Meneses, José María (1782-1856) Sacerdote. Nació en Campeche y falleció en Mérida, Yucatán. Estudió en el Seminario Conciliar de San Ildefonso. Fue alumno del XVII curso de filosofía que del 10 de noviembre de 1800 al 15 de junio de 1803 impartió Francisco Bravo, y alcanzó el grado de conmaestro. Fue también discípulo del doctor Herrera y Ascaró en su curso de cánones y su sucesor en el cargo de provisor y vicario. Recibió las órdenes sacerdotales en 1805 de manos del obispo Pedro Agustín Estévez y Ugarte. En 1807, fue profesor de latín y vicerrector del Seminario. En 1809, lo designan cura de Hecelchakán y sucesivamente de Abalá y Tecoh, este último curato lo tuvo durante 16 años. En 1821, lo nombran provisor del obispado. Constituyó uno de los seis doctores que fundaron la Universidad Literaria de Yucatán en 1824 y uno de sus primeros rectores. Además de ser doctor en teología y cánones, resultó diputado al Congreso del Estado, fue consejero del gobierno y miembro del poder ejecutivo en 1822 y presidente de la memorable Asamblea de Ticul que se reunió el 24 de mayo de 1847, para reorganizar la economía regional. Al morir el obispo Estévez en 1827, los dos eclesiásticos yucatecos que podían sucederle eran José María Meneses y José María Guerra, uno federalista y el otro centralista. El cabildo eclesiástico nombró vicario capitular a Guerra; pero, por presiones políticas, renunció y Meneses fue nombrado vicario capitular y gobernador de la mitra. Éste, a su vez, designó a Guerra secretario de Cámara y Gobierno, según una conciliación arreglada de común acuerdo. Durante su gobierno, se concluyeron las reformas iniciadas en el Seminario por Estévez y se promovieron concursos a los curatos, entre otras reformas. Cuando los militares se adueñaron del poder y proclamaron en Yucatán el centralismo, persiguieron a Meneses, quien anduvo errante por algún tiempo. Éstos influyeron para que Guerra fuera propuesto para obispo de Yucatán. Cuando Meneses retornó a Mérida, no obstante sus discrepancias políticas con el nuevo obispo, prestó completa obediencia y continuó en el curato de San Cristóbal de Mérida que tenía a su cargo desde 1831. Al fallecer dejó una cuantiosa fortuna.