Calesa Carruaje exclusivo para la ciudad. Mucho menos sólido y grande que el calesín, de donde se derivó. La caja era de madera, de forma cuadrada y amplia hacia el techo, angostándose en líneas curvas hacia el piso. Tenía cuatro columnas y esquinas de madera, como el coche-calesa, que surgió a imitación de este transporte. Iba asentada la caja sobre un eje con grandes ruedas, de madera fuerte y llantas de hierro y tenía larga limonera. La caja era de formas finas y bien labradas, con estrías y lineamientos curvos de forma original. Iba pintada de negro, con filetes dorados en las estrías y grandes florones de colores pintados en la parte posterior. El techo era de armazón de varillas de cedro, cubierto de tela pintada de negro. Estaba abierto por los lados, con postigos laterales, así como en la parte trasera y delantera. Tenía dos asientos bien acojinados y el forro interior de la carroza era de fino tapiz. No tenía pescante y en las dos largas varas de madera flexible y resistente, se uncía el caballo que había de tirar del coche. La caballería estaba bien enjaezada, con lujosos arneses de piel curtida, con guarniciones de metal y silla de cuero, donde debía cabalgar el conductor del vehículo. Aunque este transporte fue de importación europea, se usó mucho en Yucatán hasta la penúltima década del siglo pasado. Se construía en la región por artífices del país, quienes le hicieron modificaciones y reformas para adaptarlo al clima y necesidades de la zona. La calesa era el carruaje típico de Mérida. Fue usada exclusivamente por la gente principal y de recursos, y aunque había muchas calesas de propiedad particular, se abrieron casas arrendadoras para darlas en alquiler, convirtiéndose en los primeros taxis o coches de punto.