Pesca La entidad cuenta con 373 km de litoral y su zona económica exclusiva es de 133,344 km2. Los ecosistemas son de una alta diversidad de especies de escama, elasmobranquios como el tiburón y cazón, moluscos y crustáceos. Dispone de 37,321 km2 de plataforma continental, que incluye un gran número de cuerpos de aguas estuarinas a lo largo del litoral que son de gran potencial para la producción acuícola.
También los extensos esteros de Celestún, Río Lagartos, Dzilam de Bravo y Yucalpetén, cuya superficie aprovechable se estima en 6,000 ha. Dispone de cuerpos de agua dulce dispersos en el interior: se conocen 70 cenotes que suman 150 ha. La pesca es fundamentalmente de carácter demersal, puesto que las especies más importantes son de fondo como mero, rubia, huachinango, camarón, langosta y otras.
Durante muchos años, la Península de Yucatán ha cautivado el interés de arqueólogos, historiadores y etnógrafos; no obstante, poca atención se le ha dado a sus pescadores y pueblos de la costa. Los mayistas han apreciado el importante papel que los depósitos costeros de sal tuvieron en las economías local y regional del Yucatán prehistórico (Landa 1941; Roys 1957; Vlceck, Garza y Kurjack 1978; Andrews 1980). Sin embargo, no ha surgido aún un consenso con relación a la importancia de otros recursos costeros en el desarrollo de la civilización maya. Algunos estudiosos, como Lange (1971), atribuyen gran importancia a la explotación de los ambientes costeros en las economías históricas de la Península; otros argumentan que la evidencia arqueológica no apoya esta idea (Ball y Eaton, 1972).
Otros estudiosos consideran que los mayas eran hábiles explotando peces y mariscos a todo lo largo de la costa de la Península y del Caribe. Se tiene noticia de que desde el año 2000 a.C. obtenían alimentos del mar y desarrollaban aldeas costeras; son evidencias de ello tanto los murales encontrados en toda el área donde se asentaron, así como las figuras de los Códices en los que aparecen pescados cocinándose. En los frescos de Chichén Itzá existe una representación de un pueblo de pescadores. En investigaciones arqueológicas efectuadas en Belice en 1980 se encontraron equipos de pesca. Por ello, es posible que la vida sedentaria de los mayas se originara entre pequeños grupos de pescadores y recolectores, a orillas del mar, lagos o ríos, en donde los recursos alimenticios abundaban. Fray Diego de Landa proporciona una amplia información acerca de la riqueza de peces en el litoral de la península yucateca, en la Laguna de Términos y en los esteros que corren paralelos a la costa septentrional de Yucatán. Es así que, cuando los cartógrafos europeos diseñaron los trazos que conforman los vastos litorales de la Península, un tanto diferentes a los que se conocen ahora, no se había difundido lo suficiente el término Yucatán para esta región del nuevo mundo y la llamaron La Camaronera.
La pesca fue una actividad de suma importancia entre las comunidades costeras ya que el producto era distribuido en forma de tributo al estrato dirigente y el excedente quedaba para comercio interno y externo. Para la pesca se utilizaban canoas, según se puede ver en las escenas grabadas en huesos hallados en una tumba de Tikal. Ahí se observan a los dioses pescando, sacando a los peces del agua con las manos y llevándolos a la espalda en una especie de jaulas, probablemente hecha de tallos o de ramas flexibles. Además de servir como alimento, las espinas de los peces se utilizaban para los autosacrificios y los dientes para ofrendas y puntas de flechas.
La pesca poseía un significado religioso, aunque menor que el de la caza; los pescadores tenían dioses especiales como Ab’ak Nexoi, Ah Pua y Ah Kit Ts’amal Kum, a quienes celebraban con fiestas en ciertas épocas del año, en las cuales portaban sus instrumentos propios: una de ellas terminaba en la costa, juntamente con actos de pesca. Varias representaciones conectadas con la pesca pueden verse en los códices mayas. Los pescadores tenían altares especiales en Río Lagartos. Un lugar llamado Chenchomac, cerca de Tulum, fue probablemente un altar dedicado a la pesca. Los pescadores mayas celebraban su fiesta el 8 Zip, al día siguiente del festival de los cazadores. Se han hallado modelos de peces de arcilla, quizás ídolos, en Santa Rita, Belice y Chetumal.
