Misioneras Guadalupanas del Espíritu Santo En 1944, el arzobispo de Yucatán, Fernando Ruiz Solórzano, declaró establecida la Casa de Misioneras Catequistas Guadalupanas con el título: Casa Misión de Máter Dolorosa. Inició con 12 religiosas, entre éstas María de la Soledad Malagón que llegó en calidad de superiora, Rosa de Santa María de Volantín y María de la Santísima Trinidad Alvarado. Su misión fue llevar el evangelio y catequismo a las zonas urbanas, rurales e indígenas. Las primeras misioneras recorrieron la Península y visitaron haciendas, pueblos y ciudades. La casa central funcionó varios años en un edificio situado en la calle 66 entre las calles 57 y 59. Luego las Madres Guadalupanas, como se les conoce, se cambiaron de domicilio a Itzimná y posteriormente les donaron una quinta en la colonia García Ginerés. Durante mucho tiempo fue casa de formación para novicias y postulantes y al suspenderse el trabajo de la casa de formación se dedicaron a labores de apostolado. Las misioneras pertenecen a la Familia de la Cruz por haber recibido en herencia, a través de su padre fundador, Félix de Jesús Rougier, quien estableció esta congregación en Michoacán en 1930, «el espíritu de las obras de la Cruz», resumido en el lema «Amor, pureza y sacrificio».
En 1994, Yucatán contaba con 12 hermanas: dos trabajan en la parroquia de Espita y otras dos en Tizimín; una en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, (Itzimná), otra en el Santo Niño de Atocha, una más en el Secretariado de Evangelización y Catequesis y las cinco restantes colaboran en la formación de catequistas. La congregación es de derecho pontificio. El decreto fue dado por su santidad Paulo VI en 1973.