Milpa Nombre con el que se designa al sistema de producción agrícola tradicional utilizado por los campesinos de la Península de Yucatán, basado en la tumba, roza y quema del monte. Vocablo náhuatl que designa a un campo sembrado de maíz. Juan José Morales dice que, estrictamente hablando, no es milpa lo que se realiza en Yucatán, porque no se trata de monocultivos de maíz sino cultivos múltiples, en los que en un mismo terreno llega a haber hasta una veintena o más de especies vegetales entremezcladas. En maya, a este sistema de policultivo que con el nahuatlismo milpa se designa en español, es llamado kol. Fue utilizado por los mayas prehispánicos y con algunas variantes es el mismo que aplican los campesinos en la actualidad. Los principales instrumentos agrícolas son la vara de sembrar o xul, la coa, el machete, la bolsa de fibra de henequén o sabucán, para llevar la semilla del maíz, la horqueta y el calabazo para portar agua. El procedimiento de la agricultura de milpa, si bien a lo largo del tiempo ha tenido variantes de acuerdo a las necesidades de los campesinos, conserva los mismos pasos que Augusto Pérez Toro describió en su trabajo La agricultura milpera de los mayas de Yucatán, y que se dividen en:
Elección del terreno. Consiste en seleccionar el terreno para la milpa o kol, aunque en la actualidad no hay muchas posibilidades de escoger, mediante un recorrido por el monte o ximbalk’ax. El terreno ideal es el de suelo negro, ek’luum, rico en materia orgánica y bien poblado de árboles corpulentos. Hoy en día, los campesinos se ven obligados a sembrar en terrenos que anteriormente hubiesen sido rechazados.
El desmonte o kah kol. Hecha la selección del terreno se procede a abrir una pequeña brecha o picado, holche’ o p’eh-che’ como base para su medición. Los campesinos utilizan como medida lineal y de superficie el mecate, equivalente a 20 metros. Escogido el campo lo dividen en mecates. A cada 20 metros lineales se coloca una mojonera provisional o xuuk’, compuesta de tres piedras que sirve para señalar el terreno que se desea sembrar. Medido el terreno se inicia la tumba o desmonte, kah kol, con el corte de matorrales, arbustos y ramas bajas de los árboles, después se talan los árboles aproximadamente a la altura de un metro de la superficie del suelo. La época de desmonte es variable. En lugares donde hay monte alto se inicia desde agosto o septiembre, de modo que en octubre queda preparada la milpa para la quema, pero como esta operación no se realiza sino hasta abril o mayo, la vegetación retoña y entonces se hace necesario efectuar el ba-k’u-che’ o corte de los retoños, 8 o 15 días antes de la quema. Se anticipa la tumba porque es más fácil cortar los árboles grandes cuando tienen suficiente humedad. En el monte bajo se aplaza la tumba para el mes de enero, evitándose el ba-k’u-che’.
El cerco. Al mismo tiempo que se hace el desmonte, se inicia la formación del cerco o nok-ch’ak. Para esto, se aprovechan los árboles que se encuentran en la brecha, a los cuales le cortan los tallos a la mitad de su diámetro, a cierta altura del suelo, y se doblan las plantas hacia afuera del terreno, sosteniendo el ramaje con horquetas grandes reforzadas a ambos lados por horquetas pequeñas llamadas tac-che’. Cuando no hay árboles, se utilizan ramas gruesas para formar el cerco, que en este caso se denomina suup, en maya; se construye en forma semejante con la ayuda de horquetas y se refuerza con ramas espinosas. El cerco se realiza con el fin de impedir el acceso al ganado o animales silvestres como el venado.
La quema o took. Al mismo tiempo que se efectúa la tumba o desmonte, se limpia la guardarraya o brecha que se ha abierto alrededor del terreno con el doble objeto de impedir que el fuego de la quema se comunique a los terrenos colindantes y para facilitar la vigilancia de la milpa. Cuando todo queda preparado, se espera la época favorable para la quema. Efraín Hernández Xolocotzi dice que para poder efectuarse de forma adecuada, se necesita de gran experiencia y la participación de varias personas, porque es indispensable saber definir la dirección de los vientos, el punto de inicio de la quema y vigilar con cuidado que ésta abarque toda el área, y evitar que invada terrenos en descanso.