Por otro lado, el comercio del producto de la pesca era para los mayas bien conocido, sobre todo por la técnica de conservación, lo cual permitía comercializarlo a grandes distancias: lo salaban, asaban o secaban al sol sin salar y lo transportaban hasta 30 leguas para su venta. En cuanto a la práctica de la pesca de litoral, la efectuaban a la orilla del mar o valiéndose de canoas; empleaban redes de henequén y algodón, anzuelos de huesos de los propios pescados y azagayas de madera. Se han encontrado anzuelos hechos de concha y otros de cobre en exploraciones arqueológicas. Entre los peces que capturaban estaban la sierra, el mero, la mojarra y el robalo y más de 70 especies.
La pesca de profundidad dio más alcance a esta actividad económica, pues el número de especies se vio ampliada con la cherna, el pargo y la picuda y entre los animales acuáticos que no eran peces acostumbraban atrapar tortugas, por su carne, huevos y caparazón, y al manatí.
En la pesca de quelonios, los mayas utilizaban un pez llamado pega-pega, pez rémora, cuya cabeza presenta una placa succionadora a la que se adhieren otros peces y quelonios. En cuanto a la captura en cenotes, destacaban las tortugas, bagres y un género de camarón. Entre los más importantes instrumentos de los que se valían para pescar estaban los arpones, arcos y flechas, boyas, sogas y palos.
Durante la época colonial, la pesquería constituyó en Yucatán una industria productiva, se pescaba mucho y buen pescado que no sólo se consumía en la provincia sino que se llevaba a Veracruz. En Sisal había una torre de vela y atalaya, grandes pesquerías y salinas; en Champotón se pescaban abundantes ostras; las pesquerías de Río Lagartos eran tan copiosas que abastecían el mercado de Valladolid y de Mérida y aún sobraba para exportar.
Se conocía también la industria que trabajaba y pulía el carey con el cual fabricaban cucharas, ostiarios, anillos y devanadores: los mejores artefactos de carey se hacían en Tixchel.
A 10 brazas de agua en toda la costa norte de Yucatán hasta Cabo Catoche, y en toda época, la pesca del mero era abundante. El pescado salado salía frecuentemente por Sisal y por Progreso con destino a La Habana, Cuba; barcos cubanos compraban directamente a los pescadores de la costa noroeste su producción, y estos mismos barcos se dedicaban a pescar por su propia cuenta en aguas territoriales yucatecas; el 6 de junio de 1856 se legalizó por primera vez esta pesca mediante un decreto del entonces gobernador Santiago Méndez.
La salazón llegó a constituir una de las más favorecidas industrias locales y se exportaba en grandes cantidades. La fama que alcanzó el pescado salado —robalo, pámpano, cazón— que se elaboraba de Yucatán a Veracruz, Cuba y la propia España, donde competía con el bacalao y el abadejo, determinó al gobernador Lucas de Gálvez a establecer en 1789 en Mérida una compañía de pesquería por acciones de 200 pesos, cada una. Tan importante papel jugaba la pesca desde entonces que entre los principales artículos de exportación de la provincia colonial figuraba el robalo curado.
A fines de siglo, existían en el estado tres pesquerías de considerable importancia: la de Vicente Rendón, la de los españoles Benito y Juan Caral y la de Tomás Aguilar. Aparte de los peces en sí, se capturaban cetáceos como el puerco marino o marsopa, el manatí y otros mamíferos marinos que recalaban por temporadas a la sonda peninsular y de los cuales se extraía abundante grasa, aprovechándose la piel de algunas especies; fue tan intensa su explotación que al cerrar el siglo estas especies comenzaron a escasear en nuestras costas. Se capturaba también ostiones, pulpos, calamares, cangrejos, langostas y quelonios.
A partir del fuerte poblamiento de Isla Mujeres y Cozumel como consecuencia de la emigración a estas islas a raíz de la Guerra de Castas, estos lugares se convirtieron en activos centros de pesca; también lo fue El Cuyo.
Cabe mencionar que las esponjas que se recogían en Isla Mujeres y en la sonda de la isla Contoy, en el extremo noroeste de la Península, eran muy estimadas. Se exportaban en abundancia a La Habana y de ahí eran enviadas para su preparación a casas de París, Francia.
