Viejo. Sólo levantó los planos, ya que poco después fue enviado a fortificar el camino de Mexicalcingo. En julio se le propuso por tercera ocasión para el grado de coronel, pero una vez más le fue negado. Ante este resultado, solicitó pasar al Cuerpo de Infantería permanente, o bien, separarse del Servicio Militar. Nada de eso le fue concedido. Más adelante, se le comisionó para fortificar el convento de Churubusco. Allí hubo de soportar más arbitrariedades de Santa Anna, quien mandó suspender varias obras. Después de una patente derrota en Padierna, vino la batalla de Churubusco y fue tomado el convento. A principios de septiembre se hizo cargo de fortificar Chapultepec, contando solamente con la ayuda de la tropa de guarnición, ya que en ningún momento llegaron los trabajadores que había pedido. En 1847, el Castillo se hallaba convertido en Colegio Militar. El 8 de septiembre, Cano se encontraba entre los defensores de Molino del Rey. Después de la derrota fue a reunirse con el general Nicolás Bravo, en el Castillo. EL 11, Santa Anna ordenó a Bravo que devolviese al general Ramírez los soldados pertenecientes a su brigada, lo que dejó al Castillo con fuerzas apenas suficientes para cubrir sus guardias. La mañana del día 12 comenzó el cañoneo sobre Chapultepec. A Cano le pareció tan evidente la derrota, por la deserción casi masiva de la tropa, que ese mismo día envió con su hermano Lorenzo una carta de despedida a su tío Andrés Quintana Roo. También hizo llegar un oficio urgente al ministro de Guerra, reiterando la petición dirigida inicialmente a Santa Anna de que fuesen relevadas las escasas tropas a su cargo. Cuando a las nueve de la mañana acudió el batallón de San Blas, los invasores avanzaban ya en dirección al cerro. Cano siguió combatiendo, hasta que alrededor de las tres de la tarde cayó herido mortalmente. Un año después, cuando ya se había restablecido la paz en el país, el ejército y la Guardia Nacional rindieron homenaje a Juan Crisóstomo Cano y Cano, José Frontera, Juan N. Pérez y Felipe Xicoténcatl, fallecidos en la guerra contra los estadounidenses. El año de 1853, por Decreto del 14 de noviembre, Cano fue ascendido a coronel, como si estuviera vivo. Sus restos mortales desaparecieron cuando el Cementerio de Santa Paula fue clausurado en 1871.