Montejo, Francisco de (el Adelantado) (1479?-1553) Adelantado, conquistador y gobernador de Yucatán, 1526-1549. Se cree que nació en Salamanca, España; sin embargo, José de Rújula y Ochotorena, marqués de Ciadoncha y Antonio del Solar, en su libro Francisco de Montejo y los Adelantados del Yucatán, 1931, dicen: «A fuer de imparciales y por grande que sea nuestro cariño a Extremadura será preciso reconocer que no hemos encontrado testimonios concluyentes que acrediten que Francisco de Montejo nació en Brozas; pero tampoco, y con la misma sinceridad lo hemos de consignar aquí, nos persuaden ni aun nos hacen siquiera vacilar, aquellos que conocemos en los que se afirma que vino al mundo en Salamanca o Segovia, ya que son de época posterior al insigne Adelantado. Nuestra creencia honrada es que vio la luz por vez primera en la simpática villa de Cáceres, que hemos mencionado, opinión sustentada por historiadores regionales tan serios como don Publio Hurtado y don Eugenio Escobar (q.s.g.h.), y que al contraer matrimonio en Salamanca, esta ciudad, depositó santo de glorias nacionales, fue su patria adoptiva, encontrado justificado, hasta cierto punto, que sus propios descendientes lo creyeran así y en memoriales y documentos varios lo digan». Murió en Salamanca. Bernal Díaz del Castillo lo describe como de «…mediana estatura, el rostro alegre y amigo de negocios…». No se sabe nada de la infancia de Montejo, las primeras noticias que se tienen de él se refieren a su estancia en Sevilla, en la primera década del siglo XVI, donde conoció a Ana de León, mujer con quien concibió, fuera de matrimono, un hijo que nació en 1508, llamado igual que él, futuro conquistador de Yucatan y fundador de Mérida. Posteriormente, abandonó Sevilla para ir a América en busca de riqueza y aventura. Se estableció en primera instancia en Santo Domingo, entonces sede metropolitana del naciente imperio colonial de España en América.
En mayo de 1514, cuando llevaba dos años de vivir en ese lugar pasó por allí la expedición de Pedrarias Dávila, cuyo objetivo era, además de conquistar tierra firme, residenciar a Vasco Núñez de Balboa, que se encontraba en el Darién, hoy República de Panamá. Montejo se unió a ella, pero después se separó, molesto por la actitud de Pedrarias Dávila, suegro de Núñez de Balboa, a quien injustamente llevó a la muerte. Junto con él, también abandonaron la expedición Alonso Dávila o de Ávila, Pedro de Alvarado y Bernal Díaz del Castillo. Todos ellos pasaron a Cuba en 1515, donde Diego Velázquez estaba ocupado en la conquista de la isla mayor de las Antillas. Montejo prestó ayuda en esta empresa, por lo que se le concedieron encomiendas, mediante las cuales llegó a ser un rico colono. Ávido de aventura, en 1518 decidió integrarse a la tripulación jefaturada por Juan de Grijalva. Velázquez le otorgó a Montejo la capitanía de uno de los batallones, así como también a Alonso Dávila y Pedro de Alvarado, quienes zarparon en mayo de 1518. Según refiere Rubio Mañé en su libro Monografía de los Montejo, 1930, cuando el 18 de junio llegaron a la que bautizaron los españoles como Isla de Sacrificios, le fue ordenado a Francisco de Montejo desembarcar, ya que unos indígenas les hacían señas desde tierra. Éstos formaban una comitiva que traía un mensaje de paz de Moctezuma, y le entregaron a Montejo magníficos presentes. Tal hecho lo consigna como el primer español que pisó tierras dominadas por el imperio azteca. Retornó a Cuba el 28 de septiembre de ese año. Más adelante, en 1519, participó también en la expedición de Hernán Cortés. Como éste tenía las intenciones de conquistar y colonizar las tierras descubiertas, actitud que iba en contra de lo ordenado por Velázquez, quien lo había mandado únicamente a explorar, envió a Montejo, junto con Alonso Hernández de Portocarrero, como procurador para defenderlo contra los ataques del gobernador de Cuba y explicar los motivos de sus pretensiones, así como entregar objetos de oro y presentes al rey. Ya en España, después de una serie de dificultades con el obispo Fonseca, amigo de Velázquez, lograron contactar al monarca Carlos V, ante el cual expusieron y defendieron la postura de Cortés. El 15 de octubre de 1522 consiguieron una sentencia favorable y consecuentemente un triunfo sobre Velázquez. Hernán Cortés fue declarado y designado capitán general y gobernador de la Nueva España, cuya conquista ya había consumado con la caída de Tenochtitlán, el 13 de agosto de 1521.
