Ciudad Real, Antonio de (1551-1617) Religioso. Nació en Ciudad Real, capital de la Mancha, España. Muy joven todavía, recibió el hábito de la Orden Seráfica en el convento de San Juan de los Reyes de Toledo. Fue uno de los frailes que trajo de España el obispo fray Diego de Landa. Llegó a Yucatán en 1573, sin haber recibido todavía la Orden del presbiteriado. Se ordenó aquí y desempeñó el ministerio apostólico, dedicándose especialmente al estudio del idioma maya. Por su ilustración y ciencia fue electo secretario de provincia por el provincial fray Pedro de Noriega. Con su superior recorrió dos veces toda la provincia. El año de 1582, muerto ya fray Diego de Landa, Ciudad Real fue designado secretario del padre Alonso Ponce, comisario general de la Orden franciscana de la Nueva España, con quien sufrió las amarguras consiguientes a su ministerio, combatido de tal manera, que llegó el caso de que fueran aprehendidos por orden del virrey y embarcados para España. Muerto allí fray Alonso Ponce, volvió Ciudad Real a Yucatán en la misión que conducía el padre Maldonado. A la llegada del visitador, fray Diego Caro, en 1603, fue electo ministro provincial cuyo encargo duró hasta 1606. Escribió un Calepino de la lengua maya, cuya copia existía en la Biblioteca del Duque del Infantado; también fue autor de un Tratado sobre las grandezas de la Nueva España, otras obras son: un tomo de Sermones de santos en lengua maya, que se ha perdido, una Relación de las cosas que sucedieron al R. padre comisario general de las Provincias de la Nueva España, obra impresa en Madrid en 1872, que comprende los tomos LVII y LVIII, de la Colección de documentos inéditos de la historia de España. Una parte trata de la visita que el comisario practicó a los conventos que formaban la provincia de San José de Yucatán, relatando el itinerario que se siguió, fiestas con que los indios recibían al prelado, datos históricos sobre la fundación de templos y biografías de los frailes que se distinguieron por sus virtudes. El historiador de Yucatán, Diego López de Cogolludo dice que llegó a aprender el idioma maya con tal perfección que lo consideró como «…el mayor maestro de él que ha tenido esta tierra.»