La siembra o pak’al. Suele hacerse en seco, ti-kim muk. Se realiza a mediados o fines de mayo, cuando se advierte la proximidad de las lluvias. Con frecuencia éstas se atrasan, entonces el sol, los pájaros, los insectos y algunos mamíferos acaban con las semillas y el campesino se ve obligado a repetir la siembra. El campesino, según las tradiciones, aguarda la luna llena para hacer su siembra, después de la primera lluvia, que por lo general cae a fines de mayo. Como único instrumento utiliza el xul, palo aguzado en su extremo y endurecido por el fuego y a veces revestido de una punta de hierro. Colgado del hombro lleva el sabucán o morral de henequén, o una especie de canasta llamada pawo’, tejida con la misma fibra. Allí deposita la semilla de maíz, mezclada con la de frijol y de calabaza. A esta mezcla se le denomina xaak’winal. Los procedimientos principales para la siembra son dos: el k’oben pak’al que se ejecuta recorriendo el terreno en línea recta a pasos normales, enterrando el xul o vara de sembrar a 6 o 7 cm de profundidad, a una distancia aproximada de 1 m, de un hoyo a otro, depositando cuatro o cinco semillas de maíz y tres o cuatro de frijol y calabaza por hoyo, el cual se tapa arrimando tierra con la punta del pie, mak-hol. En la línea siguiente los hoyos van alternándose con los de la anterior.
El otro procedimiento se llama sit’-keh, que significa salto de venado, y sólo se diferencia del anterior en que los hoyos no se alternan y las matas quedan más espaciadas porque el sembrador mide el terreno a pasos largos y forzados. Por su parte Hernández Xolocotzi, habla de tres métodos en la siembra, el primero en hilera para lo cual se usa un cordel que señala la fila respectiva, éste es el método más simple; el segundo es el de noria pakal, consiste en una siembra concéntrica que se inicia en una esquina y termina en el centro del mecate y el tercero, a tres bolillos, que requiere de gran habilidad, pues se va recorriendo el terreno en una franja de 4 m de ancho para localizar las hoquedades favorables y de acuerdo con dicha disposición depositar las semillas. Sea cual fuere el método utilizado, la siembra final define hileras en el terreno. El maíz se escoge, según la necesidad inmediata de la familia, así el xmehen nal se utiliza en las siembras de los solares y para la siembra mayor el xnucnal de color amarillo. La primera siembra en un terreno recién rozado y quemado se denomina ch’ak-been o milpa roza y la segunda, sak’ab o milpa caña. Junto con el maíz se siembra el x-kol-i-buul o frijol de milpa, el ib, de diversos colores, leguminosa semejante al frijol, pero de distinto género botánico; calabaza, que puede ser la x-ka y la t’sol, de tamaño mediano a pequeña y cáscara delgada; en los lugares menos pedregosos de la milpa y separadamente del maíz se siembra el frijol tsamá, de granos negros, grandes, de muy buen sabor y rápido cocimiento; el x-pelón, que se cosecha tierno y se vende en vaina; el x-mayum; el mehen buul o frijol menudo y otras clases menos comunes. También se siembran variedades distintas a las ya mencionadas de calabaza, como la x-nuk-k’uum, grande, de color crema y centro amarillo; la x-kalisk’uum, con aspecto rarecido al de la calabaza melón; la x-koko-k’uum, de forma ovalada y con listas semejantes a las de ciertos melones, y sandías de temporal. También se acostumbra sembrar una o más variedades de chile picante, entre las que se encuentran el x-kat-ik o sak-ik, largo, blanco que se emplea en ciertos guisos regionales; el t’say-balam y el chawa-ik, semejante al anterior, el primero más largo que el anterior y más delgado y el segundo de color verde y extremo ancho en vez de puntiagudo; el conocido como habanero, excesivamente picante; el chak-ik, variedad de color rojo que se seca al sol y el max, que por lo general nace espontáneamente, de fruto pequeño y parecido al piquín. Se suele aprovechar los manchones de tierra negra o rojiza, k’an’cab, para la siembra de yuca, t’siín, jícama, chiikan, camote, is, y macal.
Cultivo. A los 15 o 20 días después de la siembra se chapea o deshierba. El primer procedimiento consiste en cortar las hierbas y matorrales al ras del suelo y el segundo de raíz o hasta donde lo permita la naturaleza pedregosa del terreno. En ambos casos se utiliza la coa.
