Muñoz de Molina, Juan (1620-1661) Maestrescuela de la Catedral de Mérida. Nació en la Ciudad de México y murió en Mérida, Yucatán. El historiador Beristáin señala en su Biblioteca hispanoamericana, que Muñoz de Molina fue hijo de un protomédico de la Nueva España, Rodrigo Muñoz de la Zarza. A los 13 años defendió en la Universidad, sin precedente, un acto literario de tesis filosóficas contrarias a la doctrina de Aristóteles y de su escuela peripatética. A los 16 años, en esa Universidad mantuvo la proposición Quidquid Scotus asseit in Theologia Scolastica verum est, y debido a su desempeño y lucimiento se le confirió gratis el grado de bachiller en teología. Poco tiempo después, defendió y ganó, por oposición, la cátedra de teología en competencia con el célebre dominicano, doctor Naranjo. También recibió el grado de bachiller en cánones y para obtener la cátedra de retórica, por oposición, ejecutó su disertación en prosa y verso. Tenía mucha facilidad para la poesía, tanto en lengua castellana como en latín, y no existía amanuense que pudiera escribir con la velocidad que él dictaba. Ordenado sacerdote, se trasladó a España y en la Universidad de Ávila recibió el grado de doctor. Esta Universidad, así como las de Sevilla, Alcalá y Toledo y el Colegio Imperial de Madrid fueron testigos de su talento y doctrina en diferentes funciones escolásticas sobre las que le oyeron polemizar. El rey de España lo nombró maestrescuela de la Catedral de Yucatán, donde murió joven siendo ya arcediano. Gil González Dávila, en su libro Teatro de la iglesia de Yucatán, dice que Muñoz de Molina fue un «eminente retórico y poeta, canonista, teólogo y filósofo». Entre sus obras se encuentran Elogio en verso del Exmo. señor marqués de Cerralvo, virrey de México, (1630), y Alegación jurídica en defensa del Illmo. Sr. D. fray Domingo Ramírez de Arellano, obispo de Yucatán, sobre que se le debe dar a la Iglesia la paz antes que al gobernador, publicada en la Ciudad de México en 1650. Sobre esta última publicación, Crescencio Carrillo y Ancona señala en su libro El Obispado de Yucatán, que la fecha de impresión está equivocada ya que se escribió en 1651. Añade que falleció el 29 de octubre, a las tres de la tarde, después de haber profesado en la Compañía de Jesús, en cuya iglesia fue sepultado. «Murió lleno de ciencia como de virtudes extraordinarias, habiendo sufrido con ejemplar paciencia continuas y graves enfermedades. Yucateco por adopción es una de nuestras más preciadas glorias eclesiásticas y literarias». Respecto de la actuación de Muñoz de Molina en la Catedral de Mérida, el mismo autor menciona que durante el obispado de Marcos de Torres y Rueda (1646-1649), y luego que éste fue nombrado en 1647, gobernador del Virreinato de la Nueva España y presidente de su Real Audiencia, formó parte del Cabildo encargado del gobierno de la Diócesis de Yucatán. Al año siguiente, por un despacho del 5 de junio de 1648, Torres y Rueda nombró gobernadores del Obispado a sólo tres de los seis miembros del Cabildo: Pablo de Sepúlveda, Juan Muñoz de Molina y Pedro Díaz de los Santos. Ese año, junto con Sepúlveda y Juan Francisco Oarín, firmó el documento en donde se asienta que la Virgen de Izamal fue jurada como «patrona, madre y abogada de Mérida y de todo Yucatán», tras el azote de terribles plagas, pestes y hambruna que ocasionaron numerosas bajas entre la población de la provincia. A la muerte de Torres de Rueda, el Cabildo asumió el gobierno del obispado hasta la llegada del sucesor, Domingo de Villa-Escusa Ramírez de Arellano, (1651-1652). El conflicto que se desató entre el nuevo obispo y el gobernador y capitán general, García de Valdés Osorio, primer conde de Peñalva, a consecuencia de una serie de medidas que adoptó éste para que durante la misa se promoviera la figura del gobernador por encima o al mismo nivel que la del obispo, orilló a que Ramírez de Arellano girara un ocurso de queja al rey y ordenara a Muñoz de Molina que escribiera un tratado o disertación jurídica sobre la materia. Las medidas fueron muy eficaces, ya que luego de leer la Alegación jurídica…, el conde de Peñalva desistió y poco después se recibió una Real Cédula donde se establecía que los gobernadores y capitanes generales de la provincia no podían entrometerse en los derechos exclusivos del obispo. Luego de la muerte de Ramírez de Arellano, dos obispos sucesivamente no lograron asumir la mitra, pues fallecieron antes de viajar a Yucatán. Desde 1652 hasta 1659, el gobierno del Obispado estuvo en manos del Cabildo, del cual era integrante Muñoz de Molina, hasta la llegada de Luis de Cifuentes y Sotomayor, el 14 de julio de 1659.