Casas, Bartolomé de las (1474-1566) Fraile dominico y obispo de Chiapas, nacido en Sevilla y fallecido en Madrid, España. Probablemente inició sus estudios en la escuela catedralicia de San Miguel, en su ciudad natal. Cursó humanidades en la Academia Sevillana, donde adquirió un dominio notable del latín eclesiástico. Consiguió el grado de bachiller en artes. La empresa colombina influyó notablemente en él, quien fue testigo de la llegada de Cristóbal Colón a Sevilla, en marzo de 1493, y presenció la agitada y entusiasta organización de la segunda expedición en las que partieron su padre y sus tres tíos Peñalosa. En la incursión capitaneada por Nicolás de Ovando, enviada por el rey para restituir al gobierno colombino, embarcó junto con su padre. Iba en calidad de doctrinero y como educador de los indios taínos de La Española. Vivió su primera aventura indiana con intensidad. Los años de 1502 a 1515 fueron fecundos en experiencias que enriquecieron su personalidad. Diego Colón sustituyó a Ovando en el cargo de gobernador y fue quien dio a De las Casas una buena heredad con repartimiento de indios. Celebró su primera misa en la Isla Española. A su categoría de encomendero sumaba la dignidad sacerdotal, alternando las funciones que la encomienda le imponía con las del ministerio sacerdotal.
En 1514 acudió con Pánfilo de Narváez a la pacificación de las provincias de Bayamo y Camagüey, por lo que recibió repartimiento de indios en Cuba. Acompañando a las huestes militares, como era su obligación de capellán, no le faltaron ocasiones para suavizar las crueldades de las guerras ya que, en cierto modo, actuó como defensor de los indios. En 1515, al preparar un sermón para los españoles, halló un texto del Eclesiástico (34, 21-27) que le dejó anonadado: «Sacrificios de posesiones injustas son impuros, y no son aceptados los dones de los inicuos; el Altísimo no acepta las ofrendas de los impíos, ni por sus muchos sacrificios les perdona el pecado; es sacrificar un hijo delante de su padre, quitar a los pobres para ofrecer sacrificio. El pan de la limosna es vida del pobre; el que se lo niega es homicida. Mata a su prójimo quien le quita el sustento; quien no paga el justo salario derrama sangre». Cuando reaccionó, acordó condenar los repartimientos o encomiendas como injusticias y tiranías. Desde ese momento nadie podría detenerle, un nuevo camino y otra misión marcarían el rumbo de su vida. A partir de 1515, año de su conversión, hasta su muerte en 1566, desarrolló una amplísima actividad. En el período 1535-1547 se vinculó con la historia de Yucatán. En 1535 llegó, junto con un grupo de frailes dominicos, a Guatemala. En 1537, logró el apoyo de las autoridades para la obra de penetración pacífica de la región de Tezulutlán, llamada después de la Verapaz. En 1544, la Corona encargó a la Audiencia de los Confines, creada a instancias de fray Bartolomé, que proporcionara a los frailes toda la ayuda que éstos necesitaran, pues a partir de 1543 habían surgido las primeras dificultades entre los dominicos de la Verapaz y las fuerzas armadas de Francisco de Montejo. El Adelantado consideró la región del Golfo Dulce como territorio de Yucatán. Los dominicos protestaron ante la Corona y después ante la Audiencia, pidiendo a ésta elaborar las cédulas que prohibieran la penetración de los españoles en esta zona. Paralelamente a estos enfrentamientos entre los dominicos y el Adelantado, en la segunda mitad de 1543, fray Bartolomé fue notificado para ocupar la sede vacante del Obispado de Chiapas a propuesta del rey Carlos V.