Después de esta victoria, Montejo quedó como procurador general de la Nueva España y obtuvo el empleo de regidor perpetuo del Ayuntamiento de Veracruz y teniente de la Fortaleza de San Juan de Ulúa. Retornó a la Nueva España en 1523, trajo consigo a su hijo Francico de Montejo y León, a su hermano Juan y al hijo de éste llamado también Francisco. Colocó a su hijo, de apenas 15 años de edad, como paje de Cortés. En 1524, Montejo nuevamente fue enviado a España para ventilar los intereses importantes de la Colonia. Fueron con él Diego Ocampo y Diego de Soto, llevando valiosísimos presentes de joyas, perlas y oro para el emperador. Llegaron a Sanlúcar de Barrameda el 20 de mayo de 1525, casi después de un año de haber salido de Veracruz, pues el viaje fue entorpecido por la presencia de corsarios franceses. Al ser revocados sus poderes por los Factores Reales de la Audiencia de México, que se adueñaron del gobierno en ausencia de Hernán Cortés, quien había ido a Honduras con la intención de castigar al rebelde Cristóbal de Olid, Montejo renunció temporalmente a todos los negocios de Indias. En Sevilla, contrajo matrimonio con Beatriz Álvarez de Herrera, con quien concibió a su hija Catalina. Se estableció en la residencia de la villa de Frades que había heredado su esposa como dote nupcial y se dedicó a la administración de sus rentas. No es sino hasta 1526, cuando fue visitado en su granja de Frades por Alonso Dávila, antiguo compañero de aventura por el Nuevo Mundo, quien le planteó la posibilidad de retornar a América para ser ellos mismos los protagonistas y conquistadores de territorios. En Montejo, de nueva cuenta se despertó el interés por las Indias y con la venta de las joyas de su esposa, se hizo de buen dinero para emprender el viaje.
En Granada, en el Alcázar donde residía Carlos V, celebró las Capitulaciones en las cuales le otorgaban facultades y autorización para conquistar y poblar las «islas de Yucatán y Cozumel». Entre las disposiciones que se establecieron en Granada se encontraba: la autorización para conquistar y poblar las islas de Yucatán y Cozumel en los lugares que considerase convenientes; que el primer viaje habría de hacerse en el plazo de una año, bajo la pena de caducidad; permiso para que de Santo Domingo, Cuba, Jamaica y Puerto Rico, llevase caballos, yeguas y otras clases de ganado; estímulo de la emigración y población con exenciones y donaciones provechosas. Además, se prometía a Francisco de Montejo, al triunfo de su empresa, ser gobernador y capitán general vitalicio, con salario anual de 250,000 maravedíes y teniente de las fortalezas, con sueldo de 60,000 maravedíes. También que él, sus herederos y sucesores perpetuamente hasta su extinción, habrían de tener los empleos de Adelantado y alguacil mayor de Yucatán. Por otra parte, se le concedían diez leguas cuadradas de tierras medianas, el 4% de todos los derechos de la Corona, para sí y sus sucesores y completa libertad de derechos de exportación a toda la ropa, mantenimiento, armas y caballos que llevase. Alonso Dávila fue nombrado contador y lugarteniente de la empresa.
En mayo de 1527, se hicieron a la mar y a fines de septiembre de ese año arribaron a la isla de Cozumel, donde fueron recibidos amistosamente por Nahum Pat, cacique de aquellos lugares. Inmediatamente comenzó con los planes de conquista por el Oriente. Se dirigió a tierra firme donde fundó Salamanca de Xelhá, primera población española de Yucatán; sin embargo, ésta tuvo que ser abandonada por las condiciones adversas del clima y ambiente tropical que mermaron la vida de los primeros pobladores. La resistencia y agresividad de los mayas hizo fracasar el primer intento de la Conquista. Posteriormente, a fines de 1528, Francisco de Montejo se reunió en México con su hijo y proyectó conquistar Yucatán por el Occidente. Mientras él resolvía algunos problemas en la Nueva España, encargó a su hijo las tropas asentadas en Veracruz y le ordenó trasladarse a Santa María de la Victoria, capital de Tabasco, donde debía esperarlo. Montejo, el Adelantado, cuando poseía el gobierno de Tabasco, fue depuesto al poco tiempo por intrigas de Baltazar de Osorio, quien lo redujo a prisión; Montejo, el Mozo, ayudado por Juan de Lerma, quien defendió a su padre ante la Corte, pudo liberar al Adelantado, quien más adelante volvería a recuperar el gobierno de Tabasco. De 1530 a 1535, Francisco de Montejo luchó en tierras mayas acompañado de su hijo, hizo algunos avances, pero no logró vencer la resistencia de los indios del Oriente y del centro. Finalmente ante la deserción de sus soldados, cautivados por la idea de encontrar riquezas en tierras del Perú, abandonó por segunda vez la empresa de conquista.
