Monasterio Las Monjas Este edificio fue inaugurado en 1596 por el gobernador y capitán general, Carlos Sámano y Quiñones; era obispo de la Diócesis fray Juan Izquierdo. El monasterio fue ocupado por las Madres Concepcionistas. Está ubicado en la confluencia de las actuales calles 64 x 63 a una cuadra al poniente de la Plaza Grande. Su construcción fue promovida por el gobernador y capitán general Antonio de Vozmediano. El estilo del monasterio es severo, por sus altos y fuertes muros lisos que le dan un aspecto de fortaleza de original influencia mudéjar.
En el libro de Justino Fernández, Catálogo de construcciones religiosas del estado de Yucatán, se menciona que a un lado de este edificio, entre 1610 y 1633, se construyó la iglesia del convento dedicada a Nuestra Señora de la Consolación. La primera piedra fue puesta por el gobernador, mariscal Carlos de Luna y Arellano. Esta obra de mampostería tiene una nave abovedada. Posee además del altar mayor otros tres en el cuerpo de la iglesia, uno en la banda sur y dos en la del Norte. Para la construcción de la iglesia se gastaron más de 14,000 pesos de dotes de las religiosas. De 1645 a 1648, el gobernador Esteban Azcárraga construyó sobre la capilla mayor de la iglesia un mirador. Está compuesto por tres pasillos o galerías con arquería, bajos y estrechos, circundando la cubierta del citado presbiterio.
Posteriormente, el obispo de Yucatán, fray Ignacio de Padilla y Estrada, amplió el claustro del convento, terminó una enfermería y el locutorio del mismo, y en la iglesia hizo retablos dedicados a San José, a San Juan y a Nuestra Señora de la Luz. Este convento fue también orfanatorio y asilo en el que se educaban tanto a niñas provenientes de familias acaudaladas como pobres y desamparadas.
El 4 de septiembre de 1867, el convento fue cedido al gobierno estatal y el 12 de octubre fue desocupado. Un total de 20 monjas abandonaron el convento e iban acompañadas de 300 educandas. En marzo de 1868, el gobierno ordenó el fraccionamiento en lotes del ex convento. Lo que se obtuvo de su venta se destinó a la instrucción pública. Poco después se abrió la calle 66 entre 61 y 63, ya que el monasterio comprendía a la segunda manzana y parte de la tercera. La mayor parte de los lotes se convirtieron en habitaciones particulares. El lote contiguo al templo por el Poniente fue, desde entonces, adaptado y destinado a una de las escuelas a cargo del gobierno del estado. Durante la administración de Salvador Alvarado, el templo fue retirado del culto y se destruyeron los retablos. Fue puesto a disposición de la Comisión Reguladora del Mercado de Henequén y fue convertido en bodega, hasta que el 20 de septiembre de 1920 fue devuelto al clero y reconsagrado como iglesia parroquial. El claustro fue remodelado como biblioteca y centro cultural durante 1970.
El coro del templo es de dos pisos. El primero tiene un techo que a su vez sirve de piso; es de viguetillas de madera sostenidas por 10 arcos sobre columnas muy bajas que dividen longitudinalmente en tres pequeñas naves. Está cerrado por una amplia reja de hierro junto a la cual hay una rejilla de madera o celosía muy tupida, que casi impide el paso de la luz, por lo que es una parte muy oscura. El segundo piso o coro alto tiene un pretil y el techo es el mismo que cubre a la iglesia. En el muro del coro bajo y sobre la rejilla, están escritos en un tablero los nombres de las religiosas fundadoras, y a los lados de este tablero, en escudos muy adornados, las fechas memorables y nombres de las personas que intervinieron e hicieron posible la fundación y construcción del edificio. Además de la puerta principal del templo, existe otra, lateral también, que da al patio y siete ventanales altos, de los cuales dos corresponden al presbiterio y uno al coro alto. Este último, lo mismo que el bajo, comunicaban con el antiguo convento por una ventana y una puerta respectivamente, las que ahora se encuentran tapiadas. En la escalera del coro existen unos arcos ciegos que antes daban acceso al convento y en la parte alta hay una ventana que escasamente ilumina esa escalera.
La sacristía se encuentra detrás del presbiterio y se comunica con un pasillo oscuro y húmedo, que se localiza junto a la entrada de la casa cural por la calle 64. Esta sacristía está techada con bóveda de cañón y el pasillo con vigas de madera y mezcla de cal.
El padre Pedro Pérez Elizagaray mandó cambiar el piso de losas por mosaico. Las losas que fueron levantadas se colocaron en el atrio, frente a la entrada principal y en el patio; algunas de ellas tienen inscripciones sepulcrales que se encuentran bastante borradas. La sacristía tiene piso de ladrillo francés, y el coro y demás piezas lo tienen de tierra.
Pérez Elizagaray fue quien decoró el interior del templo con cal; pintó dos retablos góticos simulados en los muros laterales del presbiterio; una serie de figuras representando a los apóstoles, a lo largo de la nave y a la altura de las ventanas; las alegorías de la justicia, el valor y otras en el arranque de la bóveda, y en el coro alto un lambrín simulado de madera, algunos sillones, tres monjes en oración y una escena de Las Cruzadas que llena el muro del fondo. En la nave, entre los apóstoles y el arranque de la bóveda, están varios medallones con los retratos de algunos Papas.
Sobre el muro norte de la iglesia, en la azotea, hay un campanario en forma de espadaña con cuatro arcos de medio punto en los que se alojaban las campanas, hoy desaparecidas.
Como anexo al templo, con entradas por la calle 64, se encuentra una parte del viejo convento destinado a casa cural. En su mayor parte se encuentra en estado ruinoso. Una parte del techo ya se derrumbó y lo que está en mejores condiciones tiene techos de vigas de madera de las llamadas rollizos, colocadas muy juntas y formando entre sí pequeñas bovedillas hechas con mezcla de cal. Las paredes están pintadas de cal. Sólo dos piezas están habitables y al servicio del templo.
En el patio, junto al muro norte de la iglesia, entre un contrafuerte y el pasillo que conduce a la sacristía, existe un viejo pozo con brocal de mampostería. La fachada de la casa, muy sencilla, tiene sus muros aplanados y pintados con cal, llamando la atención únicamente la sencilla y hermosa portada que ostenta el escudo de la Orden que regía a las religiosas concepcionistas.