Malinche, La (¿-1527?) Nombre con el que se le conoce a uno de los personajes más interesantes y controvertidos de la historia de México. Su origen es incierto, pero las fuentes históricas coinciden en señalar que nació en Painala, en la región de Coatzacoalcos, Veracruz, versión que se sustenta en los informes de Bernal Díaz del Castillo, soldado de Cortés que pudo conocerla. Sobre su muerte, se dice que acaeció en la Ciudad de México y según Presccot, en su provincia natal. Al morir su padre, cacique feudatario de México, la madre volvió a casarse y tuvo un hijo con el nuevo marido. Como éstos querían que el futuro heredero fuera el hijo varón, de mutuo acuerdo regalaron a la niña a unos indígenas de Xicalango. Los de Xicalango la vendieron como esclava a gente de Tabasco. El 12 de marzo de 1519, cuando Cortés llegó a ese lugar, la joven indígena fue obsequiada a este capitán español. Malinali, nombre que probablemente tuvo en la lengua náhuatl, fue bautizada con el nombre de Marina. Posteriormente, dada la importancia que adquirió, a su nombre autóctono se le agregó la terminación tzin, que para los indígenas indicaba dignidad aristocrática. De aquí surgió el nombre de Malintzin, que los españoles adulteraron y convirtieron en Malinche. De alguna manera, esta mujer ligó su vida a la historia de Yucatán. Al vivir en la región de los mayas chontales, aprendió su lengua, enseñanza que la hizo de suma utilidad como intérprete de Cortés, gracias a lo cual, en muchos sentidos, se pudo consolidar la conquista de México Tenochtitlán.
Ella y Jerónimo de Aguilar, quien después de haber naufragado en 1511, vivió muchos años con las tribus mayas asentadas en Yucatán y que fue rescatado por Cortés, durante su viaje de exploración de 1519, formaron un binomio importantísimo, porque la Malinche o Marina, traducía del náhuatl, su lengua nativa, al maya, y Jerónimo de Aguilar, del maya al español. Después, ya no hubo necesidad de intermediario, pues la Malinche aprendió el español y pudo entonces comunicarse directamente con Cortés. En un principio, fue dada para Alonzo Hernández de Portocarrero, pero cuando éste partió rumbo a España para tratar cuestiones relativas a la conquista de México, Hernán Cortés la convirtió en su concubina, con la que tuvo un hijo, Martín, llamado por los españoles «el bastardo». No obstante, el papel de incalculable importancia que desempeñó esta mujer indígena en la conquista de México, nunca fue mencionado en los informes de Cortés, enviados a la Corte y aun siendo una compañera fiel, fue entregada como esposa a Juan Jaramillo. Sobre este hecho, Laureana Wright de Kleinhans, en su libro Mujeres notables mexicanas, 1919, refiere: «El desprecio del capitán español hacia la india esclava que por accidente había hecho su manceba, fue tal, que apenas terminado el sitio de México y cuando tanto la necesitaba todavía como intérprete, la entregó a otro, hecho sobre el que Gómara, Bernal Díaz y Orozco y Berra, dicen sobre poco más o menos que: «don Hernando Cortés salió de México á 12 de octubre de 1524, rumbo a Honduras, con intento de castigar a Cristóbal de Olid, que se había rebelado; llevaba como de costumbre a doña Marina como intérprete, y sin que se sepa el porqué en un pueblo inmediato a Orizaba, la casó, delante de testigos, con Juan Jaramillo estando borracho». Casada con Juan Jaramillo, Marina tuvo la encomienda de Jilotepec, México. De su unión con este español concibió una hija llamada María, que se casó con Luis de Quesada. La figura de la Malinche quedó grabada en las mentes del pueblo conquistado y después de su muerte muchas leyendas en torno de ella surgieron.
Montes y ríos fueron llamados con este nombre de Malinche. Al paso del tiempo se convirtió en un término aplicado a las personas con el complejo de despreciar lo propio y alabar lo extranjero, conocido como malinchismo. En el Monumento a la Patria, en Mérida, Yucatán, Rómulo Rozo esculpió una escena histórica donde aparece Hernán Cortés, unido a la Malinche que le señala la tierra a conquistar.