La cosecha o Hoch. Durante esta etapa se recolectan los productos de la milpa, entre los que se encuentran principalmente el elote. Cuando las mazorcas han alcanzado su máximo desarrollo y antes de que el grano esté bien seco se hace la dobla, wats’, operación que consiste en doblar cañas sin quebrarlas, de modo que las puntas de las mazorcas queden hacia abajo, con idea de que los granos se sequen con mayor rapidez y para protegerlos de los pájaros y las lluvias. La mazorca no debe topar al suelo para protegerla de las plagas terrestres. La dobla se hace cuando la luna está menguante.
La ceremonia de agradecimiento por la cosecha consiste en hacer lo que se llama pibinal, es decir, cocer unos elotes bajo tierra y después escoger los tres más grandes y junto con una jícara de atole nuevo, ak’sak, se ponen en el centro de la milpa, encendiendo cerca una vela. Cualquiera que pase por allí puede comer los elotes e incluso tomar el atole, pero debe volver a poner en su lugar la jícara vacía. Como el monte y en especial la milpa, desde tiempos prehispánicos ha sido la fuente principal de alimento de los campesinos mayas, ésta ha sido venerada de muchas formas. El respeto que le tiene el campesino queda reflejada en toda la serie de ritos y creencias religiosas entorno de ella. La ceremonia del Ch’a chaac que hacen después de la siembra, fiesta en la cual se invita y ruega a todos los seres celestes que de un modo u otro controlan el sistema sobrenatural del riego, con el fin de asegurar la cosecha y proteger la milpa de los depredadores o enfermedades y la creencia en los aluxes, especie de duendecillos que protegen la milpa, nos dan una idea del respeto y la fantasía que existe en derredor del monte y la milpa.
Por lo general, en los meses de enero, febrero y marzo, estando el tiempo seco, es cuando se realiza la cosecha. Previamente se limpia un espacio al que se da el nombre de hanil, alrededor del pasel. La pizca se hace en pie, es decir, sin cortar las cañas. Los milperos, koloo, llegan provistos de canastas de bejuco, xucak, que sujetan a la espalda con unos mecapales, tantaab. En ellas depositan las mazorcas ya desprovistas de su envoltura, holoch, que se deja adherida a la caña. Para abrir la envoltura se utilizan unos trozos de madera puntiaguda llamados bak-che’ que se hacen generalmente de katsim, habin o chacte’. En muchos casos se conserva la envoltura interior adherida a la mazorca para proteger el grano cuando se le tiene a la intemperie. El rastrojo se deja en el campo para provecho de la ganadería trashumante y en buena parte se pudre en el mismo terreno. Al mismo tiempo que se efectúa la cosecha, se selecciona la semilla, i-nal, para la próxima siembra. Ésta proviene de las mazorcas grandes. En ciertos casos, cuando la milpa es pequeña, la mazorca se lleva del campo sin desgranar. Para el desgrane se contruye una especie de emparrillado alto, de palos, el kaanché’ y encima se colocan las mazorcas para golpearlas con unos palos gruesos para que suelten el grano, que va cayendo a través del kaanché’ a costales o petates que se colocan en el suelo. Esta operación por lo regular se ejecuta en las noches. El maíz es almacenado en costales para trasladarlo ya sea a lomo de hombre o de caballo, en carretas, dependiendo de donde se sitúe la milpa y las condiciones económicas del agricultor. Cuando se trata de una pequeña cantidad, el desgrane suele hacerse utilizando una hamaca de henequén, en donde se depositan las mazorcas y se golpean para provocar el desprendimiento del grano. Las mazorcas escogidas para semilla son por lo general desgranadas a mano. Con frecuencia en la propia casa se hace la troje, aprovechando uno de sus ángulos. Para evitar la humedad de las paredes y el piso de tierra, se cubren con una capa de huano. La troje se separa del resto de la casa con una división de palos, kolohche’, cubierta de palmas de huano. Para evitar las plagas del granero, como el gorgojo y la palomilla del maíz, se acostumbra poner una capa de cal en el piso de la troje y otra sobre el grano almacenado. Cuando se almacena el maíz sin desgranarlo y sin quitar la envoltura de las mazorcas, éstas se acomodan en la troje con las puntas hacia abajo. Una vez que la milpa ha sido utilizada durante dos años consecutivos, se abandona a la naturaleza, barbecho o tierra en descanso, salvo los casos especiales de tierras fértiles, en que se hace una tercera siembra que se llama x-lab-sakab.