En el año de 1535, Montejo recibió nombramiento de gobernador real de Honduras e Higueras, por lo que dejó en manos de su hijo la Conquista. Francisco de Montejo, el Adelantado, tuvo estas provincias bajo su jurisdicción, desde 1537 hasta el verano de 1539. En este último año tuvo que cambiar su gobierno de Honduras e Higueras por el de Chiapas con Pedro de Alvarado. Durante los años que gozó de esta autoridad, Montejo conquistó la provincia, colonizó y estableció la colonia sobre una base permanente. En 1542, tras la muerte de Alvarado, los cabildos de Honduras-Higueras pidieron a Montejo, que gobernaba en ese entonces Chiapas, tomar el mando de la provincia otra vez. De 1542 a 1544, Montejo gobernó y ejerció autoridad en un inmenso territorio que comprendía todas las tierras y provincias que reclamó para adelantamiento, es decir: Yucatán, el territorio entre el río de Copilco y el río de Ulúa, Chiapas y Honduras-Higueras. Pero gobernó como Adelantado únicamente en Yucatán, en vista de que aquel título tocó solamente aquella provincia desde el punto de vista de la Corona. Poco a poco fue destituido de sus varios puestos, para ser reemplazado por instituciones u oficiales del gobierno real y absoluto, hasta que finalmente en 1550, le quedó solamente la provincia de Yucatán. La lucha de Montejo por hacer que Higueras fuera incluida en su adelantamiento la continuó, aún después de haber sido ordenada su entrega en 1544 a la Audiencia de los Confines. Sin embargo, cuando comprendió que el reconocimiento de sus pretensiones era imposible de alcanzar, su atención volvió a ser puesta en Yucatán.
La conquista definitiva comenzó en 1540 y fue llevada a cabo por su hijo, su sobrino y otros capitanes, bajo sus instrucciones y autoridad. Finalizó en 1546, año en que el Adelantado retornó a Yucatán, y se sublevaron los indígenas, en un último intento por recuperar la autonomía perdida con la llegada de los españoles. Montejo gobernó activamente algún tiempo más. Mandó a su hijo y sobrino a conquistar y colonizar la región del Golfo Dulce que él consideraba como tierra de Yucatán. De nueva cuenta, tuvo problemas, pues los dominicos asentados en esta región, a la cual llamaron de Verapaz, efectuaban sus labores de evangelización y no aceptaban la intromisión de soldados. La Corona apoyó a los frailes y requirió a Montejo que abandonase la región. En este período, también perdió irrevocablemente, a causa de cédulas expedidas por la Corona, toda jurisdicción sobre Tabasco. Allí se pusieron alcaldes completamente independientes de las autoridades de Yucatán. Rubio Mañé, en su obra mencionada anteriormente, dice que a pesar de los errores de Montejo, en cuya administración sobresalió el nepotismo, éste realizó obras benéficas para la naciente Colonia. Refiere que inició el comercio, la industria y la agricultura en todas sus manifestaciones, trayendo ganado vacuno, caballar, porcino y cabrío de Cuba, Santo Domingo y hasta de España. Importó toda clases de animales para utilidad del hombre, semillas de hortalizas y toda clase de árboles frutales que no se conocían en Yucatán, como naranja, limas, limones, dátiles, mameyes, granadas, pepinos, melones, patatas, rábanos, lechugas, cebollas, yerbabuena, perejil, repollos, berzas, nabos, cilantro, borraja, espinacas e infinidad de plantas. Hizo traer el gusano de seda y la grana e inició la industria del añil; plantó por primera vez la caña de azúcar en Champotón e impulsó todos los oficios y las artes trayendo maestros herreros, zapateros, sastres, carpinteros y albañiles, entre otros. En 1551, partió para España desde San Juan de Ulúa, al frente de una flota que conducía oro y tributos para la Corona. Aunque en Madrid obtuvo algunas decisiones favorables del Consejo de Indias, no logró recuperar sus derechos. Finalmente se retiró a Salamanca donde murió.