A principios del siglo XX se pescaba con anzuelo y cuerda, redes, garlitos y arpones. Los garlitos eran cilíndricos con entrada en forma de embudo y la parte estrecha hacia adentro. Las nasas hechas de rajas de bambú se colocaban en el fondo de los ríos y lagunas ensebadas con masa de maíz, lo que atraía a los peces de esos lugares. Éstos, a su vez, atraían peces mayores que penetraban en las trampas donde eran capturados. Se hacía también el arponamiento nocturno a la luz de una tea de pino. Era practicado generalmente cerca de la barra de un río, por tres hombres en una canoa. Las hicoteas y las bucatoras eran atrapadas con una punta triangular sin barbas, que proporcionaba un mejor prendimiento en sus duras conchas; también eran capturadas tendiendo pequeñas redes cerca de los troncos y agujeros que acostumbraban frecuentar. Hasta la década de los 40, los habitantes de los distintos puertos de Yucatán pescaban para fines de autoconsumo y predominaba la pesca artesanal. A principio de los 50 se empiezan a introducir motores en las embarcaciones y se difunde el uso del hielo y de cámaras de congelación. La construcción del puerto de abrigo de Yucalpetén, a finales de los 60, constituye la primera y más importante de las obras de apoyo al sector de la pesca.
A pesar de ser la pesca una actividad de gran tradición en Yucatán, su explotación comercial propiamente dicha es relativamente reciente. El establecimiento de plantas congeladoras de pescado se inició en el puerto de Progreso en 1945. Durante los 40, comenzó la explotación de la pesca del tiburón. De sus productos se exportaban las pieles, aletas, dientes y aceite. Igualmente se exportaban a Estados Unidos tortugas vivas, cuya carne es muy apreciada. En esos años se empezaron a utilizar balandros y veleros mayores, con autonomía de ocho días.
La industria pesquera propiamente dicha, orientada a la captura de especies de escama, se inició en 1950 con la aparición de las primeras embarcaciones de aproximadamente 5 t de registro bruto, equipadas con motor y acondicionadas para llevar hielo a bordo. En 1965 se constituyó una importante rama industrial. Empezaron a funcionar cinco plantas congeladoras que procesaban en un mes alrededor de 400 t de pescado; Pescados del Sureste enviaba pescado a la Ciudad de México y Estados Unidos por avión o vía Veracruz, en barcos cuyas neveras se llenaban con hielo. Después le seguirían Compañía Industrial del Golfo y Caribe, La Pesca Nacional, Alimentos del Golfo y Congeladora Progreso. La actividad pesquera a partir de los años en que cobra importancia, tuvo tonelajes significativos. En 1966 el gobierno estatal se dio a la tarea de fomentar la pesca. Por tal motivo fue creada la Escuela Técnica de Pesca en el puerto de Progreso, bajo los auspicios de la entonces Dirección General de Pesca. En lo que se refiere a captura e industrialización del tiburón, la Comisión de Fomento Pesquero del Estado de Yucatán instrumentó ese año medidas para promover esta actividad. La captura del tiburón fue factible en todo el litoral del Golfo de México. Los exportadores instalaron agencias en Dzilam, Telchac, Celestún, Campeche, Ceiba Playa, Ciudad del Carmen, Frontera, Tuxpan, Tampico y como base de operaciones y depósito central el puerto de Progreso.
Posteriormente, debido a la construcción de los modernos frigoríficos, se construyeron embarcaciones de hasta 20 t de registro bruto, equipadas con motor, neveras e instrumentos de navegación, con un radio de acción de 150/200 km de su base. Después, la construcción naval pesquera se orientó hacia embarcaciones de mayor eslora y dotadas de equipo electrónico para la detección de cardúmenes.
En 1977, se constituyó el Departamento de Pesca, hasta 1982, cuando éste obtiene el rango de Secretaría de Estado. A partir de los 70 y dentro de los programas del gobierno de diversificación económica, para hacer frente a la crisis de la producción henequenera, se dota a los puertos de infraestructura, se construye una red de carreteras vinculada al sistema regional y en particular hacia los centros urbanos de Tizimín y Mérida, y se pavimentan algunos tramos de la carretera costera. Se dragan puertos de abrigo y se dotan a las comunidades de energía eléctrica, teléfono y agua potable. También se establecen líneas de crédito para financiar la adquisición de embarcaciones y artes de pesca y la instalación de plantas para la conservación y procesamiento de los productos.
Se fomenta el crecimiento del sector social, se apoyan a las cooperativas ya existentes, se crean otras y se promueve la inmigración de campesinos a la costa y su incorporación a la actividad pesquera. El sector social agrupa en los 80, del 10 al 15% de la población total dedicada a la actividad. Hasta antes de 1970, la población empleada en la pesca no rebasaba los 3,000 individuos.