En marzo de 1544, fue consagrado en Sevilla. De regreso de España, desembarcó en Campeche el 15 de enero de 1545 y allí nombró al clérigo Francisco Hernández como vicario. Fue bien recibido, tanto por los funcionarios de la Corona como por los pobladores, pero pronto la situación cambió. Fray Bartolomé había expuesto en sus sermones la doctrina de Las Leyes Nuevas y había apoyado las sanciones que imponían éstas. Los colonizadores rehusaron aceptar la jurisdicción de De las Casas en Yucatán. Las autoridades de Mérida se negaron a aceptar «por cercanía» las provisiones reales que le designaban como obispo y más aún, se opusieron a pagar los diezmos de la Iglesia. Resultado de este desacuerdo fue el disgusto y predisposición en los juicios de fray Bartolomé sobre Yucatán y los Montejo. Francisco Hernández, cura de Campeche, fue quien le proporcionó la ayuda necesaria para continuar su viaje a Tabasco y de ahí a Ciudad Real, sede de la Diócesis de Chiapas. Fray Bartolomé, en su carta del 25 de octubre de 1545, solicitaba al soberano que Yucatán fuese segregado de su Diócesis, pues veía el peligro de tener por vecina de la Verapaz a la provincia que le había desconocido. Como obispo de Chiapas, se unió a las protestas de sus hermanos. Los dominicos alegaban que las fuerzas de Montejo habían cruzado los límites de Yucatán y penetrado en la región que ellos trabajaban; subrayaban que esas actividades podían ocasionar que los indios se levantaran contra los misioneros y destruyeran su obra. Montejo se hallaba presente en Gracias a Dios cuando los dominicos presentaron sus quejas y el Adelantado pudo defenderse personalmente. La Audiencia declaró que protegería a los indígenas y que prohibiría nuevas expediciones de conquista y colonización. Ante la persistencia de las quejas, los oidores expidieron un decreto que prohibía a Montejo la penetración a la región del Golfo Dulce y ordenaba a todos los españoles, exceptuando a los frailes, salir de las tierras que los dominicos alegaban les correspondían. Montejo se negó a aceptar los mandatos de la Audiencia de los Confines y declaró que apelaría a la Corona. El soberano ordenó la investigación del conflicto y recomendó la protección de los dominicos.
En la actuación de fray Bartolomé de las Casas podemos encontrar antecedentes de la política de penetración pacífica, que poco después la Corona aceptaría, propiciaría y opondría a la conquista armada. Las ideas de De las Casas se plasmaron en sus primeros escritos, en los cuales aparecía ya la fuerza de pensamiento que contribuyó a definir la política indiana. Entre sus obras destacan los Tratados, que son realmente memoriales destinados al rey para ser considerados confidencialmente por sus consejeros. Las tesis fundamentales desarrolladas en ellos son: una colonización planeada de manera que se predicara la fe entre los indígenas de forma pacífica; la necesidad imperiosa de abolir la concesión de indios a los españoles y las responsabilidades moral y económica de éstos en sus relaciones cotidianas con aquéllos; la importancia de que los indios entendieran las enseñanzas del cristianismo antes de ser bautizados; el valor de las culturas indígenas y la posibilidad de que los naturales aprendieran a ser civilizados. El más leído y combatido y por el cual De las Casas alcanzó la celebridad en el mundo occidental es Tratado Primero: Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552), obra de denuncia sobre las crueldades cometidas por los españoles contra los indios del Nuevo Mundo. La historia de las Indias es una fuente importante para el estudio de las culturas del Caribe y Mesoamérica y para los acontecimientos ocurridos desde el primer viaje de Colón en 1492 hasta 1520. La empezó a escribir en 1527 en La Española y todavía en 1560 la seguía enriqueciendo con nuevos documentos, interpretaciones e ideas. Hizo tantas modificaciones en su manuscrito y las realizó en forma tan confusa, que es sumamente difícil establecer a partir de su versión «el relato verdadero» de la conquista española en América. Su larga vida y alegatos ante la Corte, en defensa del indio, le permitieron conocer a múltiples viajeros, exploradores, misioneros y conquistadores, de cuyos relatos escritos o hablados se valió para redactarla, además de que él mismo participó en la empresa habiendo sido testigo de muchos de los hechos que narra.
La Apologética historia de las Indias… no fue concebida originalmente como ahora se conoce, sino que se gestó en el cuerpo de La historia de las Indias, como una disgregación que acabó por reclamar un texto independiente. Estructurada a la manera escolástica, está destinada a un fin humano y cristiano: defender no propiamente al indio, sino al antiguo ideal de hermandad. Examinó todas las condiciones que debe reunir el hombre y encontró y demostró que las tenía el indio americano, el cual gozaba de plenitud de entendimiento, negado por Ginés de Sepúlveda y otros teólogos españoles; por lo tanto, no sólo debía considerársele como ente de naturaleza sino por sus obras, es decir, como ente moral e histórico y otorgársele todas las posibilidades en función de su total dignidad humana. Otras obras publicadas de De las Casas son Del único modo de traer a todos los pueblos a la religión y Opúsculo, cartas y memoriales.