La producción varía dependiendo del suelo y condiciones climáticas; se ha calculado un promedio general de 700 kg por ha. Augusto Pérez Toro calendariza a la milpa de la siguiente manera: enero, comienza la cosecha del maíz tardío, pero como el grano todavía no está bien seco, no se almacena sino se utiliza para el consumo inmediato. Concluyen los desmontes de la milpa roza.
Febrero: principia la cosecha del frijol de milpa y la tumba del monte bajo. Continúa la cosecha de maíz grueso o tardío y se forman los graneros para almacenarla. Marzo: sigue la tumba de los montes. Comienzan las quemas de la milpa roza. Terminan las cosechas de maíz y su almacenamiento. Abril: siguen las suemas de la milpa roza. Se practica el bakcuhe’ o corte de las malezas y chapeo, en las milpas caña, y a medida que se secan se van quemando. Mayo: se hacen las últimas quemas. Algunas veces se practica la siembra en seco, tikin muk. Si las lluvias se adelantan se da comienzo a las siembras de maíz y frijol de milpa. Junio: en este mes, después de las primeras lluvias de la estación, las siembras son más generales. Comienzan los deshierbes de las siembras adelantadas, hechas en terrenos de monte bajo. Julio: se hacen los deshierbes de las siembras practicadas en junio. En los lugares de monte alto comienzan los preparativos para la milpa del año siguiente, escogiendo y midiendo el monte que se piensa utilizar. Agosto: se siembra frijol de enredadera llamado tsamá’, en lugar separado del maíz. Comienza el desmonte de los terrenos de monte alto, destinados a la siembra siguiente. Septiembre: se hace la dobla del maíz menudo. Continúan los desmontes. Octubre: se hace la dobla del maíz grueso o tardío. Noviembre: se cosecha el maíz menudo. Diciembre: concluye la cosecha del maíz menudo, de las siembras atrasadas.
Calendario lunar. Los campesinos indígenas conceden gran importancia a las fases de la luna, como una guía para sus operaciones agrícolas. Así, basándose en los diferentes estados de la luna, realizan determinada actividad del sistema de cultivo tradicional: luna llena de marzo, abril o mayo: quemas. Luna llena de mayo o junio: siembras de maíz, frijol y calabaza. Menguante de junio o julio: deshierbes. Menguante en octubre: dobla de las cañas del maíz menudo y grueso. Menguante en noviembre: cosecha del maíz menudo. Menguante de enero, febrero y marzo: cosechas de maíz grueso y frijol de milpa.
En la actualidad, según estudios realizados por especialistas, este sistema de producción de milpa en Yucatán se encuentra en una profunda crisis que se refleja en: el acelerado deterioro de los recursos básicos para su desarrollo y continuidad, como son el suelo, la vegetación y la diversidad genética de las plantas que se utilizan, lo que produce un decremento de la productividad de la tierra y del trabajo campesino; la creciente pérdida de la capacidad de autosubsistencia alimentaria de las unidades familiares productoras; la inmigración de los campesinos a los polos urbanos, en perjuicio de sus elementos culturales y por consiguiente, la pérdida de identidad. La tecnología agrícola milpera manifiesta una constante modificación y cambio en sus diferentes aspectos: en el calendario agrícola; en las prácticas agrícolas; en los cultivos; en los instrumentos y también en la adopción de técnicas agrícolas modernas. Sin embargo, aun cuando la milpa es susceptible de ciertas mejoras, la naturaleza del medio agrícola impide su transformación radical y, autores como Juan José Morales, consideran que es una técnica ecológicamente atinada, que si se utiliza correctamente no provoca la destrucción de la selva. Sobre el tema de la milpa en Yucatán, su productividad, estrategias para mejorar los sistemas de cultivo, etcétera, existen fuentes como: La modernización de la milpa en Yucatán: utopía y realidad, 1994, y La milpa en Yucatán, un sistema de producción agrícola tradicional, 1995, que contienen una serie de artículos de connotados especialistas en esta temática.