Para crear la infraestructura portuaria pesquera prácticamente transcurrió un siglo, desde la apertura del puerto de Progreso en 1871 hasta 1961 cuando se inició la construcción de estas instalaciones, localizadas en ese municipio, a 30 km de Mérida. Con el puerto de abrigo inaugurado en 1969 se amplió la perspectiva de la industria pesquera y de otras de apoyo a esta actividad. Este puerto concentra el mayor número de pescadores, resguarda todas las embarcaciones mayores y aloja a las principales industrias y conexas. En el decenio de 1970 se incorporaron de hecho a la pesca comercial las comunidades pesqueras de El Cuyo, Santa Clara y San Crisanto.
Los principales instrumentos utilizados para la pesca a todo lo largo del litoral yucateco son las piolas, cordeles y anzuelos para la captura de mero, chacchí y pargo; redes agalleras para carito, sierra, bonito, cazón, jurel y corvina; chincorros playeros para armado, chacchí, posthá, aguja y corvina; chinchorros charaleros para charal (anchoveta y sardina); buceo libre y con compresores para langosta, callo de hacha y caracol; cordel con carnada de crustáceos (jaiba, cangrejo, araña) para pulpo; triángulo con red para camarón de estero; pesca a la luz con línea, anzuelo y red de cuchara para calamar; redes arrastreras para camarón y especies de escama; carrete o bicicleta para huachinango; línea o piola y anzuelo para mero y otros, y palangre para peces de fondo.
Además de disponer del puerto de abrigo de Yucalpetén, se construyeron cuatro refugios pesqueros en Dzilam de Bravo, El Cuyo, Telchac Puerto y Celestún.
En lo que a comercialización se refiere, las congeladoras, incluida Propemex, funcionan como centros de venta al mayoreo ya que controlan la mayor parte de la producción de la entidad, siendo los principales mercados Estados Unidos, Honduras, Nicaragua, Puerto Rico, Canadá y Hong Kong. En Celestún se ha investigado la captura de las sardinas, infiriéndose que se puede mejorar sustancialmente su explotación; en El Cuyo, Río Lagartos, San Felipe y Sisal, y en el arrecife Los Alacranes, se han hecho prospecciones del recurso langostero, encontrándose magníficas perspectivas de desarrollo; se han elaborado estudios sobre localización, explotación y preservación de especies como mero, pulpo, langosta, robalo, tortuga y sardina, para las que se han fijado vedas y reglamentaciones. La acuacultura ha despertado mucho interés últimamente debido al potencial que la entidad ofrece. Además del cultivo de camarón, se desarrollan proyectos de cultivo de jaiba en dos localidades (Celestún y Dzilam de Bravo), donde se observa una buena adaptación de la jaiba azul. Se inició un programa de cultivo de artemia en la localidad de Colonché, municipio de Yobaín y de cultivo de ostión en San Felipe. En vista de los resultados, se considera que el cultivo de estas especies tendrá expansión en el estado, en el interior se aprovechan nueve cenotes y seis aguadas en la instalación de jaulas para siembra y engorda de tilapia, conteniendo 400 peces aproximadamente cada una. Las especies que mayor importancia comercial presentan son el mero, el pulpo y el huachinango. Con respecto de la investigación y formación de recursos humanos en el sector de la pesca, las instituciones que se ocupan de este aspecto para el desarrollo de la actividad pesquera son el Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Unidad Mérida), el Centro Regional de Investigaciones Pesqueras de Yucalpetén del Instituto Nacional de la Pesca y el área de investigación de la licenciatura en biología de la Universidad Autónoma de Yucatán. El Centro de Capacitación Pesquera de Yucalpetén desarrolla programas de capacitación y adiestramiento pesquero, enfocados a incrementar la mano de obra calificada para las faenas de captura, operación y mantenimiento de las embarcaciones; el plantel del Conalep Mérida II imparte la carrera de profesional técnico en mantenimiento de equipos pesqueros; la Escuela Secundaria Técnica (en Yucalpetén y en Río Lagartos) ofrece áreas en pesca, mecánica náutica y procesamiento; a nivel bachillerato, el Centro de Estudios Tecnológicos del Mar imparte cursos de técnico en mecánica naval, refrigeración, equipos pesqueros y procesamiento de productos pesqueros. En lo referente a la pesca del atún, el CRIPY ha realizado estudios que revelan que el Golfo de México y la Sonda de Campeche tienen gran potencial para su captura.
La proporción más importante del volumen de captura se registra en el puerto de Progreso seguido por Celestún; el resto de las capturas se registra en los seis puertos restantes; Sisal, Telchac, Dzilam de Bravo, San Felipe, Río Lagartos y El Cuyo.