Meneses y Bravo de Saravia, Fernando de (¿ -?) Gobernador y capitán general de Yucatán de 1708 a 1712. Nació en Santiago de Chile, Chile. Estudió derecho en la Universidad de Lima, Perú, sin conseguir graduarse. Luego entró a la milicia, donde alcanzó el grado de maestre de campo. Con el apoyo de los amigos de su padre, quien había sido gobernador de Chile, y la riqueza que le heredó, compró el gobierno de Yucatán en Madrid, concedido por siete años. Aunque su nombramiento databa de 1704, no se hizo cargo del gobierno sino hasta fines de 1708. Antes de llegar a las costas de Campeche, tuvo la mala aventura de ser capturado por el pirata «Barbillas», quien, al saber su rango, pidió rescate por la cantidad de 14,000 pesos. «Barbillas» y Meneses bajaron juntos a tierra, uno a procurarse el dinero del rescate y el otro, a recibirlo. En garantía, los piratas retuvieron a su familia que permaneció a bordo del barco enemigo. En el ayuntamiento del puerto de Campeche se reunieron los regidores para deliberar la opción a resolver, no muy convencidos, dada la oportunidad de apresar a tan temido pirata, de reunir la cantidad solicitada y entregársela. Inmediatamente «Barbillas» liberó a los demás prisioneros.
Fernando de Meneses llegó a Mérida en septiembre de 1708 y tomó posesión el día 15 o 16 de ese mes. Su gobierno fue uno de los más corruptos. Nombró por capitanes de guerra de los diversos distritos de la Península a quienes le daban más dinero por estos empleos, para convertirlos en sus agentes. Los invistió de facultades absolutas y despóticas para cometer inicuas vejaciones contra los indígenas. Para hacerse de más ganancias, aumentó los derechos que se acostumbraba pagar anualmente por la aprobación de la elección de regidores de cada pueblo; puso las encomiendas vacantes a remate otorgándolas a quien mayor gratificación le diera. Perjudicó a la provincia por el monopolio que ejerció sobre las mercancías de exportación, a tal grado que nadie podía competir con él. Violaba la correspondencia para saber quienes eran sus adversarios y obligó a los comerciantes de Campeche a construir un buque guardacostas a expensas suyas y sin gasto ni costo de la Real Hacienda. Una de las pocas acciones positivas que realizó fue el haber prestado auxilio, en 1709, a la infantería provincial, enviándoles setecientas cargas de maíz y cuando en 1710, enterado de que los corsarios rondaban la costa de Campeche, mandó al teniente Pedro de Lizarraga con 206 hombres, para apoyar a la guarnición del puerto.
En 1711, la provincia de Yucatán entró en una crisis económica, la cual Meneses quiso sortear mediante estrictas contribuciones, que provocaron el malestar general. Tuvo disidencias con el obispo, debido a fray Bernardo Rivas; este religioso franciscano quiso ejercer en la Orden un poder absoluto y ayudado por Meneses, su compadre, pues había sido el padrino de su primogénito, realizó una serie de arbitrariedades al grado de oponerse abiertamente a las órdenes del obispo Pedro de los Reyes Ríos de la Madrid. El gobernador evadió las peticiones del obispo y solapó las acciones corruptas de Rivas. Entre los sucesos ocurridos durante su administración, destaca, en agosto de 1712, el ataque de filibusteros que desembarcaron en el puerto de Santa Clara, robaron cuanto encontraron a mano e incendiaron las casas, para luego dirigirse al puerto de Dzilam, donde repitieron sus actos de bandidaje.
En 1712, los indígenas tzeltales, dependientes de la provincia de Chiapas, se sublevaron y Meneses, a petición del presidente de Guatemala, Toribio José de Cosío y Campa, envió auxilio militar. Las tropas reunidas en Tabasco fueron encomendadas al yucateco Juan Francisco Medina, al cual, por su destacada participación, se le concedió el título de marqués de Torre Campo así como el gobierno de Filipinas, para suceder a Martín de Urzúa y Arizmendi. Más adelante, Meneses alegó que el clima de Yucatán había deteriorado su salud y consiguió la real cédula que le permitía transferir y ceder el gobierno, por el tiempo que faltaba para concluir su período, a la persona que él considerara conveniente. Amparado en esa cédula, encargó a su compadre Rivas que cediese el gobierno de Yucatán al mejor postor y, aunque lo pretendieron Pedro de Lizarraga, natural de Yucatán, y otros más, quedó en manos de su hermano Alonso, a quien le vendió el cargo en 71,000 pesos.
Rico y poderoso, Meneses se retiró del gobierno en agosto de 1712, pasó a España y tras breve permanencia en la corte de Madrid, se trasladó a Puebla de los Ángeles, en la Nueva España, no sin antes haber negociado que amigos suyos fueran nombrados sus jueces de residencia. Se le permitió ausentarse de la provincia y contestar al juicio de residencia por medio del apoderado, Francisco de Salazar y Córdova, maestre de campo del batallón de milicianos provinciales de Yucatán. Retirado del gobierno de Yucatán continuó apoyando a su hermano, quien siguió sus mismos patrones de conducta y corrupción.