Noria

Noria  Máquina primitiva para sacar agua de un pozo, formada por una rueda vertical con cangilones y otra horizontal, movida por tracción, que engrana con aquélla. La madera que se usó para su construcción fue de jabín. Renán Irigoyen, en su libro Bajo el signo de Chaac. Monografía del agua potable, dice que la introducción de las norias al estado obedeció a las serias dificultades que representaba extraer agua y a la profundidad de perforación de la tierra para hacer pozos, sobre todo en las poblaciones del Sur, donde el problema se agudizaba. Con este sistema se resolvió el abastecimiento del agua tanto para los habitantes como para el desarrollo de la ganadería, al surtir de agua los bebederos, estanques y huertas. Fue fray Juan Gómez, religioso español, quien se dedicó a enseñar a los habitantes la técnica de abrir pozos y norias. Se abrieron norias en las plazas públicas y en los caminos e incluso se puso a una persona a su cuidado, que era denominado cananchén, que significa cuidador del pozo o, como más tarde se llamó, alcalde de noria. Los habitantes contribuían con una pequeña cantidad de maíz para el sustento de las bestias que movían las norias y para el cuidador del pozo.

Durante el siglo XIX las norias y pozos continuaron incrementándose por la gran facilidad que representaba a los habitantes disponer del vital líquido. Por ello elegían anualmente a los alcaldes de noria, actividad que John Lloyd Stephens presenció en su visita a la antigua Nohcacab, hoy Santa Elena, y que describe en su libro Incident of Travel in Yucatan. Menciona que Nohcacab tenía una población de 6 000 habitantes que dependían de tres pozos públicos, a dos de ellos se les nombraba como norias y el tercero era un pozo común. En esta comunidad como en todas, las mujeres eran las encargadas de la recolección del agua para el consumo doméstico y depositaban un puñado de maíz por cada cántaro llenado, tributo que servía para la manutención de las bestias y a Stephens y acompañante les cobraron dos centavos por cada caballo que bebió agua. La custodia y conservación de los pozos constituía una parte importante de la administración gubernativa del pueblo. Se elegían anualmente 30 indios para desempeñar las funciones de alcaldes de noria que consistían en conservar en buen estado las norias, limpiarlas y mantener constantemente la pilas llenas de agua. El cargo era honorario, pero a cambio se le exentaba al funcionario determinadas obligaciones impuestas al resto de la comunidad, lo que hacía codiciable el cargo. La elección interesaba tanto a los habitantes de una comunidad, que era motivo de fiesta la toma de posesión del funcionario. Además, su construcción en las haciendas ganaderas tuvo siempre un lugar primordial y así menciona Pedro Bracamonte Sosa, en su libro Amos y sirvientes, que en la hacienda San Antonio Koxol, mientras la casa principal todavía era de madera ripiada y con techo de zacate en 1812, la noria estaba sobre un terraplén cercado de pared y con el piso empedrado. En el Manual de mayordomos de las fincas rústicas de Yucatán, de José Dolores Espinosa, viene un apartado con las instrucciones que debían seguirse para mantener en buen estado las norias, así como el cuidado de los animales. Una de las poblaciones que tenía más norias fue Tekax e incluso se reglamentó el funcionamiento de las norias en esta villa, según una orden expedida el 22 de noviembre de 1825. En ella se menciona que en vez de cuidar la noria durante una semana y otras obligaciones, los vecinos podían pagar la cantidad de cuatro reales anuales y quedar exentos de aquella labor. Se precisaba que si algún indígena no quisiera hacer su turno, el Ayuntamiento se reservaba la facultad de designar un administrador que cobraría por pie de lista a todos los vecinos desde la edad de 16 años, esto en noviembre. Se exceptuaba de esta disposición a los que tuviesen pozo en su casa, los mayores de 60 años y los notoriamente impedidos. El gobierno del estado concedió patente el 16 de diciembre de 1856 a Manuel Encarnación Ávila, vecino de Mérida, por haber perfeccionado una máquina hidráulica para extraer agua. Nueve años más tarde, es decir, en 1865, se trajo la primera noria de engranaje que se conoció en Yucatán procedente de Europa y enviada por Manuel Rivera. Fue instalada provisionalmente en una quinta de los alrededores de Mérida para que los propietarios de las fincas la vieran funcionar y luego se instaló en una finca de Tekax. Por su eficiencia, pronto se fabricaron muchas más y al poco tiempo casi todas las fincas tenían este tipo de noria. Con el paso del tiempo vinieron otros adelantos que hacían cada vez más fácil disponer del vital líquido. A las veletas, sucedieron las bombas de gasolina y más adelante los sistemas de agua potable, lo que hizo que las antiguas norias cayeran en desuso.