Mayorazgo Institución destinada a perpetuar el patrimonio familiar mediante la vinculación de los bienes y la herencia al hijo primogénito. En Yucatán se fundaron pocos mayorazgos durante la época colonial, período en que se instituyeron en la Península, debido a la relativa pobreza del medio. El historiador Luis Millet Cámara en el libro Estampas meridanas señala que las numerosas encomiendas suplieron a los mayorazgos, ya que las reglamentaciones sobre la sucesión en ambas instituciones tenían muchos puntos en común. El mayorazgo de la casa de Montejo fue fundado en 1585 por Andrea del Castillo, viuda de Montejo el Mozo. Sin embargo, el enorme solar que ocupaba la casa pasó por numerosas circunstancias a lo largo de su historia, que incluso contravinieron las disposiciones de la fundadora del mayorazgo. Primero fue fraccionado en forma ilegal, luego se pidió la autorización del rey de España para vender parte de los patios, hasta que finalmente, en los primeros años de la independencia de Yucatán, el último de los herederos por vía de mayorazgo vendió la histórica casa a Teodosia Robertos.
Existió otro mayorazgo llamado de los Argáez, fundado en 1611 por Juan de Argáez, el cual poseía una casa en el costado norte de la Plaza Mayor, en el mismo sitio donde ahora está lo que se conoce como del alguacil mayor y que en 1735 se encontraba en poder del capitán Pedro Pardo de Argáez. Éste lo había heredado de su tío, un anciano sacerdote. En ese año, el capitán Pardo solicitó permiso a las autoridades para vender la casa, alegando el estado ruinoso en que se encontraba, mismo que fue concedido. El mayorazgo de los Salazar fue fundado aproximadamente a fines del siglo XVII y principios del XVIII y subsistió hasta los primeros años del XIX. Se considera que el probable fundador fue Francisco Salazar de Córdoba, quien contrajo matrimonio con una entenada del célebre marino y comerciante Antonio Maldonado de Aldana y recibió una rica dote. La casa principal, que ocupa actualmente la farmacia Drogas, y el solar abarcaban más de media manzana. Sobre la calle 61 se construyeron con el tiempo numerosas accesorias que se rentaron.
El mayorazgo fundado por Alonso de Ulibarri en el siglo XVII tenía vinculada una casa, situada en contraesquina de la iglesia de Monjas, que para fines del siglo XVIII estaba en posesión de la familia Lorra. También quedaron en mayorazgo, en el siglo XVII, unas casas pertenecientes a Antonio Maldonado de Aldana que habían pertenecido a Bernardo de Magaña. Éste se fundó en favor de otra de las entenadas de Maldonado, casada con quien sería el primer conde de Miraflores, y las propiedades quedaron vinculadas a otro mayorazgo situado en España, que incluía propiedades en Madrid, Toledo y el país vasco. La casa estaba ubicada en el cruce de las calles 62 y 65 y fue derribada para construir el edificio que ocupa el periódico Novedades. Luis Millet Cámara refiere otros dos mayorazgos, desaparecidos probablemente a principios del siglo XVIII. Uno de ellos fue fundado en 1611 por Juan de Argáez en favor de su sobrino nieto Juan y que tenía vinculada la casa donde actualmente está el café Louvre, que a principios del siglo XVIII ocupaba el alcalde Gerónimo del Puerto.
El otro mayorazgo fue fundado por Gonzalo Domínguez Corral sobre unas casas, según una cláusula de su testamento hecho en 1646. La casa principal estaba situada donde ahora se encuentra el hotel Itzá. Quien entraba en posesión de un mayorazgo no podía venderlo o hipotecarlo. La crisis de los mayorazgos se presentó a fines del siglo XVIII y los poseedores generalmente ponían como pretexto para solicitar ante las autoridades la licencia para hipotecarlos o fraccionarlos el estado ruinoso de las construcciones. Finalmente, con la promulgación de la Constitución de 1812, las cortes españolas expidieron una ley el 11 de octubre de 1820 mediante la cual suprimieron todos los mayorazgos, declarando libres los bienes que los constituían, con la única reserva de que el poseedor en ese momento dispusiera como dueño, sólo de la mitad de los bienes del mayorazgo y usufructuara la otra mitad para que después de su muerte pasaran a su inmediato sucesor. Las razones que dieron los fundadores de los mayorazgos para vincular sus bienes quedaron claramente expuestas en el instrumento de fundación de Antonio Maldonado de Aldana, en 1675: «por cuanto considerando la disminución y menoscabo que de ordinario se ve en las haciendas y caudales de aquéllos que mayores los tuvieron y que con la penuria de los tiempos vienen sus descendientes a mucha estrechez, y esto nace de quedar los bienes divididos y partidos entre muchos que resultan grandes inconvenientes, y se pierden, destruyen, extinguen y acaban las familias y memoria de las personas nobles, republicanas e ilustres, sin poder cumplir con las obligaciones de sus personas y calidad de sus estados, y que al contrario, cuando los tales bienes quedan unidos, juntos y consolidados en un solo poseedor, prohibiéndoles su enajenación, permanecen y son durables, y los sucesores de ellos quedan con mayores obligaciones a conservarlos».