Compañía de El Cuyo y Anexas En los años ochenta del siglo XIX, Ramón Ancona Bolio logró interesar a una casa comercial de Alemania para explotar las tierras y bosques del extremo noreste de la Península, terrenos nacionales cuya concesión había obtenido por traspaso de José Solar. Los trabajos de habilitación en la zona comenzaron a principios de 1876, estableciéndose la base de operaciones en El Cuyo, que era un promontorio artificial al norte de Yucatán sobre la faja costera del estero de Río Lagartos, cuyo nombre se dio a toda la propiedad, la que se fue ampliando hasta alcanzar una extensión de 1,800 km.
El negocio se fue consolidando, y al finalizar el siglo aquel centro de trabajo contaba con caminos, calzadas, puentes sobre el estero y un muelle de 165 m de largo con dos vías férreas en que se conducían los productos de la empresa para ser embarcados. Contaba aproximadamente con 1 500 habitantes distribuidos en las diversas fincas que integraban la propiedad, como Solferino, Moctezuma, Puntanchén, Puntatunich, Yalahau, Chiquilá, San José, San Fernando y Tehas. Disponía también de una casa principal con 16 grandes salones destinados al alojamiento de los empleados y un hospital con dos secciones, una para hombres y otra para mujeres. Había otros edificios para la maquinaria y para los talleres de carpintería, tiendas, bodegas y depósitos de útiles de trabajo. La empresa contaba con 110 km de líneas de decauville y 168 km de líneas telefónicas. Si bien la producción principal era la del palo de tinte, también se explotaba una gran variedad de maderas de construcción, además del chicle, la caña de azúcar, el hule, la vainilla y el tabaco. Asimismo contaba con 25 kilómetros de costas para la explotación de sal. La ganadería fue una de las últimas actividades que se emprendieron en El Cuyo, y para ello se crearon grandes pastizales. La empresa alemana que participó en el negocio lo hizo por el interés de su país sobre el palo de tinte. A partir de 1895, como consecuencia del desarrollo de los colorantes químicos, declinó la explotación del palo de tinte que resultaba muy costosa por los fletes trasatlánticos. Sin este interés básico, la empresa se retiró de El Cuyo y Ancona vendió la negociación en 1897 a Eusebio Escalante Bates y Raimundo Cámara, quienes constituyeron la Compañía Agrícola de El Cuyo y Anexas, en unión de Eulogio Duarte, Joaquín y Augusto L. Peón, Nicolás y Eusebio Escalante Peón, Agustín y José Vales Castillo, Nicanor Ancona y Alfredo Cámara. Sin embargo, la crisis económica por la que atravesó Yucatán en 1906 y 1907 afectó gravemente a la empresa, por lo que sus accionistas decidieron disolverla y liquidarla. Con motivo de las deudas acumuladas, la negociación fue declarada en quiebra. Lo que de ella quedó fue adquirido en remate público en septiembre de 1910 por la Compañía Comercial de Fincas Rústicas y Urbanas, asociada al Banco Peninsular Mexicano. Poco después la propiedad pasó a manos del Banco Nacional de México.